Santos por las calles de Nueva York (IV): Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia
DOROTHY DAY, LA HERMANA DE LOS POBRES
Personaje excepcional y muy discutido por su radicalidad de vida e ideas, y a la vez muy desconocida para el gran público en la profundidad de su vida interior, Dorothy Day camina hacia los altares en una Causa de Canonización que interesó mucho al difunto arzobispo de Nueva York, Cardenal John O’Connor, el cual afirmó que “la beatificación de Dorothy Day podría recordar a muchas mujeres de hoy lo grande que es la misericordia de Dios, incluso cuando somos capaces de cometer un acto criminal y abominable como el aborto de un hijo. Ella supo bien lo que es estar al margen de la fe y lo que es después descubrir el camino correcto y vivir en plena coherencia con la exigencia de la fe católica”
Dorothy vino al mundo en 1897 en Bath Beach, Brooklyn, que entonces era una ciudad con ayuntamiento propio y hoy es un barrio, como entonces, sobre todo de inmigrantes. Su padre era periodista, originario del estado de Tennessee, escribía novelas y aventuras sobre deportes, amenizaba sus artículos con citas de Shakespeare y de la Biblia. Per no fue nunca un escritor de éxito y la familia vivía en condiciones muy pobres, la madre de Dorothy la enviaba a comprar plátanos pasados porque costaban solo diez centavos la docena. La infancia de Dorothy se desarrollará con normalidad en el seno de esta familia, que era de religión protestante, en ella aprendió a conocer la Biblia y a valorar la palabra de Dios.
Asistió, aunque no se graduó, a la Universidad de Illinois, pues no pudo pagar una de las caras universidades neoyorkinas. En el año 1916 la familia Day se mudó a Chicago, donde ella, que hasta entonces no había tenido la menor noticia de la situación política en vísperas de la primera guerra mundial, comenzó a interesarse por la realidad social. Devoró las descripciones de miseria de Jack London, así como varias teorías anarquistas. Se involucró en asuntos candentes como: los derechos de la mujer, el amor libre y el control de la natalidad. Al mismo tiempo ingresaba en el Partido Socialista de América. Después de 2 años se aleja de su familia, se instala en el barrio judío Eastside y se hace periodista, colaborando en el diario socialista “Call". Escribía sobre manifestaciones de protesta, intervenciones brutales de la policía, mítines de huelga y actividades pacifistas. En Washington se manifestó junto a un grupo de feministas, que habían convocado una huelga y por ello fue arrestada.
Tuvo una serie de amantes, se quedó embarazada de uno de ellos y tuvo un aborto, que entonces era ilegal en aquel país. Como consecuencia de ello, para superar el shock y buscando estabilidad emocional, se casó con Foster Buttermann, pero no encontró dicha estabilidad y el matrimonio sólo duró un año. En 1926, Dorothy se encuentra embarazada de nuevo. Esta vez se decide a tener el bebé, como madre soltera. Aunque el padre de la niña era un ateo comprometido, Dorothy había decidido bautizarla como católica y hacerse católica ella misma. En los años anteriores se había ido enamorado de la Iglesia Católica, a la que veía como la Iglesia de los emigrantes y de los pobres. Pero era imposible hacer aquello y seguir teniendo un amante a la vez. Así que, con gran dolor de corazón, se separó de él un día y se bautizó en la Iglesia católica al día siguiente. “Una conversión es una experiencia de soledad. Nosotros no sabemos qué está pasando en las profundidades del corazón y el alma de otra persona. Apenas nos conocemos a nosotros mismos”.
En 1933 un nuevo hombre aparecía en su vida, pero no en el sentido que normalmente entendemos, sino mucho más sublime: Peter Maurin, que se convertirá en personaje habitual de la historia de esta gran mujer. Se trataba de un ex-campesino francés que había sido hermano de las escuelas cristianas, había emigrado de Francia hacia Canadá en 1908 y después había llegado a los Estados Unidos. Durante sus años de vagar de un lado para otro, Maurin había adquirido una actitud franciscana, abrazando la pobreza como una vocación. Su vida sencilla y célibe le había permitido mucho estudio y oración de los que obtuvo de la visión de un orden social inspirado en los valores básicos del Evangelio “en el que sería más fácil para los hombres ser buenos". Maestro por vocación, encontró a los oyentes ávidos, entre ellos George Shuster, editor de la revista Commonweal, para la que Dorothy había escrito crónicas sobre la situación desesperada de los obreros durante la Depresión que siguió a 1929. Shuster dio a Maurin la dirección de Day.
