Historias del Postconcilio (I): Dos hechos que dieron inusitado protagonismo a la prensa en el Vaticano II

LO QUE OCURRIÓ EN LOS INICIOS DEL CONCILIO DETERMINÓ UN POSTCONCILIO PROFUNDAMENTE MEDIÁTICO

(Nací dos días después que concluyera el Concilio Vaticano II, por lo que me siento totalmente conciliar, por formación y mentalidad. Pero esto no impide que, a la hora de mirar a la historia de la Iglesia con reverencia, y a la vez con desenfado -que es lo que pretendo en este blog-, reconozca los claroscuros de los que no se libra tampoco el Concilio y mucho menos los años que vinieron después. Dejando bien claro que fue el Espíritu Santo el que guió el Concilio, como no podía ser menos, voy a acercarme sin ninguna pretensión ideológica a algunos episodios interesantes y a veces anecdóticos de aquellos años turbulentos)

Antes de comenzar a hablar del Postconcilio como tal, conviene recordar algún episodio del mismo Concilio que hizo que las cosas fueran muy distintas de cómo se esperaba al principio y cambiaran de rumbo, para bien o para mal, aunque sabemos que para los que aman a Dios, todo contribuye al bien. Concretamente, para entender lo que pasó en los años sucesivos, es importante entender cómo ya al principio del Concilio saltó al terreno de juego un factor muy poco teológico y menos espiritual todavía, que fue la prensa (los medios de comunicación, en general), que se quiso erigir en árbitro no sólo del “espíritu conciliar”, sino también de la realidad de las discusiones conciliares. No fue algo buscado directamente, sino propiciado por dos hechos que ocurrieron en Roma, uno dentro del aula conciliar y otro fuera, que son de gran interés. (Recuérdese: Estamos hablando de hechos históricos, por favor que nadie se escandalice si no recordamos en cada párrafo algo que ya sabemos y que está en la base de nuestra concepción de cualquier evento conciliar: La asistencia innegable del Espíritu Santo).

El primer hecho fue trascendental para la marcha del Concilio y ocurrió justo en los inicios del evento, concretamente en el tercer día. El primero, día 11 de octubre de 1962, había sido la apertura, con el discurso del Papa. Un discurso en que expresó preocupación por la situación del mundo, pero sin excesiva ansiedad, y, sobre todo, sin pasión ni agresividad. Se iba a estudiar y dialogar, más que a dogmatizar y condenar. No se iba tampoco a cambiar nada sustancial de la doctrina y disciplina católicas, pero se iba a intentar ponerlas más al día. “La doctrina –dijo Juan XXIII-, la doctrina autentica será expuesta con arreglo a métodos de investigación y de presentación propios del pensamiento moderno. Una cosa es la sustancia de la doctrina antigua contenida en el depósito de la fe, y otra la formulación de que se ve revestida.”

Por otra parte, continuó, “la Iglesia debe mirar al presente, a las nuevas condiciones y formas de vida introducidas en el mundo moderno y que han abierto nuevos caminos al apostolado". En consecuencia, esta claro lo que el Concilio se proponía: conjugar todas las energías de la Iglesia para conseguir una presentación de su doctrina que permitiese una más favorable acogida del anuncio de salvación y, de paso, allanar y consolidar el camino hacia la unidad del género humano. “La Divina Providencia nos conduce actualmente hacia un nuevo orden en las relaciones humanas que, a través del trabajo de los hombres, y a veces por encima de sus cálculos, se orienta hacia la realización de sus designios supremos e inesperados.”

El segundo día había deparado ya la pequeña sorpresa de que no llegasen al Concilio los que se esperaban que llegasen: los observadores ortodoxos, dada la afinidad entre Atenágoras y Juan XXIII; y, en cambio, llegaron los que no se esperaban: los observadores de Moscú, que llegaron, contra lo esperado y previsto, el viernes 12 de octubre. Pero la gran sorpresa surgió puertas adentro del Concilio, ya iniciado, el día 13 de octubre. Ese día se produjo un suceso que iba a modificar la singladura del Concilio de modos inesperados. De lo previsto y preparado para tema de discusión conciliar, en la fase preparatoria del Concilio, iba a quedar bien poco.

