España no escapará al juicio de Dios a menos que se arrepienta
Los que somos acusados de ser profetas de calamidades, aunque en realidad sólo nos dedicamos a analizar lo que nos ojos ven y nuestros oídos oyen, “estamos de suerte”. No hay nada que no hayamos anunciado con anterioridad que no se esté cumpliendo, aunque maldita la gracia que nos hace tener razón. Estamos en un país con más abortos, más divorcios, menos bodas, más violencia familiar (o de género), más delitos cometidos por menores que luego quedan impunes, etc.
Pero eso, y no otra cosa, es lo que se obtiene de una nación cuya legislación favorece la destrucción de la familia, el aborto, la falta de autoridad paterna y en la escuela, la casi total impunidad ante delitos horrendos cometidos por personajes que no son adultos para votar pero sí para violar y matar.
Algo huele muy mal en una sociedad cuando a unos padres se les puede retirar la custodia de sus hijos por un guantazo y sin embargo un miserable de 13 años que ha violado a una chica de su edad puede dormir a pierna suelta en su casa esa misma noche. Algo está podrido en este país cuando la casta política que recibe el apoyo de las urnas –y por tanto de una mayoría de la sociedad- cree que una menor de 16 años es lo suficientemente madura como para abortar pero no para ir a la cárcel si asesina, por el mero interés de saber qué se siente a matar, a una compañera de clase.
Retomo un texto que fue escrito por un buen amigo hace ya unos cuantos años. Tras dar algunas citas patrísticas sobre la actitud de los cristianos ante el Imperio, decía esto: