Santo Toribio, defensor y padre del indio (I)
LOS PRIMEROS AÑOS DEL GRAN OBISPO DE LIMA
José Antonio Benito Rodríguez
I.TORIBIO ALFONSO MOGROVEJO ANTE LA HISTORIA
La figura del segundo auténtico Santo Padre de América, va cobrando el puesto histórico que le corresponde. Tenemos la mejor prueba con motivo del IV Centenario de su muerte, celebrado el pasado 27 de abril del 2006. Nuestra olvidadiza Lima, celebró por todo lo alto el IV Centenario de su muerte La Universidad Nacional de San Marcos en la persona de su rector Dr. Manuel Burga conmemoró la incorporación del Santo como doctor honoris causa, el Presidente del Congreso, Marcial Ayaipoma, a nombre del Congreso de la República, condecoró a Santo Toribio de Mogrovejo con la con el grado de Gran Cruz en Grado Póstumo. Mientras que el alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio, entregó la medalla de la ciudad de Lima al Santo Arzobispo. El Enviado Especial del Papa Benedicto XVI, Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, en la clausura del Congreso Académico Internacional Santo Toribio de Mogrovejo manifestó que una de las enseñanzas que debemos rescatar de Santo Toribio de Mogrovejo es su valentía de aceptar la voluntad del Señor con total disponibilidad y de entregarse al ejercicio de su ministerio sin reservas hasta el momento de su santa muerte:
He quedado muy impresionado con la polifacética personalidad de nuestro Santo y puedo asegurarles que, si bien conocía algo de su santa e intensa vida, es ahora cuando he podido conocerlo y quiero junto con ustedes dar gracias al Señor por haber regalado al Perú y a toda América tan Santo y egregio Pastor…Hoy, a cuatro siglos de su paso por este mundo, los esfuerzos del Santo Arzobispo se notan en cada templo y poblado del territorio peruano, donde la devoción a la Eucaristía y a la Virgen son los medios que acrecientan y alimentan su fe y esperanza y, sobre todo, lo que enciende sus corazones de caridad…Debe decirse en la celebración del IV Centenario de la muerte de Santo Toribio que su testimonio de vida, su santidad, sabiduría, celo apostólico, caridad y gobierno pastoral han dejado huellas imborrables en la historia eclesial del Perú y del Continente y que los llamados a ejercer el ministerio episcopal hoy en nuestra América Latina debemos estudiar y conocer mejor su ejemplar vida porque es mucho lo que nos puede enseñar.
Nadie como él encarnó el perfil trazado por Juan Pablo II en su exhortación postosinodal Pastores gregis encaminada a valorar la triple misión (el “munus”) de los obispos (enseñar, santificar y regir) proponiéndoles “el ejemplo de Pastores santos, tanto para su vida y su ministerio como para la propia espiritualidad y su esfuerzo por adaptar la acción apostólica” (n.25).
Nacido en Mayorga (Valladolid-España) en 1538 y fallecido en Zaña, Perú, 1606), contaba 39 años cuando fue elegido como segundo arzobispo de Lima; debió interrumpir sus estudios de doctorado en derecho civil y canónico por la Universidad de Salamanca al ser nombrado juez inquisidor de Granada. Sin pasar por ningún seminario, fue ordenado diácono, sacerdote y obispo en pocos meses, llega al Perú, donde desde el 1581 acomete la aventura de ser pastor de una de las diócesis más grandes del mundo, cuyo territorio se extendía del Océano Pacifico a la selva de la Amazonia y a los valles inaccesibles de los Andes, en un mundo en transformación y lleno de contradicciones. Efectivamente, la sociedad incaica del Tahuantinsuyo había sido conquistado hacía cincuenta años, sufriendo una metamorfosis con la presencia española que puso las bases de la nueva sociedad mestiza de la peruanidad.
Toribio “no perdió su tiempo”: se puso manos a la obra construyendo la Iglesia, que él denominaba “la nueva cristiandad de las Indias”. Trece sínodos diocesanos, tres concilios provinciales –especialmente el tercero de 1582- con sus instrumentos catequéticos como el Catecismo trilingüe (en castellano, quechua y aymara) –primer libro publicado en América del Sur-, las Visitas pastorales, en las que llegó a cada pueblo de su dilatada diócesis recorriendo más de cuarenta mil kilómetros, son los pilares de una civilización cristiana donde las distancias entre las culturas y las tradiciones fueron encontrando en la profundización de la fe el camino de la unidad y de la identidad. Como Pablo en la primitiva Iglesia; Benito, Cirilo y Metodio en la Europa medieval; Francisco de Sales, Carlos Borromeo y Francisco Javier en la Reforma Católica, o Juan de Zumárraga y Tata Vasco en América este gran misionero indica que en un mundo multicultural y multiétnico la fe cristiana induce al encuentro y al diálogo, a la pasión para que la verdad de Cristo sea conocida como respuesta a la exigencia de infinito que constituye el corazón de cada hombre. Como otro Cristo, se hizo servidor de todos apostando por un mundo de verdad, libertad y hermandad. Su vida de contemplativo en la acción fructificó en santos como Rosa de Lima, Martín de Porres, instituciones como el Seminario o el Convento de Santa Clara, organizaciones como nuevas cofradías, parroquias, poblados, leyes y costumbres del nuevo Perú.
