7.09.12

Paco, ¿qué hace un chico como tú en un partido como ese?

No abundan los políticos españoles que hacen gala de su condición de fieles católicos. Entre ellos los más destacados y conocidos son Francisco Vázquez, en el PSOE, y Jaime Mayor Oreja, en el PP, aunque yo diría que el primero es mediáticamente más activo en su militancia católica.

Don Francisco, Paco para lo amigos y para buena parte de la gente que le aprecia aun sin tener contacto personal con él, intervino ayer en el Instituto Teológico Compostelano, dentro del marco de unas jornadas de teología. Y por lo que sabemos de su intervención, vuelve a ser evidente que estamos ante una personalidad pública que no tiene el menor rubor en presumir de ser hijo de la Iglesia.

Así, don Franciso defendió que la religión debe estar en el ámbito público y no circunscribirse solo al entorno privada como proclama un «laicismo agresivo». Y al referirse al aborto, no pudo estar más acertado al asegurar que el grado de civilización de una sociedad se mide por la defensa que hace del más débil, algo que no se cumple en la actual ley, que fue aprobada por el anterior gobierno socialista. Yo añadiría que dicha defensa era inexistente en la ley anterior. De hecho, cualquier ley despenalizadora de los abortos es un atentado contra los más débiles, que siempre son los seres humanos no nacidos.

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5.09.12

Papá Estado te dice lo que está bien y lo que está mal

Mira, hijo, no le dés más vueltas. Puede que tus papás biológicos te eduquen bien, pero yo no me fío del todo, así que me voy a encargar de enseñarte a distinguir el bien del mal, a comprender lo que es justo y a que a aprendas a ser un buen ciudadano. Sí, pequeñuelo, yo, Papá Estado, me voy a asegurar que asumas los valores en los que creo.

¿Cuáles son esos valores? Pues si te fijas en las leyes que emanan de mi augusta sabiduría, uno de ellos es el derecho que tenía tu madre biológica a matarte antes de nacer. También creo oportuno facilitar a tus padres la posibilidad de romper tu familia sin necesidad alguna de dar una razón objetiva que no sea el mero deseo de uno de ellos de separarse.

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3.09.12

El Año de la Fe

En breve va a dar comienzo el Año de la Fe. A semejanza del año sacerdotal, es una iniciativa del Papa Benedicto XVI, que busca obviamente señalar el camino por el que debe avanzar la Iglesia. Un camino, por otra parte, que no es otro que el propio Cristo.

La vida cristiana es necesariamente una vida de fe, pues sin fe no se puede agradar a Dios, ni entenderle y conocerle, ni serle fiel. “El justo vive de la fe” es una frase repetida en la Sagrada Escritura (p.e. Rom 1,7). En ese sentido, cada año de nuestras vida es un año de fe. Y cada día un día de fe. Y bien haríamos en dejar que la fe iluminara todas nuestras actividades, incluso las que creemos más intrascendentales. Quien permite que la gracia se apodere de su vida se convierte en fuente de agua viva de la cual pueden saciarse los demás.

Esa entrega en los brazos de la gracia y de la fe no empieza por un activismo exacerbado, sino por un silencio activo en el que se busca conocer la voluntad de Dios para nuestras vidas. Yerra gravemente el que se marca a sÍ mismo el camino de la santidad, pues si el Señor no nos concede la santificación, es imposible que nos santifiquemos. Bastante haremos con no ser obstáculo de la obra de Dios en nuestras vidas. Pero es Él quien obra, a su modo y manera, en el tiempo que quiere y de la forma que predispone. “Es Dios el que obra en vosotros el querer y el obrar según su beneplácito” (Flp 2,12). “Dejarle hacer a Dios“, decía san Francisco de Sales.

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1.09.12

El periodismo es más poderoso que cualquier Papa

No me he vuelto loco. No he apostatado de la fe católica al escribir el título de este post. Es una cita sacada de la Carta al Duque de Norfolk, escrita por el Beato Henry Newman en respuesta a las acusaciones contra el papado y la Iglesia Católica de William Ewart Gladstone, el estadista inglés más importante del siglo XIX, cuatro veces Primer Ministro por el partido liberal. La tesis de Mr. Gladstone se resume fácilmente: es tal la pretensión de soberanía papal sobre las conciencias de los católicos, que estos son antes súbditos del Papa que ciudadanos fieles a sus propias naciones.

