Aquella vieja mentalidad apostólica (II).
Bien está la recuperación de los textos del injustamente olvidado p. Leonardo Castellani. Sin embargo, tampoco deberíamos olvidarnos de las obras de los pp. Julio Meinvielle y Osvaldo Lira.
Y si recordamos las obras de los pp. Castellani, Meinvielle y Lira, ¿cómo no vamos a recordar las del p. Ángel Ayala Alarcó, S.I. (1867-1959)?
Sin embargo, no hemos de perder de vista que los textos de los pp. Castellani, Meinvielle, Lira, Ayala y tantos otros, en cuanto que traten acerca de asuntos no directamente relacionados con el Magisterio de la Iglesia, del cual son siempre fieles seguidores, reflejan sus opiniones personales. Y, como tales, inevitablemente, unas veces serán más acertadas que otras.
La selección y agrupación de textos extraída de la Antología de ‘Formación de Selectos’ que presento aquí es de mi total y exclusiva responsabilidad. No siempre me ha sido posible fragmentar los textos de forma que todos aquellos que traten un mismo asunto queden agrupados bajo el mismo epígrafe. Así que en la lectura es posible notar una cierta redundancia temática.
La redacción de los propios textos es mérito, total y exclusivo, del p. Ayala.
Después de cada texto, indico la página en la que aparece en la Antología de HazteOir.org. La edición gratuita en PDF sigue la misma paginación.
Uso los paréntesis cuadrados [ y ] para indicar que el texto incluido es una adición ajena al original. Su único propósito es facilitar la lectura secuencial de la selección de textos.
En esta entrega voy a presentar los textos relacionados con el valor y la falta de carácter, la educación y el apostolado, las señales de eficacia apostólica, el amor a la Iglesia y los enemigos de la Iglesia y, por último (¡pero no menos importante!), los políticos.
En la siguiente entrega presentaré los textos relacionados con varias categorías de conductas mal orientadas.
Pasen y lean. Están en su casa. Espero que les guste tanto como a mí.
[1. VALOR]
Los enemigos de la sociedad y de la religión usan frecuentemente la táctica del pánico. Es una táctica positiva y negativa; infunden miedo y lo quitan.
Cuando están en el poder amenazan, atropellan, encarcelan, imponen multas, destierran. Todo para infundir el miedo en el resto de los ciudadanos. Cuando no pueden abusar de la fuerza, hacen correr los más absurdos disparates, cada día nuevos, cada día más temerosos. Es una táctica sagaz, que hace víctimas innumerables.
Antes de que llegue la hecatombe es cuando hay que reaccionar. ¿Cómo? Teniendo serenidad para no creer en peligros imaginarios. Teniendo ánimo para desafiar y arrostrar los peligros verdaderos. Actuando sin cesar y organizándose en todos los órdenes de la vida. (p. 111)
…lo que no han sabido ni querido hacer los católicos franceses, cuyo ideal fue que no los persiguieran: idea no ya de los seglares, sino de los eclesiásticos y religiosos. Ha sido y es, a mi juicio, una equivocación enorme…
En Francia hay jóvenes con espíritu religioso; lo que no hay es visión de lo que se puede con la ayuda de Dios, en todos los órdenes, y menosprecio de las contrariedades que la política católica puede acarrear.
Pido a Dios que nunca incurráis en ese pesimismo enervador, ni en lo que es consiguiente: la satisfacción de contentarse con que no arrojen de España a las órdenes religiosas ni persigan a los católicos.
¡Ideal tristísimo! Basado en una equivocación funesta. Los católicos lo podemos todo, porque tenemos a Dios a nuestro lado. Pero lo podemos con el sacrificio, con la lucha, con el menosprecio de la comodidad y de los honores, con la paciencia, con la oración, con el trabajo, con la organización. (p. 35)
No sólo los actos; también las palabras tienen su valor. La cobardía en el hablar nace de dos causas principales: de falta de visión y de falta de espíritu.
Quien habla vergonzosamente de su fe lo hace movido con frecuencia por la idea de que las multitudes no quieren sermones. Se equivoca. Nada enardece más a nuestros auditorios que la defensa acérrima de la religión.
Observadlo; cuando asistáis a mítines católicos fijaos en las ideas que arrancan las ovaciones más nutridas en los discursos. Veréis que son los párrafos más vibrantes en defensa de la Iglesia.
Las conmociones populares más profundas y extensas de nuestra patria han tenido siempre por causa los ataques al sentimiento religioso. Y es natural que así sea, porque para los que creen no hay interés comparable al de su destino supremo.
