A los diez años de un documento polémico pero, una vez más, acertado
MUY CRITICADO AL PUBLICARSE, EL TIEMPO LE ESTÁ DANDO LA RAZÓN
Se ha cumplido en este año el décimo aniversario de la Declaración “Dominus Iesus", elaborada por la Congregación vaticana para la doctrina de la Fe, publicada e principios de agosto del 2000 y que como ocurre con este tipo de documentos, no siendo documento papal tiene sin embargom su autoridad, ya que como bien se explica al final, “El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en la Audiencia del día 16 de junio de 2000, concedida al infrascrito Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con ciencia cierta y con su autoridad apostólica, ha ratificado y confirmado esta Declaración decidida en la Sesión Plenaria, y ha ordenado su publicación“.
Sería una Declaración más de las muchas que publica este dicasterio, todas de gran importancia sin duda, pero que a veces quedan en el círculo de los expertos, que suelen ser teólogos, profesores y los mismos obispos. Pero resultó no ser una declaración más pues tuvo una resonancia mediática impresionante, y sobre ella hablaron no sólo periodistas sino intelectuales, líderes de otras confesiones yhasta algún político de los que les gusta enmendar la plana al Vaticano sin haberse leído los documentos.
El documento, como se recordará, respondía a una pregunta que se había formulado en el dicasterio vaticano: Si Cristo es un profeta más, y todas las religiones son iguales, entonces, ¿qué sentido tienen el Evangelio y la Iglesia? En respuesta a esta pregunta, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó la declaración, en la que se reafirma el carácter único y universal de la salvación traída por Cristo. Como explicó entonces el Prefecto de la Congregación, Cardenal Ratzinger, el documento afrontaba un tema de gran importancia y que sin duda iba a doler en la sociedad actual (incluido el mundo de las religiones): El relativismo.
“En el animado debate contemporáneo sobre la relación del Cristianismo y las otras religiones, se difunde cada vez más la idea que todas las religiones son para sus seguidores vías igualmente validas de salvación. Se trata de una opinión sumamente difundida non solo en ambientes teológicos, sino también en sectores cada vez más amplios de la opinión pública católica y no católica, especialmente aquella más influenciada por el orientamiento cultural hoy prevalente en Occidente, que se puede definir, sin temor de equivocarnos, con la palabra: relativismo.“