Don Jesús, un regalo para la Iglesia
Lo admito. No puedo ser imparcial al hablar de quien hasta ayer ha sido mi obispo. Le debo mucho. Mi familia entera le debe mucho. Dije hace meses que aunque se nos lo llevaran de Huesca, él siempre sería “mi” obispo. Por supuesto, cuando el Papa nos dé un nuevo pastor a los oscenses -naturales y residentes-, le aceptaré y honraré como tal. Y si por circunstancias de la vida, nos fuéramos a vivir a otra diócesis, ocurriría lo mismo. Pero en nuestro corazón siempre habrá un lugar para don Jesús como pastor y verdadero padre.
Consideraciones personales aparte, es evidente que el nuevo arzobispo de Oviedo será una de las figuras episcopales más importantes para la Iglesia en España en el primer tercio del siglo XXI. Lo tiene todo para dejar huella: formación teológica importante, fidelidad absoluta y sin fisuras al Vicario de Cristo, auténtico espíritu franciscano, claridad de ideas a la hora de gobernar una diócesis, capacidad profética a la hora de denunciar los males de nuestro tiempo y sabiduría para evitar cometer errores pasados. A eso se le añade otra serie de características que vienen muy bien para esta época que nos ha tocado vivir. Por ejemplo, ha aprendido a tener un trato muy correcto con los medios de comunicación, a los que tiene respeto pero no miedo, de manera que no se corta un pelo en decirles las cosas a la cara cuando le manipulan o tergiversan una declaración. Y además, don Jesús cuenta con algo de lo que carece la práctica totalidad de los obispos, no sólo en España sino en todo el mundo: una brillantez literaria en sus homilías y cartas que hace que oírle y leerle sea una delicia.