Tal fue la importancia de su testimonio episcopal que el mismo Papa Juan Pablo II lo declaró, a pedido de los mismos Pastores latinoamericanos, Patrono de los Obispos de América Latina. Cuando el Papa vino a Perú, y tuvo que hablar a sus pastores, no encontró mejores palabras que trazar una semblanza sobre su “figura profética, central en vuestras Iglesias”, a la luz de los desafíos de nuestro tiempo. En aquel encuentro celebrado en Lima, en la casa de la Conferencia Episcopal, 2 de febrero de 1985, destacó: “En Santo Toribio descubrimos el valeroso defensor o promotor de la dignidad de la persona […] El fue un auténtico precursor de la liberación cristiana en vuestro país (Perú) […] El supo ser a la vez un respetuoso promotor de los valores culturales aborígenes”.
Entre los diversos aspectos de la rica personalidad de Mogrovejo descuella su gran preocupación por los nativos, los indios, los pobres más pobres de todos los pobres de su tiempo Su formación jurídica, su profesión de abogado y juez en el tribunal de la Inquisición, su aprendizaje como docente universitario al lado de su tío Juan de Mogrovejo, se proyectará en una misión solidaria al servicio de los demás desde su puesto de pastor. Como tal le tocará legislar, visitar, convivir con todos los fieles, pero de un modo particular con los indios, los naturales de Indias. A ellos se entregará con denodada pasión, convirtiéndose en su auténtico padre y defensor. Constatar y verificar tales menesteres son el objetivo del presente artículo. Lo sintetizó uno de los sacerdotes limeños que mejor le conoció, el Dr. Fernando de Guzmán, 40 años rector del Seminario Santo Toribio y tres veces rector de la Universidad de San Marcos, quien declaró en el proceso de beatificación del Prelado, 5.VII.1630, que fue de “muy honesto y amigo de pobres, y en especial de indios y gente humilde”.
II.FORMACIÓN JURÍDICA HUMANÍSTICA:
1.VALLADOLID, CAPITAL DEL MUNDO HISPANO, A FAVOR DE LOS DERECHOS HUMANOS
Toribio vino entrenado a América en su consideración acerca de los indios. Lo aprendió especialmente en Valladolid y en Salamanca. Corre el año 1550, Toribio cuenta con 13, y acude a Valladolid para estudiar la Gramática y Derecho hasta 1560. Diez años en Valladolid, “corazón del mundo hispánico” (B. Bennasar), cuna de Felipe II, punto de partida para el viaje eterno de Colón, la ciudad que acogió a Cortés para dar a conocer su nuevo mundo -el azteca-, foro de la polémica Las Casas-Sepúlveda y promulgación de las Leyes Nuevas, asiento del Consejo de Indias, el Abrojo, de donde salió el P. Antonio Ortiz como Comisario de la orden franciscana según el espíritu reformador de san Pedro Regalado, y donde fue prior el obispo de México, Zumárraga; la Chancillería, tribunal superior de Justicia para todo el norte de la Península, y desde donde saldrán numerosos documentos para el virreinato; don Pedro de Lagasca - pacificador del Perú, luego obispo de Palencia - quien funda la iglesia de la Magdalena. Del Colegio Mayor de San Gregorio saldrán los más selectos misioneros dominicos como aquellos que Fray Domingo de la Parra pedía a Felipe II “y que sean de Castilla porque están criados en más sujeción y religión". Aquí estaba el colegio san Ambrosio - hoy Santuario Nacional de la Gran Promesa- de donde salieron varios jesuitas que luego le ayudarían, como el medinense José de Acosta.
