Pablo Ginés, ese buen periodista que con tanto acierto ha “fichado” recientemente el diario La Razón para encargarse de su información religiosa, nos ofrece hoy un estudio bien interesante sobre la realidad eclesial en el seno del protestantismo de EEUU. Las cifras hablan por sí solas. Cuanto más escorada hacia la “izquierda” esté una denominación protestante, más vacíos se quedan los bancos de sus templos. Los episcopalianos, tan abiertos al lobby gay, al aborto y a cualquier aberración contraria a la Revelación de Dios, se desploman sin remedio. Y la propia “iglesia” de Obama, ese “cristiano” que tan feliz está de entregar embriones humanos en manos de los Mengueles del siglo XXI, está de capa caída.
Y es que pocas cosas hay tan estúpidas como pretender ser cristiano y mantener una moral contraria a la que con una contundencia fuera de toda duda aparece en la Escritura. El cristianismo no es una mera colección de leyes y normas, pero no se puede ser cristiano y apoyar el aborto, no se puede ser cristiano y pensar que las relaciones homosexuales son agradables a los ojos de Dios porque “son fruto del amor de dos personas del mismo sexo", no se puede ser cristiano e ignorar que Cristo mismo pide a sus seguidores una justicia superior a la de los escribas y fariseos.
Lo que caracteriza a aquellos que quieren el señorío de Cristo en sus vidas no es la justificación de lo injustificable, no es pisotear la sangre derramada en la cruz llamando bien al mal. Pocas cosas hay tan execrables y tan miserables en este mundo como un cristiano mundano que además busca convencer a otros de la supuesta bondad de su miseria. Son los ciegos que guían a otros ciegos a su destrucción. Son, en palabras de San Pedro, “el perro que vuelve a su vómito y la puerca lavada que va de nuevo a revolcarse en el cieno“, pues “mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado“.
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