17.10.07

Hubo obispos mártires el siglo pasado y hay obispos como los de Andalucía

En este país hubo el siglo pasado una serie de obispos que, junto con miles de sacerdotes, religiosos y laicos, dieron su vida por Cristo cuando fueron perseguidos por los antecesores de los que hoy quieren hacer una ley de memoria histórica en favor del régimen que llevó a aquellos al martirio. En una región al sur de este mismo país hay hoy unos obispos que piensan obedecer una ley que, según dicen ellos, consideran una agresión contra el derecho de los padres a elegir el tipo de educación en valores para sus hijos.

Es decir, hubo obispos a los que el oponerse al mal les costó derramar su sangre y los hay que piensan que la ley puede imponerles colaborar con el mal. Es decir, hubo obispos mártires o confesores y los hay que firmarían hoy el decreto del César para sacrificar a los dioses ya que…. "por exigencia jurídica, además de la declaración oficial de la Vice-consejería de Educación de la Junta de Andalucía (30 de agosto de 2007), de impartir dicha materia, han de desarrollar su programa de conformidad con el Ideario del Centro". Pues menos mal que la exigencia jurídica no llega a exigir la apostasía, señores míos. Eso sí, luego tienen el valor de animar a los padres a actuar en conciencia. O sea, si alguien tiene que jugarse el pescuezo, que sean los padres que para esos los afectados son sus hijos. Ustedes, muy reverendísimos y excelentísimos, no se van a jugar nada y no van a permitir que sus centros corran peligro alguno. Faltaría más.

Menos mal que el donatismo está en horas bajas, señores. De lo contrario, algunos lo pasarían mal.

Luis Fernando Pérez Bustamante

16.10.07

Magnífica carta de Miró i Ardèvol a Hilari Raguer

He estado unos días pensando si me merecía la pena escribir un post sobre ese sujeto que, para mayor desgracia de la Iglesia e ingnominosia vergüenza de la orden benedictina, pasa su vergonzante vida en Montserrat formando parte de los que, como dice la epístola de Judas “… son deshonra de vuestros ágapes; banquetean con vosotros sin vergüenza, apacentándose a sí mismos; son nubes sin agua, arrastradas por los vientos; árboles tardíos sin fruto, dos veces muertos, desarraigados; fieras ondas de la mar, que espuman sus mismas abominaciones; estrellas erráticas…” Pero como me conozco bien y sé que habría acabado diciendo de él lo mismo que Cristo dijo a sus interlocutores en Juan 8:41, preferí guardar silencio. Y me alegro de ello pues don Josép Miró Ardevol, al que por cierto quiero felicitar por el Premio Bravo que ha recibido “su” Forum Libertas, le ha escrito una carta que es a su vez comedida y contundente. Una carta que pone en su sitio a ese Judas traidor, justificador de los argumentos de quienes asesinaron a nuestros mártires el siglo pasado, sin necesidad de adjudicarle los epítetos que yo le habría adjudicado… y que de hecho le estoy adjudicando ahora mismo. Copio acá la carta de don Josep:

Carta remitida al Hermano Hilari Raguer

Hermano Hilari Raguer

He leído su entrevista en La Contra de La Vanguardia y quiero manifestarle mi repulsa. Usted es el mejor exponente de lo que critica.

Judicializa desde su personal ideología la realidad, supedita el magisterio de la Iglesia a su particular visión en un ejercicio público de orgullo. Habla sin el amor y el sentimiento del perdón que exige a los demás, y no tiene el más elemental sentido de la prudencia, la virtud central, a la hora de manifestarse sobre la Iglesia.