Los que soslayan la idea religiosa, cuando hablan a multitudes de derechas, es que no ven. Es defecto no sólo de seglares, sino, a veces, de sacerdotes. No quieren hablar del infierno, sino del arte cristiano, y los auditorios no acuden o, si asisten, no se confiesan. En cambio, la muerte, el juicio, el infierno, la eternidad, que parece deberían espantar a las muchedumbres, las atraen, las subyugan. Y es que entre el arte y la eternidad hay una diferencia inmensa de poder de atracción y de interés personal.
Esta cobardía nace a veces de la falta de espíritu sobrenatural. Hay católicos que jamás se llamarán católicos en público. Católicos que jamás pronunciarán el nombre de Dios y del Papa cuando hablan en sus mítines. Y, sobre todo, católicos que ni por casualidad expondrán una idea piadosa, propia de quien vive vida sobrenatural intensa. No pueden dar lo que no tienen.
Están satisfechos de sus discursos laicos, porque los períodos son rotundos y las ideas brillantes, y se figuran que con figuras retóricas van a subyugar al mundo.
No sólo el valor en defensa de la fe electriza a las multitudes; mas aún, si cabe, las electriza el lenguaje sobrenatural, el propio, no del predicador, sino del seglar enamorado de Cristo y de su Iglesia. (p. 113)
Huir de los peligros cuando hay que arrostrarlos es de cobardes; además, no se evitan ni la afrenta ni el riesgo. El riesgo suele ser mayor cuando se huye, porque se recibe la herida por la espalda.
Cuando en los días de revuelta acecha la muerte en la calle, si el peligro no es sólo para nuestras personas, sino para la religión y la patria, salir a las plazas es derecho y deber, cosa de valientes y más de jóvenes, porque se necesitan no sólo ánimos, sino fuerza.
En esta lucha violenta no buscada, ni querida, pero sí aceptada como una obligación dolorosa, ha de haber víctimas. ¡Cuántas ha habido ya! Pero no por eso es ni decoroso ni lícito abandonar el campo, como no lo es en la guerra justa…
Eso no es provocar. Como no lo es organizar una procesión, defender conventos de monjas, repartir hojas por las calles, poner unas colgaduras, protestar contra una representación canallesca. Todo eso o es ejercicio pacífico de un derecho o defensa legítima contra una agresión injusta…
Hay más valientes para la guerra cruenta que para la de las ideas. En la guerra da valor el peligro personal y el ejemplo, la disciplina, la misma sangre vertida y la muerte; en la lucha moral y doctrinal son enemigos el respeto humano y los intereses que peligran, los puestos y honores que vacilan. Para la guerra de sangre basta el coraje; para la de las ideas se necesita una estimación justa de sus resultados, que depende del criterio moral, de la educación y de la intensidad de la vida sobrenatural. Por eso hay tanto católico cobarde. (p. 114)
Mayor mal que la persecución que encarcela es la persecución que halaga y seduce. Más daño ha hecho a la Iglesia la Institución Libre, seduciendo a los universitarios de talento con las cátedras, que el comunismo, quemando nuestras iglesias y conventos. (p. 115)
Es vergonzoso, pero es verdadero; hay más audaces entre sindicalistas y comunistas que entre nosotros. El ideal de lucro tiene más servidores que el ideal religioso entre seglares. Pues mientras eso sea así, renunciemos a la gloria de las grandes empresas del apostolado. (p. 116)
Hablemos, pues, a nuestros jóvenes de luchar generosamente por la Iglesia. De despreciar los peligros, de acometer empresas arduas, de sacrificar la comodidad, las expansiones, el dinero, la vida. (p. 119)
Que Dios os conceda el honor de ser luchadores magnánimos en defensa de los derechos de Jesucristo. (p. 36)
[2. FALTA DE CARÁCTER]
Hay grandes especialistas con carácteres ruines. Capacidades de monóculo; que todo lo ven a través del cristal del arribismo; que no ven la ridiculez, indignidad e ignorancia en que incurren cuando creen amenazada su posición, porque les sonreía de lejos un cura, antiguo conocido.
La teoría de éstos es: Yo, católico, eminente y necesario, glorifico a Dios sólo con serlo. De modo que con que él se encumbre, ya está hecho todo; no hay más que pedirle: su solo nombre, puesto en alto, salva la Iglesia. Aunque no haga nada a su favor. (p. 87)
El católico que oculta o no defiende su fe por miedo a la burla, a la sonrisa o al perjuicio… El que en la lucha diaria de la vida tiene la propensión constante a no negar nada, a no malquistarse con nadie… El que ensalza lo bueno y calla lo malo. El católico que, recibida su prebenda del poder, se figura que la Iglesia está de enhorabuena… El que tiene prudencia y templanza; pero no justicia ni fortaleza. El que si media entre dos que riñen les da la razón a los dos; a cada uno su partecita. El que si recibe una subvención exclama: ¡Qué gran gobernante!… El que defiende su alto cargo, condescendiendo con el error para que no venga otro menos afecto a la Iglesia.