Apenas iniciada la sesión, rezadas las oraciones rituales, cuando iban a transmitirse las consignas de votación, el cardenal francés Lienart, miembro del consejo de presidencia ese día, pidió la palabra al Presidente, cardenal Tisserant, que estaba a su derecha. Como no entraba en las normas de reglamento, Tisserant no se atrevió a concedérsela. Pero el cardenal francés, que traía bien cocido en reuniones previas con los obispos franceses, los alemanes y otros episcopados lo que quería proponer, se salto por encima el reglamento y la negativa del Presidente y echando mano del micrófono vino a protestar, prácticamente, de que la Curia Romana les quisiera dar un Concilio hecho, no solo cuanto a los esquemas a discutir, sino también cuanto a los miembros que habían de integrar las distintas comisiones encargadas de la preparación, revisión, enmienda y redacción de los distintos puntos a tocar por el Concilio. Por otro lado, recuérdese que este modo de obrar de la Curia era el habitual de la época y lo ha sido después, por ejemplo en la preparación de los sínodos de los Obispos que se han celebrado desde el Concilio.

Pidió, en consecuencia, el purpurado francés, tiempo y libertad para que los Padres conciliares pudieran, en unos días de descanso, deliberar sobre el cómo y el cuánto de las comisiones que habían de constituirse. Parecía improcedente hacerlo cuando los Padres apenas si se conocían unos a otros. Con unos días de espera, podían conocerse y confeccionarse unas listas de Comisiones y de sus componentes que fueran verdaderamente conciliares y verdaderamente representativas. A la propuesta del cardenal Lienart se sumo inmediatamente el cardenal Frings, alemán, que estaba, como suele decirse, en el ajo de la iniciativa audaz de Lienart, ambos sabían bien lo que querían: sustraerse al dictado de la Curia Romana, imponiendo al Concilio sus criterios.

Se armó como consecuencia un gran revuelo en el aula conciliar. Pero la inmensa mayoría de los conciliares se inclinaron por la propuesta de espera y nueva constitución de nuevas comisiones. No hubo mas remedio que suspender la sesión, comunicar lo sucedido al Papa y estar a lo que éste decidiera, pues estaba en litigio el reglamento. Así se hizo, se levanto, apenas comenzada, la sesión, se dispersaron los conciliares por unos días, y se procedió a la confección de listas y comisionados. A los prelados italianos y españoles la cosa les pilló de sorpresa, no así a los de Centroeuropa, que todo lo tenían previsto. En consecuencia, las diez comisiones conciliares se rehicieron de capo a fondo y sobre ellas surgió la plataforma para una impensada andadura conciliar. Cayeron también los esquemas que se habían preparado y surgieron otras personas y otros temas nuevos. Juan XXIII, que de seguro no se esperaba esto, con su gran bondad y comprensión lo aceptó, autorizó los cambios y las nuevas iniciativas y las cosas comenzaron a marchar ya como todo el mundo sabe que marcharon.

Pero todo esto, de rebote, atrajo grandemente la morbosidad de los medios de comunicación, que aquel día hablaron de “una bomba explotada en el umbral del Concilio”, y que empezaron a fraguar esperanzas de un Concilio más revolucionario de lo que ellos se habían esperado en un primer momento. A partir de ese momento el interés de la prensa mundial por el Concilio se multiplicó y empezaron a llenarse las páginas de los periódicos de especulaciones más o menos atinadas, de opiniones de teólogos de más o menos nombre, escogidos según los intereses del periódico concreto, con el resultado de crear un ambiente (sobre la intencionalidad no me meto a juzgar) que sin duda influyó en lo que muchos esperaban del Concilio y sin duda también en las mismas discusiones conciliares.