Parece ser que santo Toribio pudo estudiar el Arte y vocabulario quechua en España o en la propia travesía marítima, ya que fue publicada por Fray Domingo de Santo Tomás en Valladolid en 1564. Podemos colegir que, durante el largo viaje por barco hasta el puerto de Paita, el nuevo arzobispo de la Ciudad de los Reyes aprovechó del abundante tiempo que tuvo a su disposición para seguir estudiando, pues, aun antes de embarcarse en Sanlúcar, se le había visto repetidas veces con un ejemplar de esa obra
2.QUOD NATURA DAT, SALMANTICA PRAESTAT. VITORIA Y LA ESCUELA DE SALAMANCA
La célebre frase en negativo “quod natura non dat, Salmantica non praestat” no puede aplicarse al Licenciado Mogrovejo, más bien la contraria. Lo que Toribio recibió de la naturaleza, su perspicaz inteligencia y su férrea voluntad, lo completó en la famosa universidad salmantina, la que siempre consideró el arzobispo su alma máter.
Llegó allí en 1562, atraído por su tío Juan Mogrovejo, canónigo y célebre catedrático de la Universidad de Salamanca y Coimbra, a quien ayudará en ocasiones a transcribir sus lecciones. En 1562-3 lo hallamos matriculado como estudiante sin grado; en 1563, como bachiller canonista. Vive su Universidad su momento de oro en la renovada Escolástica y en la formación de la denominada por L. Pereña “la Escuela de Salamanca". Su máximo esfuerzo será el proyectar la teología en el hombre, como persona individual y en su cuerpo social. Tal como señala el historiador y teólogo Melquiades Andrés, “Salamanca humaniza la teología aplicándola al derecho, a la economía, a la vida, desde la consideración del hombre como imagen de Dios. Aquí basamenta la dignidad e igualdad de todos los hombres y la universalidad de la ley natural".
Tan sólo habían transcurrido 16 años de la muerte del gigante P. Vitoria. En 1539, a raíz de los hechos poco cristianos en la conquista del Perú, se cuestiona la presencia hispana en Indias y el mismo Carlos V pareció dispuesto a abandonar si tal era el dictamen de juristas y teólogos. Escribe las Relectio de Indiis. Partiendo de la libertad natural e igualdad jurídica de todos los hombres señala 7 títulos ilegítimos entre los que destacan la autoridad universal del Emperador y la del Papa. A continuación indica 7 títulos legítimos para justificar la guerra y ocupación del territorio: el derecho de natural sociedad y comunicación libre; derecho de evangelización o propaganda de la fe; derecho de intervención paran que los convertidos no vuelvan a la idolatría; dar un príncipe cristiano a los convertidos; derecho de intervención para evitar la tiranía, sacrificios y leyes vejatorias; la elección verdadera y voluntaria.
En tiempos del Licenciado Mogrovejo, enseñaban sus discípulos egregios Soto y Cano. Maestro suyo sería Martín Azpilcueta, el doctor Navarro, primo de san Francisco Javier. Probablemente fue alumno del célebre Fray Luis de León, pues justo los años en que se matricula para el doctorado en el Colegio San Salvador de Oviedo (1571-1575) explicaba el tratado De Legibus.
Anoto dos anécdotas del santo licenciado al hilo de sus recuerdos salmantinos ya en Perú. Cuentan los testigos que por estas fechas repetía mucho las palabras escuchadas al popular predicador P. Lobo, en Salamanca: “Juicio, infierno, eternidad. Antes reventar que cometer un pecado venial”.
El Licenciado Gregorio de Arce de Sevilla, natural de Suances de Nava (Palencia), con 54 años de edad en 1631, relator de la Real Audiencia de los Reyes, Gobernador, corregidor y justicia mayor de Huancavelica. Le trató en Salamanca, en el Colegio Mayor de Oviedo, “donde tuvo gran noticia de su virtud, letras y santidad…y habiendo venido este testigo a esta tierra salió a recibir al dicho Sr. Arzobispo cuatro leguas de esta ciudad que venía de visitar y después de haberle saludado le dio el dicho recaudo y embajada y salió el dicho Sr. Arzobispo con este testigo al campo". Declara que, al ver lo poco que comía, se atrevió a decirle que “mirase lo que hacía porque era disminuir su salud y sustento", a lo que el Arzobispo respondió: “que ya tenía la naturaleza habituada a ello". En Salamanca, en 1727, se organizó un octavario solemne acompañado de cohetes artificiales y hasta dos corridas de toros en la Plaza Mayor. El 21 de julio de 1727 –unos ocho meses después de la canonización, en diciembre de 1726- Salamanca organizó el más espléndido espectáculo académico de carácter religioso. Todos los colegios mayores, la Universidad, el clero secular, las órdenes religiosas se unieron para aclamar al santo en la iglesia de la Purísima. Durante dos horas y media, cuatro pirotecnios ayudados de espontáneos estuvieron disparando cohetes. Se trasladó la imagen del santo colegial desde su capilla del Colegio Mayor de Oviedo hasta las Madres Agustinas frente al Palacio Monterrey. Fue una profesión solemne en la que todas las fuerzas vivas de la ciudad tomaron parte. La estatua de santo Toribio, en hábito de colegial con la beca morada de terciopelo fue precedida por las de san Juan de Sahagún y santo Tomás de Villanueva. El cronista Guerrero dirá: “Con ser Salamanca la que dispone las más magníficas fiestas de España, preparó el Colegio de Oviedo una nunca vista…Parecía la plaza una encendida Roma".