Son hombres que… Votarán contra la libertad de enseñanza y dispensarán un favor a un canónigo… Desconocerán el derecho de la Iglesia a fundar universidades y comulgarán devotamente. Permitirán la inmoralidad de las parejas y rezarán el rosario en familia. No reprimirán la blasfemia, y presidirán la procesión de la Patrona…
Hay hombres que discurren sobre el comunismo, pero no hombres de organizaciones contra el comunismo. Hay hombres entusiastas de la liturgia, pero incapaces de denunciar un libro obsceno. Hay devotos de las vigilias nocturnas, pero pocos con austeridad en los goces. Pocos que si reciben un favor, exijan un deber. Pocos padres de familia que tengan firmeza de voluntad para educar a sus hijos. Pocos catedráticos que tengan voluntad para defender la libertad de enseñanza. Hay pocos críticos literarios que enjuicien de indecente lo que lo es. Pocos jóvenes católicos que, al iniciarse una conversación obscena, digan con energía: No me agradan las desvergüenzas. Altos, medianos y bajos van a vivir, no a reñir, a sacar el jugo posible al de arriba. El de abajo mira al de en medio, el de en medio mira al de arriba, el de arriba mira al de en frente y todos buscan mantenerse en pie. (pp. 64-65)
[3. EDUCACIÓN]
Son legión los padres bonachones y piadosos; y de los cuales debían esperarse hijos católicos a machamartillo y que no producen sino hijos inútiles para sí, para sus familias, para la sociedad y para la Iglesia… El joven que se acostumbra desde niño a hacer su voluntad es, no ya un inútil para el apostolado, sino para la vida. Porque la vida es un tejido de deberes desagradables, y el que desde niño no se acostumbra a cumplirlos severamente, sino que obra a impulso de sus gustos, caprichos y pasiones, se hace víctima de su propia voluntad, al llegar a la edad madura. Crear el hábito: eso es lo esencial (p. 68).
Algunos tienen esta norma de vida: gozar cuanto se pueda lícitamente. Es un engaño. El ansia de placeres no tiene límites. ¿Quién puede asegurar hasta aquí llegaré? Además de ser un engaño, es una vergüenza: ¿para eso murió Cristo en la cruz? Para redimirnos no fue preciso, para enseñarnos, si… ¡Como que ni aun muriendo sacrificado hemos querido aprender! (p. 72)
… el apóstol divertido es el tipo de los que, ante todo y sobre todo, buscan en los actos de apostolado el medio de pasar el rato. No es que intenten un fin sobrenatural y de camino gocen con algo honesto e inocente, sino que se entregan al esparcimiento con toda el alma, como si fuera lo único que apetecen. Si los observáis veréis que no les preocupa la formación espiritual, sino el teatro, el cine, el fútbol, la excursión al campo; todo inocente, pero humano. (p. 82)
Sin embargo, es notable la absoluta falta de cautela con que proceden muchos jóvenes en este punto. Educados cristianamente, frecuentan los sacramentos; pero del mismo modo frecuentan los teatros y los cines. No quieren pecar, pero tampoco dejan la ocasión: les parece mal lo que ven; pero, dejarlo, les parece peor. Y así ocurre lo que ha de ocurrir: que se habitúan a bordear precipicios, hasta que un peligro mayor los empuja al fondo. (p. 74)
Qué insensatez la de sus padres, que si no los empujan por ese camino, no los apartan, y frecuentemente los ven en él o indiferentes o satisfechos… Lo saben, y, no obstante, miman a sus hijos, les dan una libertad absurda, se gastan en ellos lo que no tienen. Son padres católicos que les hacen proceder como paganos. Y así quieren conciliar la asistencia a cines que rayan en lo grave inmoral con la comunión frecuente; la caridad que obliga a socorrer a los pobres con lo superfluo, con el gasto diario de meriendas opíparas; las amistades y trato en que muchachas y muchachos andan libres e independientes, con un amor muy sincero a la castidad. (p.71)
Cuando a un joven lo tildan de mojigato, porque es devoto, ha de saber constestar: Lo soy porque amo a Dios. Y además porque me da la gana. El joven de carácter ha de tener convicciones y un poco de mal genio. No mucho, lo suficiente. (p. 70)
[4. APOSTOLADO]
Hablar públicamente es hoy una necesidad universal, porque la lucha contra la Iglesia no se desenvuelve sólo en el parlamento ni en los mítines, sino en la cátedra y en las organizaciones culturales, políticas y económicas o de cualquier orden que sean…
Hoy la lucha está entablada, no entre individuos, sino entre organizaciones; no entre organizaciones aisladas, sino entre grupos de organizaciones. En todo se tiende a lo internacional. (p.25)
Es un hecho que por espacio de muchos años hemos perdido el contacto con el pueblo. Hoy mismo hay muchedumbres inmensas con las que la Iglesia no tiene relación ninguna. Y no podemos esperar que esa falta de contacto se rompa porque los hombres vengan espontáneamente a nosotros.
