6.12.14

¿Ama Dios a todos los hombres por igual?

Este es el primer post de una posible serie en la que plantearé preguntas sobre la fe católica. Cabe la posibilidad, aunque espero que no ocurra, de que yo crea que la respuesta correcta es la equivocada. En ese caso, doy por hecho que saldréis todos a ayudarme y sacarme del error.

Si veo que sale bien la cosa, vendrán más. Si no, pues será el primero y último.

De estas dos afirmaciones, ¿cuál creéis que es cierta según la fe católica?

- Dios ama a todos los hombres por igual.

- Dios ama a todos los hombres, pero ama más a los más santos. De hecho, son más santos porque Dios les ama más.

Al final del día, la solución.

Si queréis razonar vuestras respuestas, mejor. No publicaré ningún comentario hasta que dé la respuesta correcta, que incorporaré al post.

Luis Fernando Pérez

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Respuesta.

Tomado de:

Gracia y libertad –VI. Santo Tomás de Aquino

Dios no ama igualmente a todos los hombres. Y si alguien es más santo, es porque ha sido más amado por Dios. Es evidente que las criaturas existen porque Dios las ama: «Tú amas todo cuanto existe, y nada aborreces de lo que has hecho, que no por odio hiciste cosa alguna» (Sab 11,25). También es evidente que entre los seres creados, concretamente entre los hombres, hay unos mejores que otros, hay unos que tienen más bienes que otros. ¿Y de dónde viene que unas personas sean mucho más buenas que otras? Del amor de Dios. Dios no ama igualmente a todos los hombres. Y si uno es más bueno, es porque ha sido más amado por Dios.

Recuerdo un principio previo. El amor de Dios es muy diferente del amor de las criaturas. El amor de éstas es causado por los bienes del objeto amado: «la voluntad del hombre se mueve [a amar] por el bien que existe en las cosas» o personas. Por el contrario, «de cualquier acto del amor de Dios se sigue un bien causado en la criatura» (STh I-II,110, 1).

El amor de Dios es infinitamente gratuito, es un amor difusivo de su propia bondad: Dios ama porque Él es bueno. Así la luz ilumina por su propia naturaleza luminosa, no por la condición de los objetos iluminados. Y amando Dios a las criaturas, causa en ellas todos los bienes que en ellas pueda haber. Consecuentemente, si todos los hombres en alguna medida han recibido bienes de Dios, aquellos que han recibido más y mayores bienes los deben todos a un mayor amor de Dios hacia ellos.

Los santos, en sus autobiografías, dan con frecuencia testimonio agradecido de esta gran verdad, y a Dios atribuyen todo el bien que ellos tienen, que ciertamente es mucho mayor que el de otros hombres. «El Señor ha hecho en mí maravillas» (Lc 1,49). «¿Qién es el que a ti te hace preferible? ¿Qué tienes tú, que no hayas recibido?… Gracias a Dios soy lo que soy» (1Cor 4,7; 15,10).

Por tanto, Dios no ama más a una persona porque sea más perfecta y santa, sino que ésta es más santa y perfecta porque ha sido más amada por Dios. Esta verdad es constantemente proclamada en la Escritura. En ella resplandece el amor especial de Dios por su pueblo elegido, Israel, «el más pequeño» de todos los pueblos (Dt 7,6-8); por María, haciéndola inmaculada ya antes de nacer; por los cristianos, «elegidos de Dios, santos, amados» (Col 3,12); por «el discípulo amado», etc. Por eso Santo Tomás enseña que,

«por parte del acto de la voluntad, Dios no ama más unas cosas que otras, porque lo ama todo con un solo y simple acto de voluntad, que no varía jamás. Pero por parte del bien que se quiere para lo amado, en este sentido amamos más a aquel para quien queremos un mayor bien, aunque la intensidad del querer sea la misma… Así pues, es necesario decir que Dios ama unas cosas más que a otras, porque como su amor es causa de la bondad de los seres, no habría unos mejores que otros si Dios no hubiese querido bienes mayores para los primeros que para los segundos» (STh I,20, 3). Es éste un principio teológico fundamental, que aplica el santo Doctor al misterio de la predestinación (I,23, 4-5) y a toda su teología de la gracia (I-II,109-114).

