Eusebio de Cesarea: La última persecución antes de la paz de Constantino
LOS SUFRIMIENTOS FINALES DE LA IGLESIA POCO ANTES DE LA PAZ CONSTANTINIANA
HISTORIA ECCLESIASTICA
(versión española de Argimiro Velasco-Delgado, en BAC)
LIBRO VIII, 14
(…) Majencio, que en Roma se había constituido en tirano, comenzó fingiendo tener nuestra fe, por agradar y adular a pueblo romano, y por esta razón ordenó a sus súbditos interrumpir la persecución contra los cristianos, simulando piedad y pensando que así aparecería acogedor y mucho más suave que sus antecesores.
2- A la verdad, no apareció en las obras tal como se esperaba que sería, sino que, viniendo a dar en toda clase de sacrilegios, no descuidó una sola obra de perversidad y desenfreno, y cometió adulterios y toda clase de corrupción. Por ejemplo, separando de sus maridos a sus legítimas esposas, las ultrajaba de la manera más deshonrosa y luego se las remitía de nuevo a los maridos; y ponía cuidad en no emprender esto con gentes insignificantes y oscuras, antes bien, se cebaba espacialísimamente en los más eminentes de los mismos que se habían ganado los primeros puestos del senado romano.
3- Todos los que estaban a su merced, plebeyos y magistrados, famosos y gente vulgar, todos estaban cansados de tan terrible tiranía, y aunque estaban en calma y soportaban su amarga esclavitud, sin embargo, no se daba cambio alguno en la sanguinaria crueldad del tirano. Efectivamente, a veces con un pretexto baladí daba carta blanca a su cuerpo de guardia para ejecutar una matanza entre el pueblo, y así fueron asesinadas muchedumbres incontables del pueblo romaneen medio de la ciudad, y no por obra de las lanzas y armas de escitas y bárbaros, sino de los propios ciudadanos.
4- Así, por ejemplo, no es posible calcular el número de senadores asesinados con miras a apoderarse de sus fortunas, pues fueron infinitos los eliminados en diferentes ocasiones y por diferentes causas, todas inventadas.
5- Pero el colmo de los males empujó al tirano hasta la magia. Con vistas a la magia hacía abrir en canal a mujeres encinta, escudriñar las entrañas de niños recién nacidos o degollar leones, y creaba algunas abominables invocaciones sobre demonios y un sacrificio conjurador de la guarra, pues él tenía puesta toda su esperanza en estos medios para lograr la victoria.