Durante los años siguientes Peter sería la inspiración de Dorothy, y ella siempre lo llamó el “co-fundador” del Catholic Worker. Bajo su influencia ella decidió publicar un periódico que difundiera sus convicciones izquierdistas pero desde una nueva perspectiva religiosa. “Empezamos la publicación del The Catholic Worker (El Trabajador Católico) en mayo de 1933 con una primera tirada de 2,500 ejemplares… a finales de año teníamos una circulación de 100,000 y para 1936 eran ya 150,000 ejemplares… No sólo fue porque algunas parroquias se subscribieron al periódico por todo el país en bultos de 500 o más, sino porque algunos jóvenes comprometidos sacaban el periódico a la calle y lo vendían, y cuando no podían venderlo ni siquiera por un centavo el ejemplar lo regalaban gratuitamente y lo dejaban en el tranvía, en el autobús, en la barbería o en la clínica del dentista. Recibimos cartas de todo el país de personas que nos decían que se habían cogido en periódico en los trenes, en pensiones… Un seminarista nos contó que había mandado sus zapatos para que les pusieran medias suelas en Roma y se los devolvieron envueltos en una copia del The Catholic Worker.”
Durante el primer medio año The Catholic Worker era sólo un periódico, pero cuando llegó el invierno las personas sin casa ni hogar empezaron a llamar a la puerta y es cuando se vino a crear un centro de acogida para los necesitados, que no faltaban entonces en Nueva York. Y después de dicha ciudad, se extendió por otroas ciudades. Eran centros donde se acogía a todos, sin intentar convertirlos, lo que escandalizó a algunos católicos. La misma Dorothy explicaba en una carta cuál era el fin de aquellos centros y de toda la actividad del Catholic Worker:
“¿Qué estamos tratando de hacer? Estamos tratando de ir al cielo, todos nosotros. Estamos tratando de llevar una buena vida. Estamos tratando de hablar y escribir sobre el Sermón de la Montaña, las Bienaventuranzas, los principios sociales de la Iglesia y lo más asombroso, las cosas que pasan cuando empiezas a tratar de vivir de esta forma. El realizar los trabajos de misericordia se convierte en una práctica peligrosa. Nuestra casa de Baltimore fue cerrada como una molesta pública por que aceptábamos a negros lo mismo que a los blancos. Los muchachos fueron arrestados y mantenidos en la cárcel por la noche acusados de mantener una casa desordenada. La oposición a alimentar al hambriento y vestir al desnudo se está incrementando. Se habla mucho de los pobres merecedores y los indignos, la futilidad de dichas panaceas. Y sin embargo, nuestro Señor mismo nos dio estos trabajos para hacer en su imagen del juicio final.“
Pero Dorothy, además de una mujer de gran actividad (se la llamó “la radical piadosa"), fue una mujer de una gran profundidad espiritual. Mujer muy piadosa, alimentaba su apostolado con la comunión diaria y la oración, que practicaba con gran asiduidad. Era también muy devota de la Virgen Santísima. Los que la trataron la recuerdan como mujer de gran dulzura, bondad inigualable y, a pesar de estar acostumbrada a la lucha, de una humildad ejemplar. Sobre la santidad dejó escrito: “Todo lo que he leído de niña sobre los santos me ha emocionado. Podía advertir la nobleza de entregar su vida a los enfermos, a los inválidos, a los leprosos…Pero había otra pregunta en mi mente. ¿Por qué se hacía tanto por remediar el mal en vez de evitarlo, en primer lugar?… ¿Dónde había santos que intentaran cambiar el orden social, que no sólo ejercieran su ministerio con los esclavos, sino que intentaran erradicar la esclavitud?“.