Son muchos los cristianos que hoy ignoran estas grandes verdades, pues casi nunca les son predicadas. Y por eso se desconciertan cuando las oyen. Pero un cristiano que apenas las conozca, conoce mal, muy mal, el misterio de Dios y el de su gracia. Apenas entiende la maravilla sobrenatural de la vida cristiana.

José María Iraburu, sacerdote

5.12.14

El cardenal Scola señala dos cosas fundamentales

El cardenal y arzobispo de Milán, S.E.R Angelo Scola, ha concedido una importante entrevista al Corriere della Sera, uno de los principales periódicos italianos. Como cabía esperar, el reciente sínodo extraordinario sobre la familia ha sido el tema más tratado .

Aunque obviamente el titular que damos la mayoría de los medios de información religiosa está centrado en lo que dice acerca de la postura del Papa sobre las tesis del cardenal Kasper acerca de los divorciados vueltos a casar, cabe señalar dos aspectos que me parecen esenciales. El cardenal italiano, tras afirmar que no está de acuerdo con lo que propone el purpurado alemán, añade:

Ciertamente, la posición del magisterio me ha parecido, decididamente, la más seguida en las relaciones de los «círculos menores».

Llama muchísimo la atención que el cardenal reconozca que había dos posturas en el Sínodo. Una, la del magisterio. Otra, obviamente, no es la de dicho magisterio. Eso, por sí solo, lleva a preguntarse cómo es siquiera posible que haya cardenales y obispos que sostienen unas tesis que no son acorden con la enseñanza de la Iglesia sobre esta materia. ¿Y qué es lo que dice el magisterio? Esto:

En unión con el Sínodo exhorto vivamente a los pastores y a toda la comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida. Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza.

La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su práxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.

San Juan Pablo II, exhortación apostólica Familiaris Consortio, 84

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3.12.14

Buen servicio de HO a la causa política provida y profamilia en España

Hazte Oir prestó ayer un servicio inmejorable a la causa provida y profamilia en España desde el punto de vista de la acción política. Siendo una organización cívica que, en razón de ello, no tiene intención de presentarse a ninguna elección, ha entendido que es necesario que toda esa actividad en favor del derecho a vivir, de la institución familiar y de una educación que tenga como referente a los padres, acaba siendo defendida en las instituciones parlamentarias de este país, que es de donde emanan las leyes que pueden amparar y fomentar esos derechos. Manifestarse en la calle está muy bien pero si eso no se traduce en votos, nada cambiará.

En la tertulia (que pueden ver en este enlace), participaron representantes de Alernativa Española, Comunión Tradicionalista Carlista, Partido Familia y Vida y VOX. Los tres primeros fueron en una coalición (Impulso Social) a las últimas elecciones europeas, obteniendo unos exiguos resultados. VOX se quedó cerca de obtener un diputado, pero ese partido acaba de refundarse -como dijo Fernando Paz ayer- y por lo tanto, aunque seguramente es más conocido que el resto de siglas allí presentes, está por ver cuál podría ser el apoyo electoral que tendría presentándose de nuevo en solitario.

No creo necesario dar mi opinión sobre los temas debatidos. Llevo muchos años defendiendo la necesidad de que los principios no negociables apuntados por Benedicto XVI en su exhortación apostólica Sacramentum Caritatis (ver punto 83), tengan una presencia real y efectiva en la vida pública española, lo cual incluye la realidad política. Como varios obispos españoles se han encargado de recordar recientemente, no hay una sola formación política con presencia parlamentaria que defienda dichos principios. Muy al contrario, todas ellas los combaten. 

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2.12.14

Todavía quedan luteranos cristianos en Finlandia

El 75% de la población de los finlandeses son luteranos, y de ellos la inmensa mayoría pertenece a la “Iglesia Nacional Luterana de Finlandia” que es una de las dos “iglesias” (*) oficiales de dicha nación báltica. La otra es la Iglesia ortodoxa en Finlandia, a la que pertenece un 1,1% de los ciudadanos fineses. Ambas reciben la financiación del estado vía impuestos. De hecho, es obligado para los fieles de esas iglesias el pagar el impuesto religioso, de forma que si no quieren hacerlo, tienen que darse de baja de las mismas. Eso, dicho sea de paso, ocurre también en Alemania con católicos y luteranos, lo cual es un problema no pequeño para la Iglesia Católica allá, vista la secularización interna que padece.