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15.10.07

La mayoría silenciosa

Aunque el titular ha sido otro, lo que más me ha llamado la atención de la entrevista que José Manuel Vidal ha hecho a Julio Lois (recomiendo que se escuche al audio) es la teoría de la existencia de una mayoría silenciosa de fieles que no están nada conformes con el magisterio. Malicioso como soy, he llegado a pensar que ante la obvia falta de apoyos visibles -son pocos y ya entrados en años- a una eclesialidad alejada de los caminos de la ortodoxia, los impulsores de la misma se consuelan con la idea de que muchos piensan como ellos pero no lo dicen. Pero concedamos que tienen razón. Supongamos que son una legión los bautizados que desean que la Iglesia vuelva a la situación que se dio tras el Conclio Vaticano II, antes de que llegara lo que Vidal y Lois llaman "los temores de Pablo VI". O, en mis palabras, desean que se vuelva a la situación que se dio antes de que el Obispo de Roma se diera cuenta de que había una considerablemente densa humareda satánica en la Iglesia. Cosa que ciertamente debió de darle mucho miedo. A mí me habría dado pánico, aun sabiendo aquello de que las puertas del Hades no prevalecerán.

El padre Lois admite que el freno que desde Roma se puso a lo que él considera avances post-conciliares, y que vivió en primera persona, venía dado por la sincera preocupación de la jerarquía de "lograr mantener la identidad de la fe" Identidad que se veía amenazada, según el entender de dicha jerarquía, precisamente por la marea post-conciliar. Ese freno supuso el principio de un desencuentro vital entre el magisterio y esa parte de la Iglesia que estaba protagonizando dicha marea, que para Roma llevaba camino de convertirse en un tsunami destructor.

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14.10.07

El embajador censor que va de beato.

Digamos que Federico Jiménez Losantos tiene un estilo muy crítico, ácido, provocador y todo lo que se quiera. Digamos que es posible y hasta normal que haya católicos, con un alma sensible y delicada, que piensen que la emisora propiedad de los obispos españoles debería de tener otro tipo de comunicador al frente de su programa principal. Digamos que precisamente por ser como es, Federico es él solito más oposición al gobierno zapateril que todo el PP. Digamos que desde el gobierno zapateril se vería como un regalo del cielo, nunca mejor dicho, que los obispos retiraran a Losantos de la Cope. Digamos que para eso se utiliza ni más ni menos que al embajador de España ante el Vaticano. Digamos que eso es una indignidad, una muestra más del talante totalitario de este gobierno (ellos son los "fascistas"), y que tan solo por ese hecho los obispos deberían de ratificar a Losantos de forma pública y notoria. Porque, a nadie se le escapa, a los socialistas les importa un carajo que Losantos no sea un ejemplo de caridad cristiana y paladín de la ortodoxia católica. A nadie se le escapa que utilizar la presencia de un periodista en la Cope como elemento de presión en las relaciones entre la Iglesia y el Estado es una demostración de en qué concepto tiene este gobierno la libertad de prensa y la diplomacia española.

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12.10.07

España ante un futuro incierto

España está gravemente enferma. Económicamente la cosa está todavía más o menos bien, aunque la crisis inmobiliaria puede ser la ficha de dominó que haga caer al resto. Pero hay una crisis política e institucional de primer orden. Y sobre todo, se percibe hoy más que nunca un peligro verdadero de destrucción de la unidad de la nación. Ya no es una cuestión de que los independentistas deseen la independencia. Es que son cada vez más los españoles a los que les agradaría dársela para al menos impedir que sean ellos los que marquen el curso político del resto del país. De forma espontánea se oye a la gente decir "pues que les den la independencia y nos dejen en paz". Pero claro, ocurre que son centenares de miles los españoles residentes en esas regiones que se verían traicionados si el resto les dejáramos en manos de los que han hecho lo posible y lo imposible para reventar siglos de unión. Lo cómodo, lo fácil, lo cobarde es ceder. Lo difícil, lo responsable, lo imperativo es plantar cara y no permitir que una minoría, aunque sea mayoritaria en unas provincias o regiones, rompa el país. Sólo un pacto entre las dos fuerzas políticas mayoritarias -que a día de hoy parece utópico- podría solucionar ese asunto. Basta con aplicar la Constitución en su artículo 155 y -llegado el caso- en el octavo. Para algo están. Para algo han de servir. Es mejor usarlos sin miedo, a ceder. Hablando se suele entender la gente, pero hay quienes sólo entienden el lenguaje de la ley.

Con todo, el principal problema de España no está en su deterioro político sino en la enfermedad moral de su sociedad.

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