Santa Catalina de Siena y el dulce Cristo en la tierra

“¡Es que esta santa lo tiene todo!”, me decía mi mujer, mientras revisaba las pruebas de impresión del último libro que he traducido. No le faltaba razón, teniendo en cuenta que el libro es una vida nada menos que de Santa Catalina de Siena. Se trata de una santa que no puede dejar a nadie indiferente, porque los dones que recibió de Dios fueron abundantísimos: desde el desposorio espiritual a los estigmas, desde el don de profecía al de curación o la cardiognosis, tanto el deseo de soledad como la sed del martirio y multitud de visiones de Cristo, nuestra Señora y los santos desde la más temprana edad.
Algo similar podría decirse de los honores que le ha otorgado la Iglesia. Además de estar canonizada, es patrona de la ciudad de Roma, de toda Italia y también de Europa. A pesar de que solo aprendió a leer y escribir con dificultad, principalmente para poder rezar el oficio divino, Pablo VI la declaró doctora de la Iglesia, la segunda mujer de la historia en recibir este honor después de Santa Teresa. El tratado espiritual que dictó, Diálogo de la divina Providencia, ha ayudado a millones de católicos y sigue siendo muy leído en la actualidad.








