Bendigamos las casas
El otro día vino un sacerdote a bendecir mi casa y, aunque no tengo mucho tiempo, me gustaría dejar por escrito cinco reflexiones rápidas antes de que las olvide.
1) Quien encuentra un sacerdote con fe y con celo, encuentra un tesoro. Qué gran regalo nos ha hecho Dios con el sacerdocio. Si un cáliz sagrado es precioso por estar consagrado al Señor, mucho más lo será un hombre ungido para hacer presente al mismo Cristo entre nosotros. Recemos por los sacerdotes, seamos cariñosos con ellos, ayudémoslos en todo lo que podamos y demos continuamente gracias por ellos a Dios.