Otro segundo hecho histórico contribuyó a este nuevo protagonismo de los medios de comunicación en el Concilio: Junto a la nueva trayectoria pedida por los obispos franceses y alemanes, y para apoyarla, no falto en la misma Roma una especie de paraconcilio, del que los holandeses fueron los principales jerifaltes. Estos, que contaban con una gran preparación, se habían preparado a conciencia para el caso en que sucediera lo sucedido y en lo que, acaso, ellos tuvieron gran parte y, para lo que con abundancias de medios pecuniarios y medios de difusión, y no se paraban en chiquitas, pues como se demostró no tuvieron escrúpulos en respetar las cosas del reglamento o del secreto conciliar.

De hecho, nadie sabe cómo comenzaron pronto a hacerse del dominio público a través de los medios de comunicación las intervenciones íntegras de algunos Padres conciliares, cosa contraria al secreto conciliar, y concretamente las de aquellos que más les interesaba poner sobre el candelero a los holandeses, creando así la imagen del Concilio que ellos querían y, una vez más creando en la opinión pública unas expectativas que luego algunas se cumplieron y otras no, pero que contribuyeron no poco a enrarecer el ambiente en torno al Concilio. Hubo en esto gran injusticia y gran arbitrariedad, que la historia juzgará, pero que no me corresponde a mí hacerlo desde este artículo.

19 comentarios

  
luis
Fue un golpe muy parecido, en cuanto a técnica, al juramento del campo de pelota de la Asamblea francesa. De hecho, uno de estos padres conciliares calificó la audaz accion de Liènart como "el dìa de la Toma de la Bastilla".
Pero es más parecido al juramento del campo de pelota. El rey había determinado las normas tradicionales para deliberar, y los Estados Generales, hábilmente manejados, terminó quebrando la legalidad real y constituyéndose en soberana.
Un tiempo después, otro padre conciliar, el cardenal Suenens, calificarìa al Concilio -y no en forma despectiva, sino elogiativa- como el "1789 de la Iglesia"
19/08/09 8:21 PM
  
publio escipion
me parece que el C.V.II mas que un concilio, fué un "asamblea general de la Santa Madre Iglesia" y en este caso, la asistencia del Espíritu Santo es diferente a la de un concilio y digo esto por que por voluntad del Pontífice, el C.V.II fué convocado si, pero para no para definir ni para condenar, con lo cual, creo, se desvirtua el concepto de Concilio. El propio Pablo VI lo definió como "pastoral", lo que equivaldria, servata servandis, a un reunión de las de hoy en dia asambleas pastorales diocesanas.
21/08/09 4:28 AM
  
Norberto
Alberto
Si como indica nació "dos dias despues que concluyera el Concilio",lo que ha escrito debe basarse en fuentes,supongo que bastantes,para apoyar "los do hechos" tal como los cuenta,¿podría citar dichas fuentes?.
21/08/09 8:46 AM
  
Alberto Royo Mejía
Desde que era seminarista me encantaba esuchar a sacerdotes mayores que me contaban sus vivencias personales de los años del postconcilio. Eran sacerdotes que sufrieron mucho por parte de sus mismos hermanos de sacerdocio, de superiores religiosos o de sus obispos por hechos tan sencillos como ir vestidos de sacerdote, fomentar devociones o simplemente hacer en la parroquia lo que habían hecho toda la vida hasta que llegó el tiempo de darle la vuelta a todo. Las experiencias y sufrimientos de estos hombres serían para escribir un libro. Esto me dio una gran devoción al clero anciano y un deseo de leer sobre temas de aquella época. Tengo todavía ediciones del Osservatore Romano de aquellos años del concilio y postconcilio, que alguno de ellos me regaló y en los que me baso para estos artículos. También recomiendo sobre este tema concreto los artículos del P. Monsegú C.P., de dignísima memoria.
21/08/09 9:26 AM
  
