Que el papa Francisco no tiene una especial querencia por los mercados financieros y el sistema económico vigente en Occidente es algo conocido. Ya en la Evangelii Gaudium dejó claro lo que piensa y enseña:
Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La crisis mundial, que afecta a las finanzas y a la economía, pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo.
Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta.
(EG 55-56)
Por tanto, no es nuevo lo que dijo ayer a los participantes de la conferencia «Invertir en los pobres». No anduve yo muy lejos de sus palabras cuando el pasado cinco de noviembre escribí un post en el que decía que era un error:
5- Olvidar que el sistema financiero no tiene alma o está vendida al príncipe de este mundo. Recomiendo vivamente verse películas como Wall Street, de Oliver Stone, y Margin Call, de J. C. Chandor.
Se engañarían aquellos que piensen que el papa Francisco es el primero en apuntar con el dedo acusador a ese “ectoplasma” llamado “los mercados". En diciembre del 2008, Benedicto XVI dijo todo esto:
“Unas finanzas restringidas al corto o cortísimo plazo llegan a ser peligrosas para todos, también para quien logra beneficiarse de ellas durante las fases de euforia financiera”
“La función objetivamente más importante de las finanzas, el sostener a largo plazo la posibilidad de inversiones y, por tanto, el desarrollo, se manifiesta hoy muy frágil: se resiente de los efectos negativos de un sistema de intercambios financieros - en el plano nacional y global - basado en una lógica a muy corto plazo, que busca el incremento del valor de las actividades financieras y se concentra en la gestión técnica de las diversas formas de riesgo".
“La reciente crisis demuestra también que la actividad financiera está guiada a veces por criterios meramente autorrefenciales, sin consideración del bien común a largo plazo".
“La reducción de los objetivos de los operadores financieros globales a un brevísimo plazo de tiempo reduce la capacidad de las finanzas para desempeñar su función de puente entre el presente y el futuro, con vistas a sostener la creación de nuevas oportunidades de producción y de trabajo a largo plazo".
El problema, al menos tal como lo veo yo, es que los “malditos mercados” son los que deciden dónde, cómo, cuándo y en qué se invierte el dinero, y ponen las condiciones para invertir. Cuando los gobiernos se gastan más de lo que ingresan, necesitan pedir dinero y el que lo presta te acaba diciendo cuál ha de ser tu política económica. Y si en ese proceso muchos se quedan colgados de la brocha sin trabajo y sin recursos sociales que les ayuden a no caer en la pobreza, allá se las apañen.
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