Lo ocurrido con Teresa Forcades representa un desafío para toda la Iglesia
El revuelo que se ha creado con las declaraciones de la monja benedictina Teresa Forcades a un programa de entrevistas de TV3, en las que se muestra favorable a que las mujeres tengan acceso a la píldora del día después y plantea la cuestión del aborto de forma radicalmente contraria a la fe de la Iglesia, ha sido importante. Pero aunque las mismas pueden haber sorprendido a todos aquellos fieles que no conozcan la trayectoria de esa religiosa, a mí no. Es más, conociendo la trayectoria de esta religiosa de clausura -lo de la clausura parece un chiste pero no lo es-, lo verdaderamente sorprendente es que hubiera defendido las tesis de la Iglesia a la que pertenece.
La propia Forcades despeja toda duda sobre su propia actuación al decir que no habla en nombre de la Iglesia sino en el suyo propio. Es decir, ella sabe perfectamente que sus palabras son contrarias a la doctrina de la Iglesia a la que pertenece. Pero como bien han señalado otros articulistas, sor Teresa es presentada como monja católica y como tal habla. La pregunta es obligada: ¿puede una monja católica aparecer en un programa de televisión pública a expresar opiniones contrarias a la doctrina de la Iglesia en asuntos tan delicados y de tanta actualidad como es el aborto y la píldora abortiva?
Cualquiera que tenga dos dedos de frente responderá con un no rotundo a esa pregunta. Es decir, la ciudadana Teresa Forcades puede opinar lo que le venga en gana sobre el aborto, la píldora, la moral sexual y hasta el sacerdocio femenino. Sor Teresa Forcades NO puede hacer tal cosa sin dejar de ser “sor". Porque si después de lo que hemos visto y escuchado con nuestros ojos y oídos, esta monja no es conminada ipso facto a rectificar públicamente bajo apercibimiento de ser apartada de la condición de religiosa en caso de negarse a ello, entonces es que la autoridad de la Iglesia es una entelequia, una farsa.