Norberto
Alberto
¿La memoria de personas mayores como fuente histórica?...¡hummmm,ejem!.Yo tengo unos 12 años más que vd.,y también tengo mis vivencias,al respecto, y no coinciden,¿cuál es la verdadera?.
21/08/09 11:43 AM
  
luis
Norberto, recomiendo vivamente "El Concilio del Papa Juan", de Michael Davies, y "El Rhin se vuelca en el Tíber" de Ronald Wintjen. Además, "Iota Unum", de Romano Amerio.
21/08/09 12:28 PM
  
Alberto Royo Mejía
Norberto: Se ve que no me he explicado. 1)Las vivencias de las que he hablado no eran mías sino de los sacerdotes mayores que me las contaban, y muchos, diocesanos y religiosos, yo obviamente por mi edad no las he podido tener de ese tipo. 2) Lo del artículo no son vivencias de nadie, sino hechos históricos que se pueden encontrar en hemerotecas y libros publicados (gracias LUIS, por citarle algunos, yo tengo otros más que con gusto puedo compartir). 3) Norberto, tus experiencias personales son muy repstables, pero no vienen al caso. 4) Este blog no es para polemizar con gente que no tiene nada que hacer, porque entonces no tendría tiempo de hacer otras cosa más útiles. Así que, una y no más...
21/08/09 1:30 PM
  
Matatías
Uno de lso libros que comenta luis se ha titulado en España "El Rhin desemboca en el Tíber"... Son las cosas del español de ambos mundos. Excelente radiografía del Concilio (sobre todo para aquellos que no vivímos aquellos años) que se puede encontrar en la tristemente desaparecida editorial Criterio Libros (al igual que el Iota Unum de Amerio).

Saludos cordiales.
21/08/09 2:14 PM
  
Miriam
Al único sacerdote anciano que conozco(mi párroco emérito de 80 años) que tiene como "caballito de batalla" al Concilio (digo caballito de batalla, no porque los documentos no sean algo excelente e inspirado, sino por la interpretación tan "sui géneris" que le da) desprecia las devociones (rosario, los mil avemarías), no nos deja comulgar en la boca, no usa las vestimentas litúrgicas adecuadas, y las pocas que lleva, a veces son tan poco dignas (viejas), los días que no hay secretaría no abre la parroquia, habla contra del Papa (ahora Benedicto, antes Juan PabloII), se negó a la coronación de la imagen de la Virgen... y un largo etc. ¡Qué bien diferente a mi anciano y piadoso confesor!. ¡Cómo sufre él ante este tipo de actitudes "modernistas" de ese y otros sacerdotes!, me da una ternura su amor incondicional al Papa, a la Virgen, tan devoto, tan "padre". Es una pena que los sacerdotes, a veces, en su afán de modernizarse, no se den cuenta que nosostros necesitamos de su fidelidad, devoción y amor (que se muestre en obras) a Dios y a su pueblo. ¡Qué necesidad de rezar por los sacerdotes!!. Gracias por tu testimonio de hombre joven y a la vez tan anclado en Cristo!. Lo necesito... mucho!! GRACIAS
21/08/09 4:43 PM
  
Hermenegildo
Alberto Royo: ¿es verdad que por el Pacto de Metz el Papa negoció con la URSS la presencia de observadores ortodoxos rusos en el Vaticano II a cambio del compromiso de la Iglesia de no condenar el comunismo durante el Concilio?
21/08/09 10:25 PM
  
publio escipión
perdone que le conteste a ud.,Hermenegildo. Es verdad y el que firmó el pacto en nombre de Juan XXIII fue el cardenal Eugène Tisserant. Y el cardenal Pericle Felici, secretario del C.V.II, se cuidaba bien de cumplir este compromiso dejando olvidadas en el cajón cuantas propuestas condenatorias al comunismo fuesen presentadas. Lamentable.
22/08/09 6:07 AM
  
