No hay Europa cristiana sin San Benito de Nursia. Los pilares de la Europa Cristiana (II)
Cuando uno visita no lejos de Roma el monasterio de Subiaco, il Sacro Specco, y lee la lista esculpida en marmol de los monjes benedictinos que evangelizaron los diversos paises de Europa, del este al oeste y del norte al sur, entiende perfectamente porqué San Benito es, quizás sin haberlo pretendido, el «Padre de Europa»
Proclamado Patrono de Europa por Pablo VI, y único como tal hasta que Juan Pablo II nombró también a San Cirilo y San Metodio, hablar de él es hablar de Europa, como ha recordado recientemente Benedicto XVI (Papa que le tiene especial devoción y habla de él y de su obra con frecuencia):
«Por su moderación, su humanidad y su sobrio discernimiento entre lo esencial y lo secundario en la vida espiritual, ha podido mantener su fuerza iluminadora hasta hoy. Pablo VI, al proclamar el 24 de octubre de 1964 a san Benito patrono de Europa pretendía reconocer la obra maravillosa desempeñada por el santo a través de la Regla para la formación de la civilización y de la cultura europea. Hoy Europa, que acaba de salir de un siglo profundamente herido por dos guerras mundiales y por el derrumbe de las grandes ideologías que se han revelado como trágicas utopías, se encuentra en búsqueda de la propia identidad. Para crear una unidad nueva y duradera, ciertamente son importantes los instrumentos políticos, económicos y jurídicos, pero es necesario también suscitar una renovación ética y espiritual que se inspire en las raíces cristianas del continente, de lo contrario no se puede reconstruir Europa.
Sin esta savia vital, el hombre queda expuesto al peligro de sucumbir a la antigua tentación de querer redimirse por sí mismo, utopía que de diferentes maneras, en la Europa del siglo XX, ha causado, como ha revelado el Papa Juan Pablo II «un regreso sin precedentes en la atormentada historia de la humanidad» (Insegnamenti, XIII/1, 1990, p. 58). Al buscar el verdadero progreso, escuchemos también hoy la Regla de san Benito como una luz para nuestro camino. El gran monje sigue siendo un verdadero maestro del que podemos aprender el arte de vivir el verdadero humanismo.»