20.11.15

Quien se sabe salvo por gracia no presume de nada

Llevamos tiempo escuchando la idea de que hay una serie de cristianos que se creen más santos que nadie, más perfectos que el resto y que, instalados en esa presunción, se dedican a acusar a los que se arrastran por el fango del pecado.

Demos por hecho que existen cristianos así. No creo conocer a ninguno, pero acepto que los hay. Son unos pobres miserables. Lo son por dos razones:

1- No tienen nada que no se les haya dado. No hay un gramo de santidad en sus vidas, si es que lo hay, que no sea puro don. Hasta sus méritos personales, de tenerlos, son fruto de la gracia operante de Dios en sus vidas. Por tanto, ¿de qué presumir? ¿de qué gloriarse? Como dijo San Pablo:

 ¡Que yo nunca me gloríe más que en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo! (Gal 6,14)

2- Todos, absolutamente todos, han pasado y/o pasan por un proceso en el que han estado enfangados en el pecado. Ciertamente estamos llamados a la santidad, pero quienes por pura gracia han avanzado más en el camino que otros hermanos en la fe, deben ser mano tendida en el proceso de esos hermanos y no dedo acusador.

Ahora bien, esa mano tendida que han de ofrecer los que han progresado en su camino de santidad no puede consentir en pretender que quienes están atados a un cristianismo carnal y esclavizados todavía por graves pecados sigan en esa situación, como si la misma fuera invencible o incluso deseable. Quien vive en santidad es fuente de gracia para los demás, es prueba viva de que el pecado no tiene la última palabra. No puede haber orgullo espíritual. La soberbia es quizás el pecado más peligroso y no puede formar parte de quienes andan guiados por el Espíritu Santo.

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18.11.15

Para saber bien quién es Mons. Pedro Casaldáliga

Llevamos unas semanas en las que el medio de comunicación religioso neo-oficialista (*) por excelencia, Religión Digital, está en plena campaña de marketing y loa permanente a la figura de Mons. Pedro Casaldáliga, CMF, obispo emérito de San Félix de Araguaia (Brasil).

Lo último es la publicación de una “Carta de la Pastoral de la Juventud al apóstol de la Amazonia, Pedro Casaldáliga, ejemplo de esperanza y rebeldía para la juventud".

Pues bien, no hay nada mejor para saber quién es este obispo, que tiene ya 87 años, que copiar la carta que dirigió en su día a Fidel Castro:

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17.11.15

Yo también sé escribir así

Dios es bueno y misericordioso, nos ama tal y como somos, y no quiere que ninguno se sienta excluido independietemente de cuál sea su situación. La Iglesia está para acompañar a los hombres de manera que se sientan acogidos y respetados, dejando atrás tiempos de exclusión, condenas y anatemas. Las divisiones del pasado entre cristianos son eso, pasado. Nada que no se pueda solucionar con un poco de buena voluntad y la firme intención de caminar juntos.

Respecto a las otras religiones, no debemos ser exclusivistas. Todas tienen en mayor o menor medida semillas de la verdad y en eso debemos fijarnos, en vez de caer en proselitismos sectarios que violentan la paz y fraternidad universal entre los hombres a la que todos estamos llamados.

La opción preferencial por los pobres, entendida bajo parámetros de un humanismo esperanzador y optimista, ha de ser el lei motiv de cualquier cosa que haga la Iglesia en los siglos venideros. Nuestra principal misión es darles de comer y de beber, y de luchar solidariamente para, con nuestras capacidades humanas, cambiar el sistema económico injusto.

Aunque puede haber sitio para quienes añoran liturgias antiguas, recargadas y poco comprensibles para el hombre moderno, el camino a recorrer consiste en hacer celebraciones participativas, innovadoras, donde se deje fluir el espíritu que guía al pueblo de Dios por nuevos caminos de comprensión y comunión 

Debemos desechar cualquier idea de un Dios colérico, que castiga a los hombres, que los condena al infierno u osa hacerles pasar por un purgatorio antes de llegar al cielo. El infierno, de existir, seguramente está vacío, pues Dios es amor.

