14.11.10

El día soñado

Había soñado tantas veces con que llegara ese día, que cuando llegó, no acababa de créerselo. Atrás quedaban los largos años de la polémica, de las peleas en el barro, de la lucha en defensa de aquello que Dios le había devuelto. Él sabía, o al menos creía saber, que durante todo ese tiempo había cumplido la voluntad del Señor. Cometiendo errores, sin duda, pero siempre con el timón marcando el rumbo correcto. Y, sin embargo, su alma anhelaba algo distinto. Buscaba la paz, el remanso donde simplemente descansar en brazos del amado.

Las palabras del salmo llenaban ahora todo su ser: “…mantengo mi alma en paz y silencio como niño destetado en el regazo de su madre. ¡Como niño destetado está mi alma!” Y sí, por mucho que los años hubieran poblado su cabeza de canas, seguía siendo como “aquel niño pequeño, cuando le declaró a Dios amor eterno, cuando prometió servirle con su vida, aunque casi nada sabía de Él, salvo que sólo Él le llenaba de amor y de paz”.

Años atrás, cuando todavía era joven, había dejado por escrito los recuerdos de su niñez y de cómo la presencia viva del Señor había transformado su vida: “Sólo sé que desde entonces hablar contigo es mi medicina. Yo tenía muy pocos años, era un niño, pero te quería. Y, ¿sabes?, todavía te sigo queriendo con la inocencia de aquellos días. Tú y yo, a solas, sin más testigos que mi cama y mi almohada. Hablamos como dos enamorados se hablan. Mi voz, temblorosa, se calla, tu voz, poderosa, me envuelve. Me enseñas mi lugar a tu lado. Y yo, que no entiendo aún porqué me escogiste, me quedo alelado; no sé qué decir. Palabras que el hombre no entiende, que sólo tu Espíritu me ilumina su significado, son las que tú me hablas".

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13.11.10

Voz que clama en el desierto

Repasando mis archivos antiguos, me he encontrado con esta joya. Es un artículo pastoral escrito en julio del 2001 por Mons. Rosendo Álvarez Gastón, obispo emérito de Almería, cuando todavía era obispo titular de la diócesis andaluza.

Lo leo ahora y me viene a la memoria aquello de la “voz que clama en el desierto". Merece la pena recuperar este texto, que demuestra que los pastores de nuestra Iglesia saben decir las cosas bien claritas cuando se ponen a ello.

Se cierran las fuentes de la vida

Se están dando una serie de consignas, a veces leyes y decretos, desde ministerios, consejerías o desde medios de comunicación y centros de poder, en orden a crear una mentalidad que converge en esta disparatada y suicida consigna: «Todos contra la vida». Quizá sin darse cuenta de la gravedad de la afirmación, un periodista titulaba hace apenas un mes su reportaje así: «Movida anticonceptiva». Y esto se considera ser progresista y liberarse de prejuicios.

Sería poco llamar a esto irresponsabilidad. Es una degradación que está llevando a consecuencias graves, que pueden llevarnos a lo imprevisible. Ante todo, se está rebajando la dignidad de la persona, del ser humano. Se rebajan, con ello, aspectos esenciales de la vida de cada hombre y mujer, como son el amor y la sexualidad, la noble misión y privilegio de engendrar nuevos seres, de transmitir la vida. ¿Qué le queda a un chico o a una chica, después de haber usado el sexo como un juego egoísta, después de poner todos los medios para impedir la fecundación, o después de haber recurrido al horrible crimen del aborto? Debe quedarle el vacío, la náusea, y, si acaso, el remordimiento y la soledad.

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12.11.10

Los fieles van al Valle de los Caídos mientras su cardenal calla

Como todo el mundo sabe, el pasado sábado España asistió a la primera prohibición de la celebración de una Misa católica desde tiempos de la Guerra Civil. La delegación del gobierno en Madrid impidió a los fieles asistir a la Misa de los benedictinos en la Basílica del Valle de los Caídos. Al día siguiente, domingo, los monjes celebraron el sacrificio eucarístico en la cuneta de la carretera que pasa al lado del Valle. Y este domingo piensan hacer lo mismo. Con la particularidad de que está prevista una afluencia muy importante por parte de fieles que llegarán de Madrid y de otras provincias de España.

