La comunión de los santos y su parodia
A veces, cuando uno lee la noticia del último disparate eclesial, se asombra y piensa: ¿Cómo ha podido suceder esto? ¿Por qué nadie lo impide? ¿Están ciegos? Y al cabo de un par de horas o un par de días el escándalo se olvida, hasta que llega la noticia de un nuevo disparate eclesial y uno se indigna de nuevo y se pregunta otra vez el porqué.
Hoy me he desayunado con uno de esos escándalos: una Misa “de carnaval” en Alemania que comienza con un espectáculo de acróbatas y saltimbanquis, donde el diácono predica burlándose del celibato sacerdotal y suscita un gran aplauso entre la concurrencia, donde uno de los sacerdotes se viste de mujer antes de ponerse a cantar canciones de juerga en la Iglesia y donde un pastor protestante recibe solemnemente la Comunión.
Lo cierto es que este escándalo indignante y los demás que vemos en titulares y en la televisión no son acontecimientos independientes y casuales, aunque la forma de presentarlos en los medios de comunicación pueda dar esa impresión. Todo está relacionado y unos escándalos llevan casi indefectiblemente a otros. En particular, la gran masa de escándalos desconocidos, ya sea porque se ocultan intencionadamente o porque son tan habituales en algunos lugares que dejan de ser noticia, es la que alimenta, sostiene y protege los escándalos que aparecen en primera plana.

Un sabio lector del blog (Roblete) dejó ayer un comentario que me llamó mucho la atención. Decía: “La conciencia de los pecados propios es una gracia que Dios concede y que debemos pedir con humildad”. Me ha parecido una frase muy profunda, a la par que sencilla.
Una de las desventajas de tener un blog en el que se discuten multitud de temas es que uno se encuentra con una gran cantidad de sofismas, es decir, de argumentos que aparentemente son correctos, pero en realidad adolecen de un vicio oculto que los inutiliza y los lleva a conclusiones erróneas.
Cuando no puedas más y la vida cristiana se te haga pesada o imposible, lee vidas de santos. Para eso nos regala el Señor a los santos, para que su ejemplo avive en nosotros la llama vacilante de su amor, despierte en nuestro corazón el celo por el Evangelio y nos devuelva la alegría que el pecado y los quehaceres del mundo nos arrebatan.



