Hace 1025 años Rusia se hizo cristiana
EL INFLUJO DE UNA ABUELA EN EL ESPÍRITU DEL NIETO LLEVÓ A LA CONVERSIÓN DE RUSIA
Los orígenes de la actual Rusia hunden sus raices en la historia a través de un personaje poco conocido para los occidentales y sobre el que realmente se sabe poco, el jefe Riurik (Rodrigo, en castellano), nacido en 830. Probablemente danés de Jutlandia, de la casa real de Haithabu, hay quien lo identifica con el príncipe Hrorek de Dorestad, hijo del noveno monarca de este linaje. Hay debate sobre la forma en la que Rurik llegó a controlar el Ladoga y Nóvgorod. La única información sobre él se encuentra en la Crónica de Néstor del siglo XII, que afirma que chuds, eslavos, merias, veses y krivichs “llevaron a los varegos más allá del mar, rechazaron pagarles tributo, y se establecieron para gobernarse a si mismos”.
Después las tribus comenzaron a pelear entre sí y en 862 decidieron invitar a Rurik para restablecer el orden. Éste acepto la invitacion y, tras someter la zona del lago Ladoga, fundó en 859 la ciudad de Veliki Novgorod, que gobernó hasta su muerte en 879. De este modo tuvo inicio el principado que, trasladada su capital a Kiev, en 882 por Oleg, uno de sus descendientes, fue conocido como la Rus de Kiev, que perduró hasta 1240, la época de la invasión mongola. Una serie de familias principescas supervivientes descienden por vía patrilineal de Rurik, hasta el último pariente suyo que gobernó Rusia, Basilio IV, murió en 1612.
De modo independiente, cuenta la tradición que poco tiempo de la fundación de Kiev, mucho antes que la conquistase Oleg, llegó de Grecia a dicha ciudad un obispo que comenzó a predicar a sus habitantes el Evangelio y a hablar de los milagros de Dios relatados en el Antiguo y Nuevo Testamento. Sigue narrando la tradición que los rusos -que así llamaremos a los varegos, según una etimología bastante posible- al oír decir que los tres niños no se quemaron en el horno encendido de Babilonia según el libro de Daniel, interrumpieron al predicador y dijeron: “Si no vemos algo parecido, no creeremos en tu historia”. El obispo, después de rezar a Dios, se atrevió a poner el Evangelio en el fuego y el libro sagrado permaneció intacto, hasta las cintas que marcaban las hojas preparadas para la lectura, no se quemaron. Parece ser que debido al impacto de este milagro, muchos de ellos se bautizaron.
Después de Riurik, fue su pariente Oleg quien gobernó el país. Éste fue tomando el control de las ciudades del Dniéper y capturó Kiev, controlada anteriormente por los varegos Askold y Dir, a donde finalmente trasladó su capital desde Nóvgorod. La nueva capital era un lugar idóneo para lanzar una incursión contra Constantinopla en 911. Según la Crónica de Néstor o Primera Crónica Rusa, los bizantinos intentaron envenenar a Oleg, pero el líder varego demostró sus poderes proféticos rechazando beber de la copa con vino envenenado. Tras haber clavado su escudo en la puerta de la capital imperial, Oleg ganó un tratado comercial favorable, que finalmente fue muy beneficioso para ambas naciones. Aunque las fuentes bizantinas no registraron estas hostilidades, el texto del tratado ha sobrevivido en la Crónica de Néstor. Lo que sí sabemos es que en Constantinopla concertó Oleg un tratado muy ventajoso para Rusia, un contrato comercial con los griegos.
Según la Crónica de Néstor, Oleg murió en 913 y su sucesor, Igor de Kiev, gobernó desde entonces hasta su asesinato en 944. El nuevo príncipe sitió dos veces Constantinopla, en 941 y 944, y, debido a que su escuadra había sido destruida por el fuego griego, firmó un tratado con el emperador. Al relatar este hecho, el cronista recuerda que la guardia de Igor juró en Kiev la observancia de este tratado: los paganos delante del ídolo Perún, y los cristianos en la catedral de San Elías, lo que indica que en Kiev, en aquel tiempo, hasta en la guardia había cristianos y existía una catedral.