Si me fuera posible, yo estaría el domingo en el Valle de los Caídos, al lado de la majestuosa Cruz que fue levantada como símbolo de una reconciliación que los hijos actuales de los quema-iglesias y mata-curas del siglo pasado no desean. Y no descarto que si la situación se prolonga en el tiempo, busque la manera de acercarme a las misas que se celebren al aire libre por parte de los monjes benedictinos.

No hace falta que explique los motivos por los que me parece imprescindible que todo el que pueda asistir al Valle el próximo domingo lo haga. Están muy claros. Lo que no está nada claro, al menos para mí, y no hay manera de encontrar una explicación es el hecho de que el cardenal arzobispo de Madrid haya guardado un sepulcral silencio ante este ataque brutal contra la libertad religiosa en nuestro país. Un ataque que se produjo, no lo olvidemos, el mismo día en que el Papa llegaba de visita a España.

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El arzobispo catolico de Moscú está harto

Mons. Paollo Pezzi, arzobispo católico de Moscú, está harto. ¿De qué? Pues de que a los rusos católicos se les trate como ciudadanos de segunda categoría y de que los ortodoxos se aprovechen de esa circunstancia para comportarse no como hermanos en Cristo sino como ladrones que se aprovechan del trato favorable que reciben de un estado con ínfulas zaristas. Lo que acaba de ocurrir en Kaliningrado ha debido ser la gota que colma el vaso del arzobispo, quien ha escrito un comunicado de una contundencia y claridad poco comunes en ámbitos eclesiales. Dos párrafos dejan bien a las claras cómo está el panorama:

¿Cómo es posible que tanto los antiguos repobladores de confesión católica que han puesto toda su vida al servicio de su nueva “patria chica” como sus descendientes sean ahora considerados por los órganos de decisión de la Duma de Kaliningrado como ciudadanos de segunda clase, cuyos intereses legales garantizados por la Constitución de la Federación de Rusia, pueden ser ignorados con tan pasmosa facilidad?

y

Es además lamentable constatar que la posición claramente evasiva adoptada en todo este asunto por la diócesis de Kaliningrado perteneciente al Patriarcado de Moscú, va a causar un daño irreparable en las relaciones interconfesionales que hemos construido no sin éxito, a pesar de las grandes dificultades, en los últimos años.

“Por tanto, tratad a los demas como querríais ser tratados por ellos, esta es la Ley y los Profetas. ” (Mateo 7, 12). No se equivoca quien sigue este consejo del Salvador. La otra alternativa es comportarse segun describe Valdimir Solovev la lógica moral de los “hotentotes”: “Yo he robado una vaca, esto es bueno. Me han robado una vaca, esto es malo” ¡Que no pueda decirse esto de nosotros!

Se puede decir más alto, escribiéndolo con mayúsculas, pero más claro no. Si yo fuera ortodoxo, y a punto estuve de serlo, se me caería la cara de vergüenza de aceptar un templo que no me pertenece. Y mucho más dado el hecho de que la Iglesia Católica no ha parado de ceder sus templos a los ortodoxos rusos en muchos países de Occidente. Hecho este que yo creo que debemos empezar a replantearnos. Porque aunque es obvio que no debemos caer en el ojo por ojo y diente por diente, ¿qué sentido tiene ceder lo que es nuestro a quienes nos roban lo que no es suyo?

Ese hecho no es el primero ni -me temo- el último en el que los ortodoxos tratan a patadas a los católicos que osan vivir allá donde ellos son mayoría. Y esto no puede continuar así. El ecumenismo debe ser un camino de doble vía. No puede ser que siempre sea la Iglesia Católica la que ponga la cara para que se la partan los cismáticos. Nosotros estamos antes en comunión con los rusos católicos que con los ortodoxos que les maltratan. Es nuestro deber apoyar al arzobispo católico de Moscú. De hecho, lo lógico es que Mons. Kurt Koch, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, se manifestara públicamente en apoyo del arzobispo ruso. Mientras tanto, soy yo el que manifiesto dicho apoyo. Sé que vale poco, pero que sepan nuestros hermanos católicos rusos que no nos olvidamos de ellos. Al fin y al cabo, están en comunión con Pedro al igual que nosotros. No pueden decir lo mismo quienes les tratan como parias.