El contexto histórico-religioso de la controversia entre el político británico y el cardenal beato converso si situa en el periodo inmediatamente posterior a la promulgación del dogma de la infalibilidad papal y la publicación tanto de la encíclica Cuanta Qura como del Syllabus del beato Pío IX. Sobre la naturaleza y/o caracter magisterial de este último documento, Newman hace unas reflexiones la mar de interesantes que convendría tener en cuenta a la hora de emitir juicios excesivamete pomposos sobre la perennidad de la literalidad de todas sus afirmaciones. Pero eso daría para otro post.

A lo que realmente se refiere el beato inglés es a la potencia comunicativa del periodismo. A finales del siglo XIX, cualquier discurso, homilía o documento magisterial papal tardaba meses en difundirse por todo el mundo, si es que llegaba a lograr semejante difusión. El efecto que podía tener sobre la vida de la Iglesia y sobre la conciencia de los fieles y los no católicos era, por tanto, de lenta asimilación. Sin embargo, la creación o formación de la opinión pública, que va unida siempre al periodismo, tanto en el ámbito meramente opinativo como en el del tipo de noticias que se da y la forma de darlas, tenía y tiene una inmediatez que hace que su eficacia, tanto para lo bueno como para lo malo, sea muy destacada.

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24.08.12

Dos cartas del cardenal Ratzinger a Monseñor Lefebvre (y III. Comentario)

Tras dar a conocer las dos cartas del Cardenal Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, a Mons. Marcel Lefebvre, creo oportuno dar mi opinión sobre la situación actual. La Fraternidad lleva cuarenta años rechazando la autoridad y los argumentos de la Santa Sede, empeñada en reintegrarla en la unidad de la Iglesia. Estos argumentos se mantienen siempre iguales, porque exponen siempre la misma verdad católica. Ya fueron formulados desde el principio del lefebvrismo por una carta del Papa Pablo VI a Mons. Lefebvre (11 octubre 1976). Las negritas en las citas siempre serán mías:

«Nada de lo decretado en ese Concilio, como en las reformas [litúrgicas] que Nos hemos decidido llevar a cabo, se opone a lo que la Tradición Bi milenaria de la Iglesia considera fundamental e inmutable. De todo esto somos Nosotros garantes, en virtud, no de nuestra cualidades personales, sino por la tarea que el Señor nos ha confiado como sucesor legítimo de Pedro y de la asistencia especial que nos ha prometido, como a Pedro: “He rogado por ti con el fin de que tu fe no desfallezca” (Lc 22,32). Con Nosotros es garante de esto el episcopado universal. Nuevamente, usted no puede distinguir lo que es pastoral de lo que es dogmático para aceptar algunos textos del concilio y rechazar otros».

La carta del Card. Ratzinger a Mons. Lefebvre (28 julio 1987), tratando de evitar la ordenación cismática de Obispos para la Fraternidad, reitera los mismos argumentos:

«Divinamente instituida, la Iglesia tiene la promesa de asistencia de Cristo hasta el final de los tiempos. El romper su unidad con un acto de plena desobediencia de su parte causaría incalculable daño y destruiría el futuro mismo de su trabajo debido a que fuera de la unidad con Pedro no se puede tener futuro sino solo la ruina de todo lo que desea y aspira… Dándole su interpretación personal a los textos del Magisterio estaría usted cayendo en el mismo liberalismo que pretende combatir. De hecho es a Pedro quien el Señor le ha confiado el gobierno de Su Iglesia; por lo tanto es el Papa el principal artesano de su unidad. Asegurado en la promesa de Cristo, el Papa nunca será capaz de oponerse a la Santa Tradición ni al magisterio auténtico. Excelencia, ¿considera mis palabras severas? Me gustaría expresarme de otra manera pero la gravedad del asunto no me permite otra elección».

Aunque en 1988, tras muchas negociaciones, se mostró Mons. Lefebvre dispuesto a firmar un Protocolo que le ofrecía-exigía la Santa Sede, al día siguiente se retractó. Y vino el horror de las ordenaciones episcopales cismáticas el 30 de junio de 1988.

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