La vida del cristiano: San Ildefonso y la oración (3)
San Ildefonso escribió dos libros para guiar a los bautizados hacia la santidad. El primero, que se titula De cognitione baptismi (El conocimiento del bautismo), es una instrucción doctrinal y litúrgica acerca de la iniciación cristiana destinada a los catecúmenos, a los recién bautizados y a todos los fieles. Este tratado tiene su continuación en De itinere deserti (El camino del desierto), una catequesis espiritual acerca de las virtudes. Con espíritu evangelizador, buscaba suprimir de modo catequético las prácticas supersticiosas e idolátricas tanto de los germanos como de los hispanorromanos.
El texto está repleto de citas bíblicas y de alusiones a otros textos de la Escritura sin citarlos explícitamente1. Igual ocurre con los escritos de los Padres de la Iglesia (San Agustín, san Isidoro, san Gregorio Magno, san Inocencio I, san Gregorio de Tours), que son empleados abundantemente. Alimenta así nuestra oración y meditación, y también nos hace descubrir lo que vivía su autor, mediante oraciones que él mismo dirige a Dios. Comienza el tratado sobre el bautismo pidiendo a Cristo su ayuda para lo que desea exponer:
Jesús, hijo de David,ten compasión de mí, ilumina mis ojos para que vea que debo llegarme a ti, asegura mis pasos hacia ti para no desviarme del camino, abre mi boca para que pueda hablar de ti2.
San Ildefonso nos instruye acerca de la creación y el pecado del hombre, de la redención y de la salvación que nos ha regenerado en el bautismo. También expone el símbolo de la fe (Credo) entregado a los bautizandos y otras verdades cristianas, explica los ritos bautismales -no olvidemos que la celebración litúrgica es escuela de oración- y los efectos misteriosos tanto de este sacramento como de la confirmación y la eucaristía, comenta la oración de Jesús (Padrenuestro) y, en el tramo final del libro, nos invita a vivir con la esperanza de la Vida Eterna alumbrada en la Pascua del Señor.
Al hablar de la predicación de la fe, nos recuerda Ildefonso que quien predica la Palabra tiene que apoyarse en una oración intensa para que su enseñanza sea fructífera, no por su acción, sino por el poder de Dios. “Orando por sí mismo y por aquellos a quienes ha de hablar, antes ha de ser amigo de orar que maestro, …ha de levantarse el alma sedienta al Señor antes de que hable la lengua, para que eructe lo que hubiere bebido o derrame lo que le sació”3.
Cuando los catecúmenos y los ya cristianos son invitados al arrepentimiento y al dolor de los pecados, san Ildefonso subraya la importancia de los tiempos de penitencia establecidos por la Iglesia así como la necesidad de esta mediación eclesial, pero afirmando la importancia de la actitud interior, pues Dios no desecha el corazón contrito y humillado. Esta oración de petición de perdón es el gemido del alma que no queda oculto a Dios, como dice el salmo 37,10.
La piedad de los cristianos con las almas de los difuntos se manifiesta cuando oramos por ellos, ofrecemos el sacrificio del Señor o hacemos limosna, dice el obispo toledano en su libro sobre el bautismo al hablar de la Vida Eterna: nuestra oración no es sólo trato individual con Dios, sino también ejercicio de misericordia, pues orar por los difuntos y por los vivos es un acto de caridad con el prójimo. Estas oraciones y sufragios tienen distinto efecto según los méritos de los bautizados difuntos, según san Ildefonso: acción de gracias en el caso de los muy buenos, remisión de las penas por sus faltas para los no tan buenos, y si a los muy malos no les alivian sí que pueden ser consuelo para los vivos.
En la celebración del bautismo y de los demás sacramentos la oración tiene una eficacia especial, porque es Cristo quien actúa por medio de sus ministros. El obispo y el sacerdote, al pronunciar la oración de bendición y tocar el agua realizan lo mismo que Moisés cuando tocó con su vara las aguas del mar que se abrieron para la salvación de los israelitas. También realizan la oración del exorcismo y la bendición con el óleo para destruir el poder del Demonio. En el momento de bautizar, se invoca a las tres Personas Divinas para que comuniquen la vida de gracia al neófito, y después la oración se transforma en un cántico de acción de gracias por la liberación alcanzada.