Luis Fernando Pérez Bustamante

PD: Doy las gracias de corazón al sacerdote español que me ha enviado esta noticia. Él realiza su labor sacerdotal en Rusia y, por razones que podéis entender, prefiere mantener su anonimato.

11.11.10

Queiruga, grita conmigo: "Marcelino ha resucitado. ¡Aleluya!"

El teólogo gallego Andrés Torres Queiruga es quizás uno de los ejemplos más evidentes, al menos en España, de a dónde puede llegar la teología cuando se separa de la fe católica y cuáles pueden ser las consecuencias para aquellos fieles que tomen como maestro a quienes obviamente no creen aquello que la Iglesia profesa. En sus libros y en sus declaraciones a los medios, podemos leer afirmaciones como las siguientes:

“No solamente la resurrección no es un milagro, sino que ni siquiera es un acontecimiento empírico. Y la fe en la resurrección no depende del hecho de que se acepte o rechace la realidad histórica del sepulcro vacío“.

“…los discípulos no vieron con sus ojos al Resucitado ni lo tocaron con sus manos, porque esto era imposible estando él fuera del alcance de sus sentidos”

De hecho, uno de sus libros más conocidos y leídos se llama “Repensar la resurrección". En él encontramos joyas como la siguiente:

El hecho de la huída y ocultamiento de los discípulos fue, con toda probabilidad, históricamente cierto; pero su interpretación como traición o pérdida de la fe constituye una “dramatización” literaria, de carácter intuitivo y apologético, para demostrar la eficacia de la resurrección. En realidad, a parte de lo injusta que resulta esa visión con unos hombres que lo habían dejado todo en su entusiasmo por seguir a Jesús, resulta totalmente inverosímil. Algo que se confirma en la historia de los grandes líderes asesinados, que apunta justamente en la dirección contraria, pues el asesinato del líder auténtico confirma la fidelidad de los seguidores: la fe en la resurrección , que los discípulos ya tenían por tradición, encontró en el destino trágico de Jesús su máxima confirmación, así como su último y pleno significado.

y esta:

Si antes influía sobre todo la caída del fundamentalismo , ahora es el cambio cultural el que se deja sentir como prioritario. Cambio en la visión del mundo, que, desdivinizado, desmitificado y reconocido en el funcionamiento autónomo de sus leyes, obliga a una re-lectura de los datos. Piénsese de nuevo en el ejemplo de la Ascensión : tomada a la letra, hoy resulta simplemente absurda.

o esta:

Desde luego, ya nadie confunde la resurrección con la revivificación o vuelta a la vida de un cadáver. Ni por tanto se la pone en paralelo ni, menos, se la confunde con las “resurrecciones” narradas no sólo en la Biblia, atribuidas a Eliseo, a Jesús o a Pablo (que, por otra parte, casi nadie toma a la letra), sino también en la cultura del tiempo, como en el caso de Apolonio de Tiana. La resurrección de Jesús , la verdadera resurrección, significa un cambio radical en la existencia, en el modo mismo de ser: un modo trascendente, que supone la comunión plena con Dios y escapa por definición a las leyes que rigen las relaciones y las experiencias en el mundo empírico.

Por eso ya no se la comprende bajo la categoría de milagro, pues en sí misma no es perceptible ni verificable empíricamente. Hasta el punto de que, por esa misma razón, incluso se reconoce de manera casi unánime que no puede calificarse de hecho histórico . Lo cual no implica, claro está, negar su realidad, sino insistir en que es otra realidad: no mundana, no empírica, no apresable o verificable por los medios de los sentidos, de la ciencia o de la historia ordinaria.

y también esta:

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