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15.11.15

El que no reza al Señor, reza al diablo

El fundamentalismo islámico parece empeñado en relacionar al actual Occidente con la cruz, con el cristianismo. En sus soflamas aparece en repetidas ocasiones la idea de que están luchando contra los cruzados. Parecen anhelar aquellos tiempos en que el Islam conquistó casi toda España y llegó a las puertas de Viena. Sin embargo, nada más lejos de la realidad.

Occidente hoy, especialmente la Vieja Europa, es un ejemplo de apostasía, no de fidelidad a sus raíces históricas. Aunque los padres de la Unión Europea eran cristianos, hoy esa Unión es más hija de la Viuda que de Dios Padre. Hablamos de un continente donde naciones enteras cayeron bajo el yugo del nazismo (que venció unas elecciones) y del comunismo, que se apoderó de la Gran Rusia ortodoxa -tercera Roma-. Y que pretende que el referente principal sean los principios de la Ilustración, que no solo fue anticristiana en su letra y espíritu sino en su aplicación práctica -p.e, masacre de la Vendée, cristeros mexicanos, II República española-. Ilustración, dicho sea de paso, que no era sino el hijo natural de la Reforma protestante. No es casual que el mayor avance del islam en el corazón de Europa se diera mientras la antigua Cristiandad era aniquilada por las guerras intestinas nacidas del cisma y la herejía luterano y sus derivadas.

La Europa de hoy no es la Europa de los grandes santos que la fundaron. Es la Europa del aborto, la poligamia a plazos (divorcios y adulterios), de la falta de práctica religiosa, etc. Sí, queda una gran masa de bautizados, pero en su mayoría han dejado a un lado cualquier atisbo de fe.

El papa Francisco, en su primera homilía como Obispo de Roma y sucesor de san Pedro, dijo, citando a Leon Bloy: «El que no reza al Señor, reza al diablo» porque «cuando no se confiesa a Jesucristo se confiesa la mundanidad del demonio». Pues bien, Occidente hace ya bastante tiempo que parece rezar más al diablo que al Señor. Y las consecuencias las tenemos a la vista.

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14.11.15

La guerra llegó a Europa

Francia, y con ella Europa y el resto de Occidente, amanece hoy en estado de conmoción. La nación francesa ha sufrido el mayor ataque desde la II Guerra Mundial. Ciento veintiocho personas -todavía no es oficial la cifra definitiva- han fallecido a manos de ocho yihadistas que sabían que pagarían con su propia vida el acto de guerra que iban a cometer.

Porque, conviene tenerlo claro, esto no es mero terrorismo. Es una guerra que transcurre mayormente en Oriente Medio pero que asoma sus garras en el continente europeo. Y las guerras se ganan o se pierden. Dificilmente suele haber un punto medio.

Antes de seguir, debemos recordar que los cristianos tenemos un arma verdaderamente eficaz: la oración. Por encima de todo, hoy toca rezar por las víctimas mortales, los heridos y sus familias. Toda pérdida de un ser querido supone un dolor enorme, pero cuando se produce en circunstancias así, ese dolor parece amplificarse. 

Occidente ve ahora en las calles de una de sus ciudades más emblemáticas lo que viene siendo el pan nuestro de cada día en las poblaciones de Siria e Irak. Esta guerra no es nueva. Simplemente está llegando a nuestros hogares. El Ejército Islámico -ISIS, DAESH o como quieran llamarlo- advirtió que traerían el terror al Viejo Continente. Y lo han hecho.

Si Obama, Putin, Hollande y Cameron se sentaran en una habitación durante un par de horas con la intención de acabar militarmente con esta guerra, las horas del ejército yihadista estarían contadas. Por supuesto, sería necesario mandar soldados a la zona y no limitarse a bombardear sentados ante una consola de ordenador. Esta guerra no se ganará jugando desde una XBox o una PlayStation.

El problema es que unos y otros tienen diferentes intereses “geoestratéticos". El dinero que financia las actividades de los yihadistas no llueve del cielo cual maná asesino. Occidente asistió complacido a la desaparición de regímenes totalitarios de caractes laico y a cambio hemos recibido lo que hoy ven nuestros ojos. Por ejemplo, si a estas alturas alguien cree que la clave es decidir si Assad sigue como presidente de Siria, es que no hemos aprendido ninguna lección.

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