Tras el baño bautismal, dice san Ildefonso que el hombre debe ser enseñado a orar con palabras sinceras para que sepa invocar piadosamente al Padre. Esta misión de enseñar a orar es propia de los padres y madres de familia, de los sacerdotes y catequistas, de los padrinos de bautismo y de los abuelos, y en definitiva, de todo el pueblo cristiano. Insiste en que evitemos las muchas palabras en la oración, pero sí pidiendo con el corazón puesto en Dios. Al explicar cada petición del Padrenuestro recuerda que cualquier cosa que podamos decir con sentido y rectitud en la oración lo encontramos ya contenido en la oración que Jesús nos enseñó.
En el capítulo 134 de El conocimiento del bautismo podemos encontrar diversos ejemplos de textos de los salmos y de otros libros de la Biblia relacionados con las peticiones del Padrenuestro que nos ilustran lo dicho anteriormente, y nos exhorta a orar por nosotros mismos, por los nuestros, por los extraños e incluso por nuestros enemigos, aunque reconoce Ildefonso que es normal que tengamos también en la oración un afecto especial por nuestra familia y amigos.
Como Cristo es el pan de vida que ha bajado del Cielo, pedimos en el Padrenuestro que Él sea nuestro pan de cada día, para que los que permanecemos y vivimos en el Señor nunca nos separemos de Él y así nos vaya santificando.
Al concluir su tratado sobre el bautismo, san Ildefonso recoge dos oraciones para el momento en que los recién bautizados, después de haber acudido algunos días a las asambleas y coros de la iglesia vestidos de túnica blanca se despojen de dicha vestidura y reciban la bendición. Estas oraciones fueron después recogidas en la liturgia sacramental mozárabe:
Señor Jesucristo, Redentor del mundo, a quien, siendo verdaderamente hombre, nacido realmente del hombre, Dios Padre declaró ser su Hijo: cumple para con esta tu familia, que, sellada con tu nombre, purificada con el agua sagrada y llena de tu Espíritu, se goce también saciada y redimida con tu Cuerpo y Sangre, a fin de que practiquen sin cesar para la salvación necesaria estos sacramentos que recibieron para una nueva vida, de tal modo que lleguen con seguridad desde aquí a la recompensa de la bienaventuranza4.
El Señor Jesucristo, que os lavó con el agua de su costado y os redimió con la efusión de su Sangre, confirme en vosotros la gracia de la redención lograda. Y Aquel por quien renacisteis del agua y del Espíritu Santo, os asocie al Reino celestial. El que os otorgó los principios de la santa fe, os conceda tanto el cumplimiento de las obras como la plenitud de la caridad. Amén5.
Una vez regenerado por el bautismo, viviendo una vida de oración y cumplimiento de los mandamientos de Dios, el hombre puede llegar a la mansión de la Vida eterna. Este es El camino del desierto por el que san Ildefonso quiere guiarnos con su tratado que continúa el del bautismo.
La oración en este itinerario por el desierto de la vida santa hará que no nos perdamos ni nos distraigamos con falsos placeres engañosos, puesto que al rezar los ojos de nuestra alma estarán puestos en el Señor esperando su misericordia.6.
San Ildefonso recoge y explica el simbolismo de multitud de figuras alegóricas tanto del Éxodo como del desierto (vegetales, minerales, animales) para presentar diversos aspectos de la vida espiritual del cristiano. Al comentar el texto de Isaías 41,19 (Yo plantaré en el desierto cedros y acacias, mirtos y olivos. Yo plantaré en la estepa cipreses, olmos y alerces juntamente), afirma que el ciprés o el abeto reflejan la contemplación de los dones celestiales7. Aunque haya brotado de la tierra, por la contemplación puede llegar a las alturas: la oración, al ponernos en contacto con Dios, al que contemplamos desde nuestra condición terrena, nos hace ser espirituales o celestiales.
