Un consejo de amigo para Jon Sobrino: que proteste
Ahora que ha pasado un cierto tiempo desde la notificación de la Congregación para la Doctrina de la Fe a Jon Sobrino y la cuestión y los ánimos se han enfriado un poco, me voy a permitir darle un consejo de amigo.
Es cierto que no conozco personalmente al Padre Sobrino, así que, ordinariamente, no se me consideraría su amigo. Sin embargo, los cristianos vemos las cosas de otra forma. Como dice Santo Tomás, la caridad a la que los cristianos estamos llamados es, en esencia, la amistad entre Dios y el hombre. Pero Dios no se para ahí, sino que quiere que los que le aman se amen también entre sí, de manera que la amistad con Dios lleva, necesariamente, a la amistad con los demás “amigos de Dios”.

Hoy quiero ofrecer a los lectores un regalo. En vez de aburrirles con mis disquisiciones, voy a presentarles algunos párrafos de la Carta a Diogneto, un escrito cristiano del año ciento y pico después de Cristo, es decir, ¡de hace unos 1.900 años!. Ya verán que lo que dice es totalmente actual y muchas de las cosas podrían haberse escrito ayer.
La primera parte de este artículo ha sufrido la crítica de un lector (Tovical) que me ha parecido, por lo importante del tema que trata, digna de una respuesta algo extensa.
Acabo de leer, en Rumores de Ángeles, el resumen de las características que un grupo de curas valencianos desean para su nuevo obispo y me he molestado en leer el documento original en valenciano. Daría mucho de que hablar, pero hoy sólo voy a comentar una de esas características que exigen.
Ayer se escribieron varios artículos, aquí en Religión Digital y en otros medios, sobre la ex-parroquia de Entrevías. En la mayoría de ellos, se celebraba la anunciada posibilidad de un acuerdo entre los sacerdotes en cuestión y Monseñor Rouco y se deseaba que nada impidiese dicho acuerdo. Lo cierto es comparto totalmente esta preocupación y espero que puedan entenderse con el Cardenal. Dios quiere que todos los hombres se salven y los sacerdotes de Entrevías son también hijos amados de Dios y, por lo tanto, hermanos míos aunque no los conozca.



