¿Estaba Dios en Haití?
Estos días estamos todos conmovidos por la catástrofe de Haití. Una vez más la naturaleza parece que se ensaña contra la vida de los hombres. Nos hablan de más de 200.000 muertos y tres millones de afectados. Uno de cada cuatro habitantes del país. Las televisiones nos han mostrado imágenes terribles. Hemos visto personas semienterradas pidiendo auxilio, madres afligidas llorando sobre sus hijos muertos, cadáveres amontonados en las calles.
Ante el sufrimiento de tanta gente inocente, no puede faltar quien plantea la pregunta de la audacia humana: ¿Cómo Dios puede permitir esto? Si es verdad que el mundo fue creado y está regido por un Dios bueno, ¿cómo es posible que ocurran estas calamidades? Algunos, con apariencia de una radical honestidad, dan un paso más: Ante estos hechos, vale más pensar que no hay ningún Dios en el Cielo. Si lo hubiera sería un ser muy cruel y muy injusto. El sufrimiento de los inocentes ha sido y está siendo argumento, aparentemente insuperable, para muchos ateos. Recordemos las novelas y el teatro de Albert Camus. Estos cuestionamientos parecen intelectualmente honestos y humanamente solidarios. En el fondo, por lo menos objetivamente, son bastante hipócritas, tirando a impíos, pues culpan a Dios de nuestros males sin preguntarnos por nuestra propia culpabilidad. ¿Podemos culpar a Dios de estas desgracias?”.