3.EL APRENDIZAJE MUSULMÁN DE GRANADA
No había pasado un siglo desde que la moruna Granada fuese reconquistada por los Reyes Católicos, en 1492. Frente a la Alhambra, el emperador Carlos V se había hecho edificar el suntuoso palacio poco antes de que Toribio fuese allá como inquisidor. En septiembre de 1536 se había instalado el célebre Juan de Dios que, por la predicación de Juan de Ávila, había comenzado la obra a favor de los enfermos mentales. Corre el año de 1574; estaba reciente la insurrección morisca que Juan de Austria apaciguase en Las Alpujarras. Palpita el espíritu misional, netamente apostólico, de Fray Hernando de Talavera. Los vencidos encuentran en Toribio, el más joven de los tres inquisidores del Tribunal, un padre, consejero y protector. Sus compañeros “in solidum” eran Diego Messía de Lasarte y Diego Romano; éste último fue obispo de Tlaxcala y tío del capitán Juan Reinoso, quien declaró en el proceso de beatificación relatando la decisiva intercesión del prelado Mogrovejo para salvar a su hermano, condenado a muerte por agraviar al caballero Luis de Navares.
En frase de sus enemigos sería un “encubridor” como le calumniarán después, misionando en Perú. Sin embargo, el ejercicio de inquisidor le permite conocer la realidad en directo, especialmente cuando tiene que visitar las siete villas de la ciudad y sus anejos, así como las ciudades de Loja, Alhama, Archidona y la villa del Río Alejo. Fue el caso de las falsas beatas iluminadas, una de las cuales pretendía tener visiones místicas y otra que defendía la bigamia; la que creía que la prostitución no era pecado. Sacaría lecciones de este primer contacto sistemático con la práctica religiosa y las convicciones teológicas del pueblo en una población plural. Fueron numerosos los casos tratados en los cinco años, dirigiendo más de un centenar de cartas al Consejo Supremo de la Inquisición. Resuelve una compleja querella entre la Chancillería granadina y el Tribunal del Santo Oficio. En toda su gestión granadina da muestras de rectitud como lo evidencia el hecho de que tras una visita oficial al tribunal, todos sus miembros son removidos menos Toribio.
Fue nombrado arzobispo el lunes 16 de marzo de 1579 por el Papa Gregorio. En ese momento, se supone que era ya clérigo de primera tonsura, requisito necesario según las Constituciones del Colegio Mayor de Oviedo para ingresar en el mismo, y le permitía recibir las provisiones de algún beneficio eclesiástico. Mogrovejo siguió como inquisidor de Granada Hubo que arreglarlo todo para conferir las cuatro órdenes menores y el subdiaconado en Granada, en el espacio de un mes, por mano del arzobispo de Granada don Juan Méndez de Salvatierra en agosto de 1580.
Nos dirá su biógrafo León Pinelo: “Sentía en su alma notable desconsuelo, cuando se ofrecía el castigar delitos de blasfemias, herejías, judaísmo y otros semejantes. Amaba mucho a Dios y así era celoso de su honra. Quería con extremo a los prójimos y sentía con extremo el ver usar de rigor con ellos…Pero como en Dios los atributos de la justicia y de la misericordia, aunque son diferentes, no son contrarios, sino conformes y compatibles…era justiciero con misericordia y misericordioso con justicia…Aborrecía los delitos no los agresores".
Le acompañan seis granadinos como criados. Granada guardará siempre el recuerdo de su inquisidor y sacerdote. Apoyó con entusiasmo la beatificación y canonización, celebrando por bastante tiempo su fiesta en el convento de las Carmelitas Descalzas, e impulsada por Arias Campomanes, presidente de la Chancillería.
1 comentario
Desde muy de madrugada ya estaba levantado y repetía frecuentemente: "Nuestro gran tesoro es el momento presente. Tenemos que aprovecharlo para ganarnos con él la vida eterna. El Señor Dios nos tomará estricta cuenta del modo como hemos empleado nuestro tiempo".
Los comentarios están cerrados para esta publicación.