¡Si el pueblo no conoce a la Iglesia, si la odia, si aborrece a sus ministros, si le han hecho creer que todos sus males provienen de la doctrina católica, si son los propagandistas del mal los únicos que le alaban, le prometen, y muchas veces los únicos que le unen, le organizan, le defienden!… ¿cómo van a venir a nosotros?…
Se da la doctrina para que otros hagan las obras, y las obras no se hacen. Nos ocurre lo que acontecería a un sindicato de albañiles en que uno tras otro perorasen todos sobre la necesidad de intensificar el trabajo de una casa, pero nadie quisiera poner un ladrillo. Sobran discursos y faltan obras; sobran conferencias y faltan organizaciones. (pp. 97-98)
[5. SEÑALES DE EFICACIA APOSTÓLICA]
Con una organización de sobresalientes, a priori, el fruto del apostolado sería incalculable y seguro. Pero si se quisiera un criterio a posteriori, para juzgar de su eficacia, se podría sacar por las siguientes normas:
1. Por el número y fecundidad de sus obras buenas. Por los frutos los conoceréis, dijo Cristo. (p. 36)
2. Por el odio de los enemigos de la Iglesia: Si a mí me han perseguido, a vosotros también os perseguirán, dijo el Señor a sus apóstoles. Si los enemigos de la Iglesia miran a una asociación con indiferencia, no vale; si la combaten, vale. (p. 36)
Todo hombre de acción debe estar persuadido de que no hará lo que se propone sin contradicciones. Le sobrevendrán, cuando menos lo piense, de donde menos imagine: de en medio, de abajo y de arriba. Es ley general que una obra tiene tantas más y mayores dificultades cuanto sea más importante y trascendental. (p. 103)
La señal más inequívoca de que trabajamos con eficacia es que nos combatan rudamente. ¿Los anticlericales atacan sañudamente la enseñanza católica? Luego es una gran obra de la Iglesia. ¿Persiguen con ensañamiento las órdenes religiosas? Luego son fuerzas temibles para ellos. (p. 150)
3. Por el entusisasmo que despierta en los católicos militantes. Si no despierta entusiasmo, no vale. Si lo despierta, vale. (p. 36)
La indiferencia de los buenos, ante la desaparición de una obra, es otra señal de que con ella no se hacía cosa positiva. Cuando nuestra acción es provechosa y se concreta en una entidad útil a la sociedad, la raíces que han penetrado en ésta se cortan con mucho dolor. Por consiguiente, si los católicos contemplan sin pena el paso a mejor vida de una institución o sociedad cualquiera, es que ésta no interesaba al pueblo, es que en ella se hacía que se hacía. (p. 150)
4. Por el valor en la defensa de la verdad. Si calla y no riñe con nadie, no vale. Si habla alto y fuerte contra el error, vale. (p. 36)
5. Por los sinsabores y sufrimientos que padece. Si huye de las molestias y busca las comodidades, no vale. Si sufre contradicciones y se enfrenta con quien puede perjudicarla, vale. (p. 36)
6. Si se contenta con hablar, rezar, alabar lo bueno, callar lo malo, estar bien con todos, no vale. Si actúa, mueve la opinión, organiza, se mete en todas partes, vale. (p. 36)
[6. AMAR A LA IGLESIA]
Pero, ¿qué es amarla? Obedecerla, respetarla, favorecerla, estudiarla, conocerla y propagarla. Estar siempre dispuesto a secundarla como madre y como maestra.
Se la ataca en sus dogmas y en sus derechos, en su cabeza y en sus miembros, en su honra y en su libertad.
Quien no la defiende, no la ama. Quien no defiende su libertad de enseñanza, no la ama. Quien no defiende su derecho a crear organizaciones católicas, no la ama. Quien no defiende la libertad de sus prelados a comunicarse libremente con los fieles, no la ama. Quien no consulta con ella en los asuntos religioso-políticos, no la ama. (p. 66)
[7. ENEMIGOS DE LA IGLESIA]
No sólo por caridad, sino por razón pura, debemos ser indulgentes con nuestros enemigos. No nos odian, ni odian la religión. Si se escarba un poco en su espíritu no se encontrará en el fondo un Diocleciano, sino un sueldo o un puesto honroso.
