Acabamos de publicar un artículo de Manuel Morillo en el que nos cuenta que el Corte Inglés ha decidido abrir sus centros de Madrid los días de Jueves y Viernes Santo. La medida, absolutamente legal dada la ley de la comunidad autónoma, indica mucho el respeto que la empresa tiene por la sacralidad de esos días. Es de suponer que una buena parte de sus empleados son católicos. Y entre ellos, habrá no pocos que sean practicantes. Pues como si son sintoístas. A trabajar esos días sí o sí.
En el empeño por liberalizarlo todo, a nivel laborar hace tiempo que se han cruzado unas líneas que cabe preguntarse en qué medida no chocan con el mandato del art. 16.3 de la Constitución:
Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española.
Si la legislación no respeta el domingo ni las fiestas religiosas, de manera que los empleados se ven obligados a trabajar esos días quieran o no, ¿en qué se hace visible ese “tener en cuenta las creencias” de los españoles?
Comprendo que hay ámbitos del servicio público que no pueden quedarse sin atender en eso días. Por ejemplo, médicos, policías, bomberos, etc. Luego está el sector de la hostelería y la restauración, los cines y demás negocios dedicados al ocio. El fin de semana es el momento ideal para hacer caja. Pero es que vamos camino de una desacralización completa de unas festividades cuyo origen, no lo olvidemos, es religioso.
No creo que sea mucho pedir que al menos las fiestas católicas por excelencia -Navidad y Semana Santa- se vieran libres de ese afán economicista en el que todo vale con tal de vender. No creo que quien quiera comprarse un televisor de última generación sufra mucho si en vez de poder adquirlo el Viernes Santo lo hace al día siguiente o cualquier sábado por la tarde. El sacropagano derecho liberal al consumo se construye sobre la destrucción del sacrosanto derecho a practicar la fe en los días dispuestos para tal fin.
Incluso dejando de lado el ámbito religioso, se puede argumentar en contra de esta absoluta liberación de horarios comerciales el hecho de que atenta contra la convivencia familiar. Los niños ven como sus padres tienen que trabajar precisamente los días en que más tiempo podrían pasar con ellos. Pero claro, ya sabemos que en el actual sistema económico los más pequeños no pasan de ser potenciales clientes a los que vender todo tipo de artilugios para que pasen las horas embobados dándo a las teclas o los mandos de una consola.
Atrás quedan los tiempos en que el domingo era no solo el día del Señor sino el día de la familia. Poco a poco nos hemos ido arrodillando ante el dios Mamón. Ni lea peor de las crisis económica impide que muchos derrochen. Tengan o no tengan dinero para derrochar. Pagaremos las consecuencias, si es que no las estamos pagando ya.
Luis Fernando Pérez Bustamante