Cuaresma de la alegría, por Monseñor Sánchez Monge
Manuel Sánchez Monge, obispo de Mondoñedo-Ferrol, nació en la localidad palentina de Fuentes de Nava el 18 de abril de 1947. Ordenado sacerdote el 9 de agosto de 1970, permaneció con sacerdote incardinado en la diócesis que le vio nacer, hasta que fue ordenado obispo el 23 de julio del 2005.
Sin desmerecer lo más mínimo a los textos episcopales sobre la cuaresma que han precedido al que vais a leer, y que al menos a mí me están sirviendo para apreciar más la riqueza de este periodo del año litúrgico, no puedo por menos que decir que la carta de Don Manuel me ha dejado impresionado. Y además me ha hecho recordar el comentario de una de las personas asiduas a este blog: Sofía. Esta hermana en Cristo nos felicitaba la Cuaresma en el post de Monseñor Jiménez Zamora. Alguno pensará que lo que se felicita es la Pascua y que no es "normal" felicitarnos por la Cuaresma. Pues leed, leed a Monseñor Sánchez Monge y sed conscientes de que estamos en un tiempo de vida, de alegría, de oportunidad para ser mejores cristianos y, por tanto, más felices.
Cuaresma de la alegría
¿Cuaresma y alegría? Parece pura contradicción. Y sin embargo la cuaresma es el camino que nos conduce a la Pascua, la gran fiesta cristiana, la fiesta de la alegría por excelencia. Faltan cuarenta días para la Pascua, se nos anuncia al comenzar el itinerario cuaresmal. No es un tiempo de tristeza, sino de alegría. Hemos de prepararnos sin tardanza para la gozosa resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Nada menos que cincuenta días de alegría pascual. Porque un día es poco para tanta dicha. Hay que descubrir el gozo que perdura. La Pascua cristiana no termina nunca, no tiene ocaso. Lo primero no son, por favor, mortificaciones y culpabilidades. Vivir la Cuaresma en negativo sería casi blasfemo. No mortificaciones, sino vivificaciones; penitencias para la conversión; no culpa, sino gracia. Los sacrificios son para la generosidad. Las mortificaciones nos llevan a una vida mejor.