Tenemos textos suyos, no de especulación sino siempre reflejando sus vivencias, de una gran belleza: “El gran misterio de la Encarnación, en el que se implica que Dios llegó a ser hombre y que el hombre puede llegar a ser Dios, fue una alegría que nos hizo besar la tierra con adoración, porque Sus pies caminaron, alguna vez, sobre la misma tierra. Fue un misterio que, como católicos, aceptamos; pero también estaban los hechos de la vida de Cristo, que El nació en un establo, que no fue Rey temporal, que trabajó con Sus manos, que vivió Sus primeros años de vida en exilio, y el resto de Sus primeros años de naturaleza humana en una tosca carpintería en Nazareth. Durante su vida pública, El recorrió caminos y a los primeros que El llamó fue a los pescadores, pequeños propie-tarios de barcas y redes. El tenía familiaridad con el trabajador migrante y con el proletariado, y algunas de sus parábolas se referían a ellos. El habló de los salarios que se pagaban y de la desigualdad de pago para el mismo trabajo, en la parábola de aquellos quienes llegan a la primera y a la undécima hora“
En un siglo de guerras y conflictos, como fue el siglo XX; Dorothy Day optó valientemente por la neutralidad, lo que a veces no fue entendido por los que la rodeaban. Se mantuvo neutral ante la guerra civil española, sobre la cual muchos activistas norteamericanos se posicionaron abiertmaente. Sobre la segunda guerra mundial, tras el ataque de Pearl Harbor por parte de Japón y la declaración de guerra subsiguiente Dorothy anunció que el periódico mantendría su posición pacifista. “Nosotros publicaremos las eternas palabras de Cristo,” Day escribió. “Nuestro manifiesto es el Sermón en la Montaña". La Oposición a la guerra, agregó, no tenía nada que ver con la simpatía por los enemigos de América.” Nosotros amamos nuestro país…. Nosotros hemos sido el único país en el mundo dónde los hombres y mujeres de todas las naciones se han refugiado de la opresión". Pero los medios de acción que el movimiento The Catholic Worker apoyaba eran las obras de misericordia en lugar de la guerra.Esta actitud del periódico y del movimiento se mantuvo después, en los años de la guerra fría. Dorothy estuvo varias veces en la cárcel con otros compañeros por oponerse a los ensayos de la protección civil en caso de bombardeo nuclear. En 1960 Day fue aclamada como la “gran dama del pacifismo” y católicos radicales como Thomas Merton.
¿Fue su vida un camino hacia la santidad? A esta pregunta responde MOns. Gregorio Mustaciuolo, Postulador de su Causa de Canonización: “Hay aquellos que arguyen que Dorothy misma no quería ser una santa, citando sus famosas palabras: “No me llamen santa. Yo no quiero ser desechada tan fácilmente.” Pero ¿que santo abogaría por su propia canonización? La propia devoción de Dorothy a los santos fue prominente en su vida. Ella estudió sus vidas y fue inspirada por sus trabajos y espiritualidad. La canonización de Dorothy asegurara que su vida y trabajos serán recordados y actuaran como inspiración por las incontables gracias por venir.“
Sobre ella ha escrito Robert Ellsberg: “Su vida espiritual estaba enraizada en la Eucaristía, la oración diaria, y en leer las Escrituras. Una Oblata Benedictina desde 1955, ella reverenció los valores monásticos del trabajo, la comunidad, la hospitalidad y la paz. Ella se inspiró en el espíritu de San Francisco en su adopción de la pobreza voluntaria. Como Santa Teresa de Avila, ella era una mujer apasionada, una mística practica, sin temor de iniciarse en nuevas direcciones, de arriesgar la desaprobación y la falla aparente en la persecución de su causa. Como la madre Teresa de Calcutta ella buscó en reconocer a Cristo en el penoso disfraz de los pobres y de los no deseados. Con su santa favorita, Teresita de Lisieux, ella abrazo “caminito” siempre haciendo énfasis que no son los grandes proyectos y logros los que son los más importantes a los ojos de Dios, sino el hacer las cosas pequeñas con amor y fe. Cada día en el Trabajador Católico, ella creía que traía una repetición del milagro de los panes y de los peces.“
Dorothy Day murió en 1980. Tras una vida de pobreza voluntaria no dejó dinero ni para su entierro, que fue pagado por la archidiócesis de Nueva York. Su periódico sigue siendo editado por voluntarios y se vende al mismo precio que cuando fue lanzado: 1 centavo de dólar. Su movimiento sigue minoritario pero muy vivo en los lugares más pobres de Estados Unidos, apreciado y apoyado por católicos y gente de otras religiones.
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El Señor llama a quien quiere, y ÉL hace su obra en las almas que le corresponden, derramando su Misericordia.
Localizada en Bella Vista Buenos Aires, 1661 Río Segundo 9
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