Alberto Royo Mejía
Estimado Hermengildo: Que hubiera un pacto previo entre la Santa Sede y el Patriarcado de Moscú según el cual observadores ortodoxos acudirían al Concilio a cambio de que el comunismo no fuera materia de discusión, lo afirma claramente el P. Alexis Ulysses Floridi, S.J. en su libro Moscow and the Vatican (Ardis, Ann Arbor, 1986), que no ha sido hasta hoy desmentido. También se hace eco de dicho pacto Romano Amerio en su obra Iota unum, que acaba de ser reeditado con la complacencia del Vaticano. No se trata, pues, de simple rumorología. Para reforzar la convicción de que hubo tal pacto resulta significativo que una petición de condena del comunismo fue elevada a la presidencia del Vaticano II para su discusión en el aula conciliar por el Coetus Internationalis Patrum, grupo formado por más de 400 obispos. Pues bien, dicha petición fue saboteada por Monseñor Glorieux y el P. Bernhard Häring (el moralista, nada sospechoso de carca), que trabajaban en la coordinación para la redacción de la constitución Gaudium et Spes. El P. Häring, lo admitió años más tarde.
22/08/09 12:41 PM
  
Hermenegildo
Gracias por las respuestas, pero yo tenía entendido que el pacto no fue con el Patriarcado de Moscú, sino con la Unión Soviética, que era la que podía permitir o impedir a los jerarcas ortodoxos viajar a Roma.

¡Qué me cuesta ver la asistencia del Espíritu Santo en un Concilio que se prestó a estas componendas! Hay que reconocer, no obstante, que el Concilio había sido convocado como "pastoral", sin que hubiera lugar en él a las definiciones dogmáticas ni a las condenas.
22/08/09 3:32 PM
  
luis
Hermenegildo, el Patriarcado de Moscú estaba controlado por la KGB. A efectos prácticos, era pactar con el Kremlim. Lee "El enviado del Papa", de Vladimir Volkoff, una joya sobre el tema.
22/08/09 9:59 PM
  
Alberto Royo Mejía
Estimado Hermenegildo:El Patriarcado de Moscú estaba totalmente infeudado al gobierno soviético y al Partido Comunista, como usted muy bien sabe. Las negociaciones, organizadas por Monseñor Jan Willebrands (después cardenal) se llevaron a cabo con un representante del Patriarcado, el metropolita Nikodim (el que moriría en brazos de Juan Pablo I), con el cardenal Tisserant como interlocutor. No hubo, pues, participación oficial del Soviet, que obraba obviamente entre bambalinas. El primer contacto con un representante político soviético por parte de la Santa Sede tendría lugar sólo en 1963 cuando el beato Juan XXIII recibió en audiencia a Alexis Adjubei y a Rada Kruscheva Adjubei, yerno e hija respectivamente de Nikita Kruschev, como gesto de agradecimiento por la liberación del metropolita ucraniano uniata Josef Slypij. En cuanto a la asistencia del Espíritu Santo al Vaticano II, está fuera de toda duda: este concilio fue convocado como ecuménico en toda regla y legítimamente, por lo tanto gozó de esa asistencia. Que fuera un concilio pastoral no quita que haya emanado cuatro constituciones dogmáticas, en las que se expone con toda ortodoxia la doctrina tradicional de la Iglesia (citando profusamente a Pío XII, papa nada sospechoso de modernismo). El Vaticano II no enseñó ninguna herejía. Se puede decir que el Espíritu Santo obró en él a pesar de los manejos humanos (previos y contemporáneos a la asamblea conciliar, que por otro lado son normales en la historia de la Iglesia y, concretamente, en los Concilios (por eso es tan bueno conocer la historia). Las discusiones en el Concilio de Nicea no fueron tampoco un lecho de rosas y hubo intrigas inauditas de parte de los semiarrianos, que eran la mayoría del concilio; sin embargo, prevaleció finalmente, gracias a la asistencia del Espíritu Santo, el criterio ortodoxo del atacadísimo Atanasio de Alejandría, que fue duramente perseguido aún después, en período "post-conciliar" niceno.
23/08/09 12:30 AM
  
