Algunas ideas para no sobredimensionar el papado
Quizá uno de los mayores logros del pontificado del Papa Francisco haya sido demostrar sin lugar a dudas y de forma algo traumática que, en los últimos dos siglos, se ha producido un sobredimensionamiento práctico del papado, hasta adquirir en ocasiones tintes casi idolátricos. A veces parece incluso que el Papa sea la Iglesia, como si no hubiera nada más en ella o no se necesitase otra cosa.
Me pide un lector que escriba sobre lo que se podría hacer para evitar caer en ese error práctico (porque, desde el punto de vista de los principios, la doctrina sobre el papado del Concilio Vaticano I está muy clara). Me gustaría atender su petición, pero, como la cuestión es espinosa y mis luces intelectuales son más escasas aún que mi atractivo físico, en lugar de dar mi opinión me ha parecido más oportuno traer al blog el sermón que pronunció hace varios siglos sobre este mismo problema el ilustre predicador Fray Eusebio de Rocatajante, en presencia del papa de la época, Narciso IV.
Fray Eusebio, además de ser un santo varón y maestro de la oratoria, tenía la laudable costumbre de dedicar sus sermones a lo que necesitaban escuchar sus oyentes y no a lo que les gustaría escuchar, lo que le granjeó problemas sin cuento y un par de visitas amistosas de la Santa Inquisición. Dicen los historiadores que al papa Narciso no le agradó mucho este sermón en concreto, pero nuestro predicador consiguió salir con bien de su atrevimiento gracias a que, por oscuras razones genealógicas, era a la vez sobrino y tío del papa.