Palabra de antiprofeta
No sé si mis lectores recordarán al pobre José Arregui. Digo pobre porque, después de alejarse tanto de la fe de la Iglesia que ya no podía verla ni con catalejo, le retiraron la licencia canónica en 2010 y terminó por dejar la orden franciscana y el sacerdocio. Desde entonces, sigue dedicado a escribir sobre temas de Iglesia, diciendo los mismos disparates pero ya sin que sus escritos le importen a nadie (excepto a los jesuitas de Deusto, que, en un alarde de discernimiento, lo mantienen como profesor de su universidad).
Aún así, yo diría que merece la pena leer lo que escribe, porque uno puede aprender mucho. Arregui tiene la admirable facultad de apostar siempre por el caballo erróneo en temas teológicos, el instinto infalible del antiprofeta para elegir invariablemente la opción menos católica entre dos posibilidades cualesquiera.

Hace dos o tres días, se hicieron públicas unas declaraciones del cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich y presidente de la Conferencia Episcopal Alemana muy breves pero no por ello menos interesantes. Además de señalar que en cuestiones de atención pastoral, “el Sínodo no puede prescribir en detalle lo que tenemos que hacer en Alemania”, también afirmó que:
Hace unos días, se celebró en Roma un congreso de movimientos y organizaciones católicas convocado para tratar sobre los temas planteados en el Sínodo extraordinario sobre la familia del año pasado y como preparación para el de este año. En él participaron ochenta grupos diferentes y, gracias a Dios, se defendió con claridad la doctrina católica.




