21.11.18

Peripecias, gracias y cruces de las pequeñas fundaciones nacientes


Hoy entrevistamos a la Madre Benedicta de María Herrera, Superiora de la comunidad de monjas contemplativas de Schola Veritatis. Quizá los lectores recuerden la entrevista que ya hicimos a estos monjes y monjas que marcharon a lo más remoto de América, en la Patagonia chilena, para dedicarse a alabar a Dios y a interceder por todos.

Hace algo más de un año, les forzaron a abandonar su pequeño monasterio (donde yo tuve la gracia de visitarlos) y tuvieron que fundar uno nuevo en un lugar aún más apartado, en las montañas. Sus peripecias para convertir un lugar salvaje en una casa de oración donde Dios sea lo único importante recuerdan poderosamente a las historias de los primeros cartujos, benedictinos y cistercienses. Quizá en estos monasterios, como decíamos el otro día, esté la clave de la reconstrucción de la civilización cristiana. Dios mueva nuestros corazones para ayudarlos en lo posible.

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19.11.18

Resultados del concurso: nuevos poetas laureados

Es un placer anunciar, con las fanfarrias y fastos oportunos (que quedan a la imaginación del lector por falta de presupuesto), los ganadores del Segundo Gran Concurso de Poesía Espada de Doble Filo: los justamente famosos, coronados de argénteos laureles y merecidamente envidiados diez nuevos poetas laureados del blog. Sean sus nombres escritos con letras de oro en los anales del arte, su gloria nunca se extinga y bríndese a su salud con bebidas generosas de Roma a Vladivostok y desde Nuuk hasta la Patagonia austral.

Reconociendo humildemente mi incapacidad para elogiar debidamente tal derroche de genialidad, cedo la palabra al jurado unipersonal, también conocido en ocasiones como Yolanda Obregón, para que describa los poemas premiados.

¡Enhorabuena a todos!

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16.11.18

Pequeños monasterios

“La mayor contribución a la restauración del orden de la sociedad humana en su conjunto sería la fundación en cada ciudad, población y área rural de comunidades religiosas contemplativas, comprometidas con la vida de silencio consagrado, de modo que el silencio esté presente en nuestro trabajo y en nuestros días como el árbitro vigilante de un partido, para juzgar y medir todos nuestros ruidosos logros. La razón principal por la que el sexo se está despedazando a sí mismo en todas las violentas variantes de esterilidad intencionada es que muy pocos viven la virginidad consagrada y fecunda y la razón fundamental por la que nuestras discusiones y comités han llevado a la esterilidad del escepticismo es que aún hay menos personas que vivan el silencio fecundo y consagrado”.

John Senior, La restauración de la cultura cristiana, 1983

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13.11.18

Lo más importante

Mi hijo menor, el cuatroañero, sabe apreciar el silencio, una habilidad que bastantes nonagenarios se mueren sin haber conseguido aprender. Cuando vamos en coche, a menudo está callado durante mucho tiempo, pensando en sus cosas, hasta que, repentinamente, dice algo que permite vislumbrar sus elucubraciones.

El otro día, yendo por la mañana hacia el colegio, preguntó, sin ningún tipo de introducción: “Mamá, ¿a que ir al colegio no es lo más importante?”.

A pesar de lo temprano de la hora, mi esposa ni siquiera pestañeó. El pequeñajo ya nos tiene acostumbrados a las preguntas más curiosas, desde las relativas al concepto de infinito (que a él le fascinan y que mi mujer directamente suele responder con “eso se lo preguntas a tu padre”) hasta temas bastante más complejos (el otro día preguntó con total seriedad: “Mamá, ¿por qué papá se casó contigo?”, quizá intuyendo que la pregunta complementaria, sobre por qué ella se casó conmigo, superaba la limitada capacidad de la razón humana).

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9.11.18

Por qué no entendemos las parábolas (II)

En el artículo anterior sobre este tema, veíamos que una de las razones por las que no entendemos las parábolas es que las confundimos con cuentecillos que ya conocemos y que, por lo tanto, no hay que tomar en serio. Cuando queremos tomárnoslas más en serio, sin embargo, lo que conseguimos es… engañarnos también, pero de forma más seria. Las parábolas no pueden ser meros cuentecillos, nos decimos, porque eso no es serio ni provechoso. Tienen que ser algo más “religioso” y, condicionados por años de considerar que “religioso” equivale a “moral", consideramos que las parábolas son cuentecillos pero con moraleja. Es decir, fábulas, como la de la zorra y las uvas.

Esta tendencia es muy comprensible. A fin de cuentas, la humanidad lleva milenios componiendo fábulas como forma de transmitir enseñanzas morales. El mismo refranero es una expresión minimalista de esta tendencia, reducida a las puras moralejas. Acostumbrados a los cuentos, refranes y fábulas que hemos escuchado desde niños, al escuchar una historia, esperamos que termine con una moraleja, una aplicación moral de la historia. Y si la historia no termina con moraleja, la inventamos.

De este modo, una multitud de cristianos “comprometidos” y respetables, están convencidos de que el significado de las parábolas es su moraleja, el principio moral que revelan. La parábola de los talentos significa que hay que aprovechar los dones que tiene cada uno; la del trigo y la cizaña que no es realista aspirar a la perfección; la del sembrador que cada uno debe hacer todo lo que puede; la de las vírgenes sabias y necias que tenemos que ser previsores, la del deudor que hay que tratar a los demás como queremos que nos traten, la del juez y la viuda que debemos ser persistentes y no desanimarnos y la del pobre Lázaro que hay que cuidar de los pobres.

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