El joven príncipe Igor contrajo matrimonio con Olga, de origen varego, probablemente nacida hacia el 890, quizás en Pskov. Aunque no tenemos muchas noticias sobre sus orígenes, si se ha conservado la tradición sobre su gran belleza y gran inteligencia. El matrimonio se debió realizar hacia el 903 y se sabe poco de la princesa hasta la muerte de su marido, asesinado en 945. La crónica de Néstor asocia la muerte del príncipe a sus excesivas ganancias, indicando que intentaba recolectar tributos por segunda vez en el mismo mes. Como resultado de esto, Olga modificará después el sistema de recolección de tributos.
Al enviudar, debido a la corta edad de su hijo Sviatoslav, la princesa viuda gobernó la tierra rusa. Mujer de carácter, una de las primeras cosas que hizo fue vengar la muerte de su marido. Cuenta la crónica que para los enemigos de su patria era temible pero el pueblo ruso la amaba y la estimaba como a su propia madre por su misericordia, su sabiduría y su sentido de justicia. Cuando Sviatoslav si hizo hombre, en 964, la princesa Olga pudo dedicarse más a la beneficencia.
Predispuesta hacia el cristianismo por sus conversaciones con los sacerdotes de Kiev, pudo conocer la fe cristiana. En un viaje suyo a Constantinopla para tratar sobre la paz, en el año 957, decidió bautizarse, con el nombre de Elena. La historia cuenta que el sacramento lo celebró el patriarca Poliecto, en el trascurso de una magnífica recepción que ofreció la corte a la princesa, siendo El emperador Constantino VII su padrino. Y como nos movemos en el campo de las tradiciones, no está demás citar una proveniente del mundo ortodoxo, según la cual el Emperador, viendo su belleza exterior y la grandeza interior, le pidió que se casara con él. Ella dijo que ella no podía hacerlo antes de que ella fuera bautizada; ella le pidió además que fuera su padrino. Después de que ella fue bautizada, el Emperador repitió su propuesta de matrimonio. Ella contestó que ahora él era su padre espiritual, y que incluso entre paganos era nunca oyó hablar de un padre que se casara a su hija. Constantino, aceptando ser burlado por ella airosamente, él la envió a su tierra con sacerdotes y sagrados textos e iconos como regalos.
Como era de esperar, Olga, de vuelta a su tierra y ya cristiana, trató de convencer a su hijo a hacerse cristiano, pero con escaso resultado, pues su hijo el príncipe Sviatoslav, no cedió a sus persuasiones. Sin embargo, por aquellas vueltas que da la vida, la persuasiva viuda obtuvo resultados años después en su nieto Vladimiro, el hijo de Sviatoslav y la princesa Malusha, al que se preocupó de educar cristianamente. Gran labor la de las abuelas en la transmisión de la fe, sobre todo cuando los padres se despreocupan de esta importante misión.
No fue fácil la cosa y, de hecho, siendo ya príncipe de Kiev todavía Vladimiro permanecía como pagano a pesar de que el cristianismo había ganado muchos adeptos. La citada Crónica de Nestor afirma que “la lujuria de Vladimiro era insaciable”. Se cuenta, quizás con cierta exageración que llegó a tener 800 concubinas y numerosas esposas, erigiendo además estatuas y templos paganos por la Rus. Sin embargo, por consejo de sus allegados, envió a varios emisarios a estudiar las religiones de varios de los países vecinos que le habían pedido que se uniera a sus respectivas religiones. Finalmente, recordando las enseñanzas de su abuela y movido por sus buenos ejemplos, se convirtió al cristianismo, influyendo también en su decisión la maravilla de sus emisarios al llegar a Constantinopla y ver las ceremonias que la Iglesia Bizantina había preparado para ellos en la impresionante Santa Sofia.
En el año 988, negoció la mano de la hermana del emperador Basilio II, Ana Porfirogeneta, segunda hija del emperador de Oriente Romano II. Fue la primera boda realizada entre una princesa griega y un bárbaro, para lo cual Vladimiro fue bautizado antes de poder formalizar el matrimonio. El bautizo y el matrimonio le hicieron a Valdimido grandes cambios en su carácter. A su regreso a Kiev, derribó todos los monumentos paganos y construyó numerosas iglesias, entre ellas la iglesia de la Dormición de la Virgen, la primera iglesia de piedra de Kiev, y ordenó su construcción entre 989 y 996 para conmemorar el bautismo de la Rus de Kiev.