Hay muy pocos anticlericales auténticos. Todos truenan contra los frailes y mandan a sus hijos a sus escuelas; son socialistas y pertenecen a cofradías de Semana Santa. Se mueren y al punto piden los sacramentos. (pp. 76-77)
No son pocos los periodistas a quienes lo mismo da escribir artículos místicos que artículos antirreligiosos. Sabemos de quien siendo ateo, escribe en católico, y de quien, dirigiendo un diario rabiosamente anticlerical y enemigo de las órdenes religiosas, mandaba a sus hijos a un colegio de jesuitas. (p. 82)
Aun entre los masones, ¡cuántos lo son de pega! Parece que pretenden hundir la Iglesia, pero es una cosa más modesta lo que pretenden… vivir. Por eso una vez arriba, se declaran durmientes. Su flaco es la ambición; pero por subir, eso sí, harán cualquier barbaridad.
¡Pobres gentes! Dan pena en vez de ira. El mal ejemplo, los compromisos, el respeto humano, el ambiente, los empuja a veces incluso a crímenes de sangre; pero viene la desgracia y los que habían disparado contra los sacerdotes, esos mismos, momentos después les piden los sacramentos. Así son muchos revolucionarios españoles…
Sintamos por ellos más lástima que indignación; son culpables, pero son aún más desgraciados que culpables. No conocen ni a Dios, ni a su Iglesia, ni sus culpas, ni sus consecuencias. ¡Y ésa sí que es desgracia! (p. 77)
[8. POLÍTICOS]
Los que han corrido y visto mucho y tratado a muchos están más capacitados para juzgarlos atinadamente. El trato engendra cierta dosis de malicia absolutamente necesaria para no ser engañado por la doblez de los hipócritas; señaladamente por la doblez política.
Un político habla y escribe como un Santo Padre; pero, a la par, acepta y consolida las conquistas de otros políticos izquierdistas. ¿Cómo le juzgaremos? Como un hombre funesto. (p. 54)
Y, por consiguiente, trato de los políticos; sobre todo, viejos e izquierdistas, hombres generalmente insinceros, astutos para combatir la Iglesia, largos en promesas y parcos en cumplirlas. (p. 30)
Espero que les haya gustado tanto como a mí.
En la próxima entrega aparecerán, Dios mediante, algunos ejemplos de conductas mal orientadas.
—
cfr. p. Ángel Ayala Alarcó, S.I. (1867-1959): Antología de ‘Formación de Selectos’, selección a cargo de Pablo F. Gutiérrez Carreras, Madrid, HazteOir.org, 2008, 160pp., 12€, ISBN: 978-84-612-3818-7
20 comentarios
Tengo lectura para todo el Adviento y probáblemente Navidad.
Creo sin embargo que nos movemos en pisos muy altos. La evangelización en España es una urgencia cierta y miedo da ver el nivel a ras de suelo. Creo que hay que recomenzar de cero o casi, como dice Alisdair McIntyre -filósofo marxista convertido al cristianismo- en su obra "Tras la virtud". McIntyre sostiene que un nuevo diluvio ha llegado, que está acabando con todo y que la fe y la cultura cristiana sólo podrán preservarse construyendo arcas -como fueron arcas los monasterios benedictinos de los siglos V al IX- que, una vez pasado el diluvio exterminador, se posen en tierra de nuevo y recomiencen.
Por eso creo que lo importante es construir "arcas" que resistan el temporal, arcas de hombres libres, de cristianos conscientes de la situación que se está viviendo y de lo que nos espera todavía. Y por eso creo que la filigrana teológica -que tanto me complace- debe pasar a un segundo plano para poner el acento en el anuncio de la alegre noticia, del Evangelio del Reino de Dios, develado y revelado en Cristo, el Señor, muerto y resucitado por sobreabundancia de amor, pues hasta el extremo nos amó, para la redención de los hombres todos; para que nada se pierda.
No se trata de que Santo Tomás de Aquino lo haya dicho todo, sino de que él y otros geniales escolásticos dieron con un método riguroso que es el único que puede volver a ubicarnos en la realidad, no en las ingeniosas teorías en las que nos hemos terminado encerrando. Yo recomiendo la lectura y la relectura sosegada de Three Rival Versions of Moral Enquiry. Es un libro que despista algo al principio, parece que aborda cosas anecdóticas de la enciclopedia, pero termina haciendo patente que el enciclopedismo ilustrado fue un fracaso, y que en sus ruinas nos movemos y de ellas no nos va a sacar ningún posmoderno desencantado, sino el espíritu filosófico y teológico de Santo Tomás. Hay versión castellana aceptablemente traducida por Rogelio Rovira. Para una lectura parcial: http://books.google.es/books?id=TlMNnlPkKc0C&printsec=frontcover&dq=Alasdair+McIntyre&ei=KSFGSdaRG4mINNms_cMN#PPP1,M1
Perdón por el "rollo". Lo escribo porque creo que cualquier facultad de teología o de filosofía que no se encare seriamente con el Aquinate está perdiendo el tiempo, por mucho personalismo o existencialismo cristiano que enseñe.
