13.07.20

Somos mucho peores de lo que creen

Hace un par de semanas, uno de los ateos residentes en InfoCatólica pasó por Espada de doble filo para dirigirnos un cariñoso saludo a los católicos blogueros, lectores y comentaristas: “¿quién va a querer parecerse a ustedes?”. Por si no quedaba claro, lo aderezó con la simpática idea de que “para que la buena gente haga cosas malas hace falta la religión”.

Confieso que no pude evitar sonreír. Lo cierto es que, por muy enfadados que estén, y parecen estarlo habitualmente, los ateos me resultan siempre tiernos y entrañables. Hay un algo de ingenuidad en sus protestas e infructuosos intentos de cinismo que reconforta el corazón como un cuento de Navidad.

Una de las ideas más tiernas e ingenuas que parecen tener, y lo digo sin ironía alguna, es la de que los cristianos somos muy malos. En consecuencia, no se cansan de señalar esa maldad que detectan en nosotros, con la satisfacción del que ha encontrado un argumento irrefutable contra sus adversarios. ¡Criaturitas! La realidad, la terrible y casi insoportable realidad, es que somos muchísimo peores de lo que creen. Incomparablemente peores. Casi me atrevería a decir que infinitamente peores.

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11.07.20

9.07.20

Una sugerencia canónica sobre el acceso al Papa

No suelo hacer sugerencias sobre las leyes canónicas que rigen a la Iglesia universal (en primer lugar, porque no estoy suficientemente capacitado para hacerlo y, en segundo, porque muchas de mis sugerencias empezarían por la escasamente canónica medida de “dar una patada en el trasero a…”). En este caso, sin embargo, me voy a atrever a hacer una sugerencia, confiando en que, de todas formas, nadie le prestará mucha atención.

Es una idea muy sencilla. Se trata de incluir un canon en el Código de Derecho Canónico que establezca que todo cardenal tendrá el privilegio de ser admitido a presencia del Papa cuando lo considere necesario, sin necesidad de citas previas, ni de obtener el visto bueno de secretarios o curiales en general. A fin de cuentas, los cardenales son las personas específicamente encargadas de asesorar al Papa en el gobierno de la Iglesia. ¿Cómo van a hacer eso si no pueden expresarle sus preocupaciones?

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6.07.20

Nostalgia del cielo 3

Solo es una foto antigua de una mujer arrodillada que reza el rosario por sus difuntos, pero, a poco que uno tenga algo de fe y sensibilidad, podrá vislumbrar en ella la fe católica hecha carne y la nostalgia de un cielo real, necesario y en ocasiones casi tangible, en el que Dios destruirá la muerte para siempre y enjugará las lágrimas de todos los rostros. El rosario de esta mujer, ofrecido por los muertos, es un ancla en medio de las tempestades de la vida, a menudo el único ancla que permanece firme cuando el mundo parece no tener sentido, las preguntas quedan sin respuesta y el dolor no se puede soportar.

Hasta hace muy poco tiempo, casi todo el mundo tenía esa ancla o, al menos, sabía que el ancla existía y que se podía acudir a ella. Si uno lee casi cualquier devocionario o texto espiritual católico de, digamos, los mil años anteriores a la mitad del siglo XX, una de las primeras cosas que saltan a la vista es el empeño universal en rezar por los difuntos, la presencia constante de las almas del purgatorio en la mente de los fieles y la conciencia de que rezar por los que habían muerto era una obra de misericordia y uno de los principales deberes del católico.

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18.06.20

Viven en las tinieblas y nos da igual

La oración de laudes de esta mañana dice, con una tranquila seguridad: “Dios todopoderoso y eterno: a los pueblos que viven en tiniebla y en sombra de muerte, ilumínalos con tu luz, ya que con ella nos ha visitado el sol que nace de lo alto, Jesucristo, nuestro Señor”.

Y yo me pregunto: si nos tomamos en serio lo que dice la liturgia de la Iglesia, ¿no habrá que deducir exactamente eso, que los pueblos que no conocen a Cristo viven en tinieblas y en sombras de muerte? Sí, gracias a Dios vislumbran alguna verdad, de lejos y confusamente, pero lo cierto es que viven en tinieblas. A oscuras. Entonces, ¿no será que lo que más necesitan esos pueblos es la fe católica, la luz del sol que nace de lo alto y que es Jesucristo nuestro Señor?

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