La intrigas políticas produjeron, de rebote, la elección de un Papa santo
LA ELECCIÓN DE SAN PÍO X O CÓMO DIOS ESCRIBE DERECHO CON RENGLONES TORCIDOS
Han pasado ya más de cien años desde el cónclave que en agosto de 1903 eligió como Papa al cardenal Giuseppe Melchiorre Sarto. El último Pontífice que ha sido proclamado santo, un gran Papa pastor que dio la posibilidad a los niños pequeños de hacer la primera comunión. Del siguiente episodio, que se remonta a la época de su episcopado en Mantua, emerge la gran libertad interior del papa Sarto. Un día, paseando por la ciudad con el rector del seminario, pasó delante del cementerio judío. Le preguntó a su acompañante si rezaría el De profundis por los muertos que allí reposaban. El monseñor le respondió que no. Entonces el obispo Sarto se quitó el sombrero y rezó el salmo entero, diciéndole al joven sacerdote: «Mire, ahora nosotros hemos hecho nuestra parte. El Señor hará la suya. Porque en ninguna parte está escrito que la teología del Señor es como la que enseñan los padres jesuitas de la Universidad Gregoriana».
León XIII, fallecido a la edad de 93 años después de un cuarto de siglo de pontificado, dejaba una herencia nada fácil. Muchos cardenales querían un cambio “pastoral”, un papa “no político” ni “diplomático”. El candidato con más posibilidades era, en cambio, un purpurado que encarnaba la otra línea, la de continuidad directa con León XIII. Era un noble y piadoso siciliano, Mariano Rampolla del Tíndaro, hasta entonces secretario de Estado. La mayor parte de los cardenales franceses apoyaba su elección, pero Austria se oponía por su política de apoyo a las aspiraciones de los eslavos en los Balcanes. El emperador de Austria decide valerse de un antiguo derecho de veto concedido a las grandes monarquías católicas para impedir la elección de Rampolla.
El obispo de Cracovia, Jan Puzyna de Kozielsko, fue informado del veto. Según algunos, la iniciativa nació del mismo cardenal, que la defendió ante el anciano Francisco José que era reacio a usar ese derecho. Informados de la “exclusión”, los cardenales austro-húngaros deciden indicar dos nombres de cardenales: Serafino Vannutelli y Girolamo Maria Gotti, este último carmelita prefecto de Propaganda Fide. Hay algunos cardenales, entre ellos el arzobispo de Milán, Andrea Carlo Ferrari, que desean una candidatura con un perfil claramente pastoral. Y ven en el patriarca de Venecia, Sarto, al hombre ideal. Su nombre, sin embargo, no aparece en las previsiones de la víspera. Pero es interesante señalar que, antes del comienzo del cónclave, los periódicos dan por fracasada la candidatura de Rampolla del Tíndaro. La tarde del 31 de julio entran en el cónclave sesenta y dos cardenales.