Si pudiera pedirte algo, sería que no le tuvieras demasiado en cuenta a los pp. Ayala, Castellani, Meinvielle y Lira aquello que, siendo sus opiniones personales, no te guste.
Lo verdaderamente valioso en ellos es su forma clara y directa de presentar el Magisterio Vivo y Eterno de la Iglesia, una, Santa, Católica y Apostólica.
Me alegro de haberte sido de algun utilidad.
_Foix_ :: _Apolinar_
[1.-]
Me temo que yo disfruto más con sus comentarios que vds. con mis textos. No conocía ni a Melchor Cano ni a Alasdair MacIntyre.
[2.-]
La editio princeps de la obra de Melchor Cano se puede descargar aquí.
Hay un comentario sobre la obra de Melchor Cano aquí. Se trata de una página ligada al sistema filosófico materialista de Gustavo Bueno. No es que sean mi autor o sistema filosófico preferidos, sin embargo es de los pocos que se han dignado a comentar este libro.
Los datos completos de la obra de Melchor Cano son estos:
Melchor Cano: «De locis theologicis»,
Madrid: BAC, 2006(1563), 1072p, 46€, ISBN-10: 84-7914-866-7, ISBN-13: 978-84-7914-866-9, MA0085
La publicación de la obra de Melchor Cano se puede tomar como el segundo volumen del trabajo de Juan Belda Plans sobre la Escuela de Salamanca. Los datos completos del primer volumen son estos:
Juan Belda Plans: «La Escuela de Salamanca. La renovación de la teología en el s. XV»,
Madrid: BAC, 2000, 1024p, 45.08€, ISBN-10: 84-7914-472-6, ISBN-13: 978-84-7914-472-2, MA0063
[3.-]
Parece que esta edición de la obra de Alasdair MacIntyre está agotada:
Alasdair MacIntyre: «Tres versiones rivales de la ética»,
Madrid: Palabra, 1992 (1990), 296p, 19.50€, ISBN-10: 84-321-2897-X, ISBN-13: 978-84-321-2897-4
Sin embargo, hasta que se vuelva a reeditar en español, se puede conseguir esta otra en inglés:
Alasdair MacIntyre: «Three Rival Versions of Moral Enquiry»,
U.of Notre Dame Press, 1991, 241p, US$22.50, ISBN-10: 02-680-1877-4, ISBN-13: 978-02-680-1877-1
Hay un comentario sobre esta obra de Alasdair MacIntyre aquí.
[4.-]
Esa idea de arca de Alasdair MacIntyre es muy interesante.
El individuo, la familia, el grupo cristiano, la Iglesia y la sociedad forman distintos niveles sociales. La sociedad está aquejada de una degradación encabezada por unos neobárbaros que dicen ser ilustrados. Esa degradación social está afectando a la Iglesia que necesita que sus grupos la sostengan.
Los encargados de mantener los grupos a flote y navegando en buena dirección son esas personas a las que el p. Ayala llama selectos. Por eso es tan necesario y urgente encontrarlos y formarlos.
[5.-]
Estoy tan harto de las cochinaditas literarias que casi no leo ficción. Y la que leo, para desgracia de todos, es muy poco ficticia.
Quizá me equivoque, pero me da la sensación que Juan Manuel de Prada es un hombre profundamente clerical. Y por clerical quiero decir sensible, siempre favorable, nunca contrario, a los movimientos de la jerarquía eclesial, tanto española como romana, en cada momento.
O mucho me equivoco, o nunca lo vamos a ver manteniendo una opinión por su cuenta, sin un sabio y calculado respaldo detrás. Desde un punto de vista político, su actitud es muy inteligente. Desde el punto de vista de la defensa de la fe, un desastre.
_Esteban_
Gracias por la información sobre esa nueva e interensantísima editorial, la Editorial Nuevo Inicio.