Eso quiere decir que cuatro millones de finlandeses pertenecen nominalmente a comunidades eclesiales que profesan el cristianismo según lo enseñó Martín Lutero. Ahora bien, según reconocen los propios pastores luteranos, apenas un dos por ciento de los finlandeses acude al culto dominical cada semana. Por tanto, podríamos hablar de un total de entre 80-100.000 luteranos practicantes en el país.

La semana pasada el parlamento finés aprobó la ley del “matrimonio” homosexual. Inmediatamente, el primado eclesial de los luteranos del país, Mari Mäkinen, arzobispo de Turku, se manifestó a favor de dicha ley. Y a raíz de semejantes declaraciones, al menos doce mil luteranos se han dado de baja, por ahora, de la “Iglesia” oficial.

Aunque supongo que no hay manera de saberlo, es altamente probable que la mayoría de esos doce mil provengan de los luteranos practicantes. Si tan solo diez mil lo fueran, tendríamos que alrededor del 10% de los luteranos practicantes le han dicho adiós con la mano a su “iglesia”. Y eso en apenas un fin de semana. 

¿Qué significa esto? Pues que muchos de los escasísimos cristianos que quedan en ese país no parecen dispuestos a estar al cuidado pastoral de un sujeto que nigunea miserablemente la Escritura. Y significa también que el luteranismo oficial está podrido hasta la médula, cosa que algunos llevamos diciendo desde hace años. No en vano quedan muy pocas cosas que los luteranos “oficialistas” de divesos países europeos no se atrevan a hacer. Por tener, tienen hasta obispas lesbianas con pareja.

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30.11.14

¿Quién consideraría legítima una reconciliación lograda a costa de la verdad?

La unidad de los cristianos es tan deseable, que Cristo pidió al Padre por ella. Por tanto, toda iniciativa dirigida a lograr dicha unidad es loable, siempre que tengamos en cuenta que no habrá unidad verdadera posible renunciando a la verdad. Esto no lo digo yo. Lo dijo San Juan Pablo II en su encíclica Ut unum sint:

18. Basándose en una idea que el mismo Papa Juan XXIII había expresado en la apertura del Concilio, 31 el Decreto sobre el ecumenismo menciona el modo de exponer la doctrina entre los elementos de la continua reforma. No se trata en este contexto de modificar el depósito de la fe, de cambiar el significado de los dogmas, de suprimir en ellos palabras esenciales, de adaptar la verdad a los gustos de una época, de quitar ciertos artículos del Credo con el falso pretexto de que ya no son comprensibles hoy. La unidad querida por Dios sólo se puede realizar en la adhesión común al contenido íntegro de la fe revelada. En materia de fe, una solución de compromiso está en contradicción con Dios que es la Verdad. En el Cuerpo de Cristo que es « camino, verdad y vida » (Jn 14, 6), ¿quién consideraría legítima una reconciliación lograda a costa de la verdad? La Declaración conciliar sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae atribuye a la dignidad humana la búsqueda de la verdad, « sobre todo en lo que se refiere a Dios y a su Iglesia », y la adhesión a sus exigencias. Por tanto, un « estar juntos » que traicionase la verdad estaría en oposición con la naturaleza de Dios que ofrece su comunión, y con la exigencia de verdad que está en lo más profundo de cada corazón humano.

Dicho lo cual, el papa Francisco ha afirmado lo siguiente en Estambul (antigua Constantinopla) ante el Patriarca Bartolomé I:

La plena comunión no significa si sumisión ni absorción, sino acogida de todos los dones que Dios nos ha dado a cada uno… Para llegar a la meta deseada de la plena unidad, la Iglesia católica no pretende imponer condición alguna.

Ciertamente la fe católica no se puede imponer. El hombre es libre para aceptarla por gracia o puede rechazarla por su condición pecaminosa o por algún tipo de ignorancia invencible que puede disminuir e incluso anular su culpabilidad. Pero la verdad completa está y seguirá estando en el mismo lugar que siempre. Es decir, en el depósito de la fe que únicamente es guardado de forma completa por la Iglesia Católica. El resto de iglesias y comunidades eclesiales cristianas no lo custodian de forma íntegra. Es más, rechazan de forma abierta no pocos de sus puntos. En algunos casos, muchos.

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