Las restricciones mentales del P. Spadaro SJ
Polémicas matrimoniales (XL).
Tras la finalización del Sínodo de Obispos sobre la Familia y la publicación de su Relación final, se han producido diversas interpretaciones de ese documento, algunas sensatas e imparciales y otras menos sensatas y menos imparciales. Me temo que entre las segundas se encuentra la realizada por el P. Antonio Spadaro SJ, director de La Civiltà Cattolica, que a veces se considera órgano oficioso del Vaticano. La gravedad de sus declaraciones es mayor en cuanto que el P. Spadaro es uno de los consejeros más cercanos al Papa Francisco.
Hasta donde puedo ver, el texto en el que el P. Spadaro interpreta la Relación final del Sínodo es, siento decirlo, un cúmulo de restricciones mentales y omisiones inaceptables de la verdad, al servicio de un objetivo ideológico. En conjunto y desde un punto de vista hermenéutico, podría definirse como un ejercicio continuo de la eiségesis, es decir, el error de introducir la propia ideología en el texto que se interpreta, en vez de considerarlo de forma imparcial y subjetiva para extraer (exégesis) su contenido real. Desde el punto de vista periodístico, se podría hablar simplemente de una gran falta de profesionalismo.

Lo más curioso de todas estas polémicas matrimoniales es que son una repetición, algo más virulenta, de otras que se produjeron hace un cuarto de siglo. Las mismas propuestas se defendieron ya en aquel entonces. Incluso algunos de los protagonistas eran los mismos (como el cardenal Kasper). Por supuesto, la Iglesia ya respondió a esas propuestas con toda claridad y reafirmando la fe católica en multitud de documentos magisteriales: Familiaris Consortio, Donum Vitae, Humanae Vitae, documentos de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Catecismo de la Iglesia Católica y un largo etcétera.
Ahora que, por fin, se ha acabado el Sínodo de los obispos, creo que a todos nos hace falta algo para hacernos olvidar el mal sabor de boca de ciertas intervenciones, que, por decirlo de alguna manera, no han sido precisamente edificantes. Así pues, usaremos el agere contra ignaciano: para quitar de la boca el sabor mundano a relativismo y desesperanza, nada mejor que el buen sabor de la santidad.
Polémicas matrimoniales (XXXVIII).
    
            




            
            
            
            
            
            