Otra imagen alegórica que nos habla de la oración es la del búho8, comparado con Cristo que permaneció en vela en el Huerto de los Olivos, despierto en la noche como esta ave y, sin despreciar a sus perseguidores, oró al Padre por ellos. Las vigilias de oración en la noche serán también para nosotros tiempo de orar por los que nos persiguen y de aceptar la voluntad divina como hizo Jesús.
Pero el desierto también es lugar de felicidad, pues gustamos ya anticipadamente la Gloria que un día se nos descubrirá. Por eso, afirma Ildefonso que hombres y mujeres, avanzando por las sendas de la justicia, hacen resonar con María himnos a la gloria de Dios. Ojalá sea esa nuestra vida…
1“Los temerosos de Dios y los piadosos buscan en estos libros de la Santa Escritura la voluntad de Dios. Y su primera observancia y esfuerzo es conocer estos libros, y, si todavía no los comprenden, por lo menos memorizarlos a fuerza de lectura, pero nunca desconocerlos” (De cognitione baptismi, 1140-1143).
2De cognitione baptismi, 55-60.
3De cognitione baptismi, 291-295.
4De cognitione baptismi, 2225-2231.
5De cognitione baptismi, 2233-2238.
6De itinere deserti, cap. XVI.
7De itinere deserti, cap. XXXIX.
8De itinere deserti, cap. LVI.
2 comentarios
/ Oramos, para solicitar la intercesión de san Ildefonso, al tener presente, q, en la noche del 18 de diciembre de 665 junto con sus clérigos y algunos otros fueron a la iglesia para cantar himnos en honor a la Virgen María y encontraron la capilla brillando con una luz tan deslumbrante ,q, sintieron temor, huyendo , todos, menos Ildefonso y sus dos diáconos, quienes entraron y se acercaron al altar y a Ante ellos se encontraba la Virgen María, sentada en la silla del obispo, rodeada por una compañía de vírgenes q entonaban cantos celestiales, y , María, hizo una seña con la cabeza para que se acercara, obedeciendo en el acto, fijando sus ojos sobre él, diciéndole: "Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería." Y habiendo dicho esto, la misma Virgen lo invistió, y, le dio instrucciones de usarla solamente en los días festivos designados en su honor.
/ Imploramos , impetrar la intercesión de san Ildefonso sin olvidar ,q, esta aparición y la casulla , llevaron a ,q, en un concilio de Toledo se ordenó un día de fiesta especial para perpetuar su memoria y el suceso aparece documentado solamente siglos después en el Acta Sanctorum (1658) como El Descendimiento de la Santísima Virgen y de su Aparición, siendo el siglo VI importante para el origen del culto mariano y en el 10º concilio de Toledo, en 656, tuvo su origen la primera fiesta a la Virgen en Hispania, escribiendo , Ildefonso un tratado sobre “La virginidad perpetua de Santa María” y, cuando el papa Juan VII, condujo la Iglesia de 705 a 707, el culto mariano se tornó popular entre los católicos al recordar , q, la trascendencia ,q, adquirió este hecho , aconteció en plena Hispania Gothorum y ha sido muy grande para Toledo y su catedral y, los árabes, durante la dominación musulmana, al convertirse la basílica cristiana en mezquita, respetaron, escrupulosamente este lugar y la piedra en q la Virgen puso sus pies se la viene venerando , desde la vez, q, se le apareció a San Ildefonso y ,en la catedral los peregrinos, pueden, aún venerar la piedra en ,q, la Virgen Santísima ,puso sus pies ,cuando se le apareció a San Ildefonso.
enrique Cheli Pedraza -
educador- Laico,servidor de la Comunión
Instituto
Nuestra Señora de las Américas
carpe- [email protected]
Argentina
Gracias Enrique Cheli.
En mi familia tuvimos un bisabuelo Ildefonso Aguar.
Y un primo hermano mío, lleva su nombre.
Que pena q ahora los padres no valoren bautizar a sus hijos.
Con los dones q reciben los niños!
Ruego por este Santo, que con la bendición de la Santísima Virgen, derrame sus bendiciones sobre las familias, para q el rito del bautismo vuelva a resurgir en los jóvenes.
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