Hermenegildo
Gracias, estimado Alberto Royo.
23/08/09 12:01 PM
  
luis
Hermenegildo, si puede lea "El enviado del Papa", de Vladimir Volkoff. Me lo agradecerá.
23/08/09 9:03 PM
  
publio escipion
Apreciado padre Royo: dice ud. que nació dos dias después de terminar el C.V.II. un servidor llevaba años en este triste mundo. Por lo que viví la Iglesia preconciliar y me toca vivir la post-conciiar. La diferencia es enorme y el balance es negativo para la post-conciliar. Dijo el cardenal Suenens que el Concilio fué el 1789 en la Iglesia, o sea las ideas de la Revolución Francesa entraron, segun el cardenal, en la Iglesia por la puerta grande. Jean Guitton, amigo personal de Paulo VI, olpinó que el Concilio fué el anti-syllabus. Y el propio Paulo VI, una vez apagados los fuegos de artificio del "aggiornamento" dijo lo de que "el humo de Satanás habia entrado en la Iglesia". Balance del post-Concilio: le voy a poner primero comlo ejem plo lo que un servidor viví personalmente: llegué al Brasil por primera vez, para trabajar, soy seglar, justo el Domingo de Pascua de Resurrección del año 1963, 14 de abril. Del aeropuerto fui directamente a la Catedral de Sao Paulo a asistir a la Santa Misa. La Catedral estava llena a rebosar con gente de pié porque los bancos estaban llenos. Regresé del Brasil, diez años mas tarde. En la Catedral sobraban la mayoria de los bancos, la asistencia a la santa misa cayó en picado. En Brasil cada dia se pasan a las sectas, de acuerdo con noticias que recibí, unas cinco mil personas, que antes eran católicas, "voilà l'écumenisme". Ahora mire el mapa religioso de España y de Europa, para poneerse a llorar si se ama de vardad a la Santa Madre Iglesia. La asistencia a la misa dominical en algunos lugares ha bajado más del 50%. Los bautizos y primeras comuniones también están con cifras por los suelos. Los seminarios vacios, no hay vocaciones. Cantidad de sacerdotes secularizados. ¿Qué le parece, padre,? ¿de quien pude ser la culpa de tantaa desgracias para la Iglesia y para las almas? Si se observan los hechos con lógica, verá que tan gran terremoto con sus estragos tuvieron inicio después del C.V.II. Fruto del C.V.II fue la nueva misa de Paulo VI, que S.S.Benedicto XVI, tiene que hacer la "Reforma de la Reforma", proyecto que el cardenal Cañizares ha presentado al Papa. Hay que recordar que dicha misa fue elaborada con al colaboración de teólogos protestantes, que se fotografiaron junto con Paulo VI. Misa en la que el cardenal Lheman se puso una nariz de payaso en la celebración y un sacerdote americano se vistió de oso y permitió que una mujer vestida de demonio diese la comunión. Y aquí, en España, tenemos a los curas de Entrevias que consagran lo que tienen a mano pan, turrón o galletas vestidos con pantalones tejanos y camisa, atuendos bien litúrgicos. Todo esto y mucho más, reverendo padre, es el post-Concilio. Le ruego una oración por este pobre pecador, muchas gracias.
26/08/09 1:30 AM
  
ale
Recomiendo leer: "¿Quien fué el padre Luigi Villa?
Y otro libro: ¿Pablo Vl beato? Los sacará de muchos interrogantes sobre el Concilio y esa época.
22/08/12 3:47 AM

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