Ciertamente, hay muchos autores a los que no siempre se les presta la atención que merecen. No todos son igualmente ignorados y no todos merecen ser igualmente rescatados del olvido. Pero todos han recibido menos atención de la que merecen:
a) Españoles:
Juan Donoso Cortés (1809-1853)
Ángel Ganivet García (1865-1898)
Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912)
Ramiro de Maeztu Whitney (1875-1936)
Juan Vázquez de Mella Fanjul (1861-1928)
Jaime Miguel Eyzaguirre Gutiérrez (1908-1968)
Eugenio Vegas Latapie (1907-1985)
Gonzalo Fernández de la Mora Mon (1924-2002)
Álvaro d'Ors Pérez-Peix (1915-2004)
Rafael Gambra Ciudad (1920-2004)
Antonio Millán-Puelles (1921-2005)
Aquilino Duque Gimeno (1931)
Enrique Díaz Araujo (1934)
José Manuel Otero Novas (1940)
Miguel Ayuso Torres (1961)
b) Franceses:
Alexis de Tocqueville (1805-1859)
Léon Bloy (1846-1917)
Charles Péguy (1873-1914)
Charles Maurras (1868-1952)
Nikolai Berdiaieff (1878-1948)
Georges Bernanos (1888-1948)
François Mauriac (1885-1970)
Gabriel Marcel (1889-1973)
Étienne Gilson (1884–1978)
c) Ingleses:
Edmund Burke (1729-1797)
John Adams (1735-1826)
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936)
Clive Staples Lewis (1868-1963)
Hilaire Belloc (1870-1953)
Christopher Dawson (1889-1970)
_A_todos_
Muchas gracias por vuestros magníficos comentarios.
Como decía Melchor Cano: Si quid norunt rectius istis, candidi impertiant.
«En pocas palabras: si conocen algo más correcto que esto, que me lo comuniquen con sinceridad».
Es muy difícil transmitir y asimilar una gran cantidad de palabras, ideas, derivadas, casuística, etc, etc, etc,.... Lo correcto y eficaz, para conseguir resultados en el tema que nos ocupa es saber sembrar la semillas correctas correctamente.
Yo me pregunto. ¿Cómo sería nuestra sociedad, si la Iglesia no se hubiera olvidado de algo tan sencillo, como recordarle a todas las generaciones que el VALOR es una virtud que debe de adornar a todo buen cristiano? Y me contesto: seguro seguro que nos encontrariamos en una situación más saludable desde todos los puntos de vista.
Creo firmemente que el Arcángel S. Miguel tiene su papel, tanto en la tierra como en el cielo. Y es más, creo que el mayor volumen de su faena la tiene que hacer en la tierra.
No se puede pedir a una persona corriente que dedique todo el tiempo a las lecturas de todos, enredarse y perdese. Lo mejor, es disponer de las "semillas madre" de todas las ideas claras y de todas las accines nobles, y plantarlas.
FELIZ NAVIDAD
Lo que dices es verdad.
Pero no es toda la verdad.
Mi padre y yo nos acercamos a la fe a la vez pero por caminos distintos. Él empezó merodeando por la Balmesiana, en Barcelona. Buscando libros de San Antonio María Claret. En las librerías de viejo, claro. Y tropezó con la asociación Monfortiana. Poco a poco, fue acercándose a la Santísima Virgen María primero y a su Hijo después. Fue un acercamiento a través de la piedad.
En mi caso, como estudiante, estaba harto de que mis profesores de instituto, marxistas del más variado pelaje, atacaran mi fe primeriza:
El concilio de Trento se inauguró con el bautizo del hijo del Papa (Clemente VII). Miradita de la profesora de historia y silencio de uno segundos antes de continuar con la lección del día: la Contrarreforma.
Lo mismo en literatura y en filosofía ¡y en latín!. Me hablaban del Diego Torres Villarroel, pero no de Santa teresa de Jesús. De Sartre pero no de Etienne Gilson. Y así en todo.
Como no sabía a dónde acudir o cómo formarme, pero tampoco estaba dispuesto a que unos hipócritas de la hoz y el martillo que cambiaban de coche cada cuatro años me amargaran la vida, empecé a comprame una colección de libros filosofía que apareció en los quioscos. Y así empecé a leer a Trotsky (La Revolución Rusa), Bakunin (Estatismo y anarquía) y Proudhon (¿Qué es la propiedad?).
La revolución permanente, la anarquía frente al estatismo y el anarquismo pequeñobugués pusieron a mis profesores al borde de un ataque de nervios. Pero seguía sin tener ni idea dónde acudir para conocer la cultura cristiana.
Como no sabía qué hacer, ya en la Universidad leí la Literatura Europea y Edad Media Latina de Ernst Robert Curtius en el Fondo de Cultura Ecuménica. Más de novecientas páginas hablando de la cultura latina en la Edad Media y al autor no le quedó espacio para mencionar a la Iglesia. Sin embargo, se me ocurrió buscar en la biblioteca todos y cada uno de los autores que Curtius citaba. Más del noventa por ciento eran santos canonizados por la Iglesia. Y nombra varios centeneres. Todavía deben andar por casa de mis padres las listas manuscritas que compilé.
