31.07.25

Newman y la crisis de la Iglesia

“El episcopado, cuya acción fue tan pronta y concordante en Nicea ante el auge del arrianismo, no desempeñó, como clase u orden, un buen papel en los problemas posteriores al Concilio; mientras que los laicos sí lo hicieron. El pueblo católico, a lo largo y ancho de la cristiandad, fue el defensor obstinado de la verdad católica, y no los obispos. Por supuesto, hubo grandes e ilustres excepciones […] pero, en general, considerando la historia en su conjunto, nos vemos obligados a decir que el cuerpo gobernante de la Iglesia no estuvo a la altura, mientras que los gobernados fueron preeminentes en fe, celo, valentía y constancia.

Es un hecho muy notable, pero tiene una moraleja. Quizás se permitió para inculcar en la Iglesia, en el mismo momento en que pasaba de sufrir persecución a su larga ascensión temporal, la gran lección evangélica de que no son los sabios y poderosos, sino los desconocidos, los ignorantes y los débiles quienes constituyen su verdadera fuerza. Fue principalmente gracias al pueblo fiel que el paganismo fue derrocado; fue gracias al pueblo fiel, bajo la dirección de Atanasio y los obispos egipcios y, en algunos lugares, con el apoyo de sus obispos o sacerdotes, que la peor de las herejías fue resistida y erradicada”.

John Henry Newman, Los arrianos del siglo cuarto (1833)

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28.07.25

El escándalo de Marta y María

Todos los años por estas fechas, cuando se lee en Misa el evangelio de Marta y María, sucede lo mismo, como en uno de los antiguos cines de sesión continua: unos no escuchan, así que no se dan cuenta de nada; otros se escandalizan por lo que dice el evangelio y refunfuñan por lo bajo, y los sacerdotes, en general, intentan explicar el pasaje evangélico de modo que no escandalice a nadie, señalando (correctamente) que tan santa es Marta como María, que tanto la acción, como la contemplación son necesarias, que Marta hizo mal en quejarse de su hermana y consideraciones similares.

Todo muy comprensible, pero, por alguna razón, no termina de funcionar y, al año siguiente, muchos fieles vuelven a sentirse escandalizados, de nuevo los sacerdotes intentan desescandalizarlos sin mucho éxito y vuelta a empezar. A mi entender, la solución a este peculiar eterno retorno está más bien en darse cuenta de que no hay que desescandalizar a los fieles, porque es bueno que la lectura les escandalice.

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21.07.25

El grave y olvidado pecado de la gula

La gula parece a veces el “hermano pobre” de los pecados capitales. Casi nadie se lo toma en serio (excepto los niños, que son los que paradójicamente se toman todo en serio). En la mente de la gran mayoría de los católicos, se trata de un mero “pecadillo” que nunca es grave, resulta muy difícil de cometer en la práctica y más parece una reliquia de tiempos pasados y rigoristas que algo que nos tenga que preocupar a nosotros.

Como casi siempre que miramos con suficiencia y superioridad a nuestros padres en la fe, los que no nos enteramos de nada somos nosotros. Es cierto que la gula puede ser, y muchas veces es, un mero pecado venial, pero es falso de toda falsedad que no sea nunca grave. Es más, me atrevo a decir que es uno de los pecados graves y veniales más frecuentes, a pesar de que a menudo los que caen en él ni siquiera lo consideran un pecado.

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17.07.25

¿Dueños de la verdad?

Uno de los reproches que más frecuentemente se nos hace a los católicos es que nos creemos que somos dueños de la verdad, poseedores de la verdad o cosas semejantes. Cuando alguien nos lo echa en cara, suelo reprimir una sonrisa. ¡Mira que hay cosas que se nos pueden reprochar y eligen esa! Es como si acusaran a Goliat de ser un taponcete o al hombre más gordo del mundo de estar desnutrido.

Los católicos somos hombres como los demás, débiles y pecadores, ciertamente, pero hay cosas que, por definición, tenemos mucho más claras que los que no han recibido la gracia de la fe. Una de ellas es que no somos dueños de la verdad, sino justo lo contrario. ¡Somos los únicos que, literalmente, nos arrodillamos ante ella!

Se creen dueños de la verdad el político que la retuerce para sus propios fines, el relativista que piensa que tiene “su” verdad o el cínico que presume de estar por encima de lo verdadero y de lo falso. Los cristianos, por el contrario, por muchos que sean nuestros defectos y pecados personales, tenemos como centro de nuestra fe la adoración de la Verdad, porque Cristo mismo es la Verdad.

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12.07.25

Alfa y Omega: promocionando el sincretismo de Pablo d’Ors

A pesar de que no es Cuaresma, me he puesto a leer los numerosos artículos de Pablo d’Ors o elogiosos sobre Pablo d’Ors que hay en los archivos de Alfa y Omega. Esta amplia presencia es muy significativa, teniendo en cuenta que don Pablo es conocido por su sincretismo, su relativización de la única mediación de Cristo o su rechazo de la doctrina de la Iglesia sobre la Eucaristía, el sacerdocio y los demás sacramentos, entre otros muchos disparates.

Al asomarme a lo que difunde Alfa y Omega de Pablo d’Ors quería despejar una incógnita. ¿Habrá seleccionado el semanario algunas partes de lo que dice don Pablo que sean más compatibles con el catolicismo y así no destruyan la fe de sus lectores? Desgraciadamente, la respuesta es que no, en absoluto. Se trata de textos que rezuman un sincretismo elevado a la enésima potencia, para el que todo da igual. Al parecer, la Verdad no es Cristo, ni se encuentra en la revelación del Hijo de Dios, porque, según se nos dice, “la verdad es gestación, fruto del diálogo y del encuentro”. En efecto, don Pablo nos asegura que “no se puede ser religioso sin ser interreligioso en el mundo de hoy”, de manera que cada religión contribuya con su perspectiva, presumiblemente válida.

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