No todas las fuentes coinciden con esta versión de la conversión del príncipe Vladimiro. Sin embargo, existe otra versión sobre la conversión de Vladimiro al cristianismo. En el año 987, Bardas Sclerus y Bardas Phocas se rebelaron contra el emperador Basilio II. Los dos rebeldes unieron fuerzas por un tiempo, pero poco después Bardas Phocas se autoproclamó emperador. Basilio pidió al Rus de Kiev ayuda, aunque en esa época se consideraban enemigos. Vladimiro accedió a cambio de la mano de su hermana, y aceptó convertirse al cristianismo ortodoxo, que sin duda conocía por influjo de su abuela, además de por la presencia creciente del cristianismo en la vida pública de Kiev. Cuando los arreglos para la boda terminaron, Vladimiro envió 6000 tropas al imperio bizantino y pusieron fin a la revuelta.
Pero, sea cual sea la ocasión próxima de esta especie de bautismo por la fuerza o por conveniencia, sin duda fue el impulso que hizo que el cristianismo se llegase a extender por toda Rusia, incluso a imponerse. Ciertamente no fue una cosa automática, ni siquiera rápida. Durante la época de Vladimiro la nueva religión no llegó probablemente más que a los nobles y a los comerciantes ricos y tampoco el desarrollo posterior del cristianismo fue tan rápido como se ha pretendido, ya que el paganismo fue cediendo el terreno poco a poco. Sin embargo, tradicionalmente se ha considerado la conversión de Vladimiro el punto de inflexión, con el comienzo del declinar del paganismo y el imponerse del cristianismo.
Vladimiro fue considerado desde antiguo un santo por los cristianos rusos. El culto que se tributó desde el antiguo se debió no sólo a que había sido un pecador arrepentido, sino a que había iniciado la reconciliación del pueblo ruso con Dios y había sido el Apóstol de Rusia, elegido por el cielo. La Crónica de Néstor explica que San Vladimiro recibió el perdón y la gracia de Dios, en tanto que “muchos otros hombres rectos y religiosos se apartaron del camino de la verdad y perecieron". A lo que parece, el arrepentimiento y la fidelidad del príncipe fueron sinceros y, a este propósito, un cronista afirma: “Cuando se dejaba llevar de la pasión y había caído en pecado, trataba inmediatamente de compensarlo con la penitencia y la limosna”.
Incluso hay quien afirma que Vladimiro, después de su conversión, se preguntaba si tenía derecho a castigar con la pena de muerte a los bandoleros y a los asesinos. Tales escrúpulos sorprendieron a los misione-ros griegos, quienes apelaron al testimonio del Antiguo Testamento y de la historia de Roma para probar que los príncipes cristianos tenían el de deber de castigar a los malvados. Pero parece ser que tales argumentos no convencieron del todo a Vladimiro. Aunque su pueblo dependió en lo religioso del patriarcado Bizancio, envió embajadores a Roma, ayudó al obispo alemán San Bonifacio durante su misión entre los paganos y aún llegó a copiar ciertas costumbres canónicas del occidente, como la de los diezmos, que no existía entre los bizantinos. En realidad, Rusia no interrumpió sus relaciones con la Iglesia de occidente sino hasta la época de las invasiones de los mongoles.
Vladimiro murió en Berestovo, en 1015, después de haber repartido todos sus bienes entre sus amigos y los pobres, según se cuenta. Su cuerpo fue desmembrado y distribuido ente sus numerosas fundaciones sagradas y venerado como reliquia. Los rusos, los ucranios y otros pueblos, celebran solemnemente su fiesta.
6 comentarios
Tenemos que hablar con más precisión.
estas crónicas históricas tuyas son preciosas, y hoy especialmente valiosas, porque se ignora la historia, se desprecia lo que se ignora, y esto también influye en el pueblo cristiano. Para un cristiano católico han de serles contemporáneos SPablo, SIgnacio de Antioquía, SAgustín, el príncipe ruso Vladimiro, la Reina Isabel, StaTeresa, etc. etc. etc. En la Liturgia de las Horas, p.ej., se mantienen vivas y audibles las palabras de SIgnacio de Antioquía o de San Juan de Ávila, como si fueran contemporáneos nuestros. Y en cierto modo lo son. Un católico de verdad es necesariamente tradicional, histórico. Y el conocimiento del pasado le ayuda a entender el presente (cosa hoy tan infrecuente) y a proyectar el futuro. Y sus crónicas ayudan mucho a esto.
Dios se lo pague.
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