Antes de conocer a nadie en ámbitos eclesiales me embaulé la parte dedicada al catolicismo de la Historia de las Religiones de Siglo XXI editores y el primer tomo de la Historia general del socialismo de Destino. En el primero se decía que si la Iglesia no dialogaba con el mundo, desaparecería. El segundo se decía que un historiador socialista no tiene que ser objetivo sino socialista. La misma acción del historiador es un praxis que establece sus propias condiciones de verdad.
Cuando empecé a conocer gente en ámbitos eclesiales resultaron tener ideas aún más radicales que las expuestas en esos dos libros. Para redimir el mundo, la Iglesia no debe dialogar con él, debe integrarse por él, con él y por él. La lucha de clases no es un análisis, es una praxis que no necesita ser objetiva porque ella misma es la verdad y esa verdad es revolucionaria: es la opción exclusiva por los pobres. Si algún rico quiere seguir a Cristo, debe abandonarlo todo y dejar de ser rico.
¡Cuánto hubiera dado yo entonces por conocer una parte de los libros que aquí se están mencionando ahora! Me llegan veinte años más tarde de lo que hubiera querido.
Por eso las palabras, las ideas, los textos, las referencias, las discusiones, los papeles, la doctrina clara, sistemática y profunda, todo eso es necesario para ver lo mismo que la Iglesia ve y vivir lo mismo que la Iglesia vive: la Pasión de Cristo por la Redención de los hombres que Dios quiere redimir.
La Pasión de Cristo hizo a Dios inmanente a la historia del ser humano, convirtiéndola en la Historia de la Salvación.
Perdón por la filípica. Muchas gracias por participar.
¡Feliz Navidad!
Estimado Miguel,
yo disfruto mucho con sus posts. A veces no hago una alusión directa a ellos porque poco puedo añadir a lo que usted nos ha mostrado. El greatest hits del p. Ayala que nos ha puesto es excelente.
A mí lo que más me ha gustado ha sido esto:
No sólo por caridad, sino por razón pura, debemos ser indulgentes con nuestros enemigos. No nos odian, ni odian la religión. Si se escarba un poco en su espíritu no se encontrará en el fondo un Diocleciano, sino un sueldo o un puesto honroso.
¡Feliz Navidad!
Nosotros los españoles, lo mismo que ahora nos encontramos en un estado de miseria espiritual y por lo tanto intelectual, en otro tiempo fuimos lo más de lo más dentro de la Iglesia y del mundo. Y en esa época gloriosa en España se escribieron, se aclararon y se simplificaron textos de manera insuperable: y se vivieron. Sin duda, hay un camino recto y corto que nos acerca en un pis-pas a lo más alto (Más o menos así lo decía nuestra Santa Doctora). Para para nada enredarse en muchas modorras.
Como sabes, muchas veces ha señalado a nuestros grandes genios. El verdadero camino espiritual, no se anda con muchas lecturas, sino con la contemplación de la vida en la Jerusalem del Cielo. En nuestras oraciones se nos ha olvidado utilizar los OJOS y por eso son ´"ruido de latas" y poco más, no las hacemos con la fuerza y el empeño suficiente como para que nos puedan cambiar la consciencia. Y de aquí vienen muchos males, etc...
El P.Maestro S. de Ávila, en su AUDI FILIA, explica como son y como se hacen estas cosas.
Y sobre todo en, principio, hay que tener muy claro que: LA RELIGIÓN ES UN MÉTODO DE ENTRENAMIENTO PARA EL DESARROLLO DE LA CONSCIENCIA; por eso se habla de ejerciciós espirituales. Y que la consciencia se desarrolla en la medida y al paso que recorre el territorio del alma: así lo enseña, cleramente S. Francisco de Sales.
Ya, desde hoy, podemos empezar por el principio: contemplar(CON LOS OJOS) la humanidad de cristo. Y cuando lleguemos a "verlo" reproducir las escenas del Evangelio ( con el diálogo), como la del pozo, etc etc y todas.
UN abrazo a todos. FELIZ NAVIDAD
Coincido con Apolinar acerca de lo muy interesantes y provechosos que son los post que escribe: tienen peso y altura. Se agradecen esta suerte de lecturas en un entorno caracterizado por artículos sin miga y sin hondura, quemados por una actualidad que clausura por la tarde lo escrito esa misma mañana.
A mis cuarenta y tres años también yo tengo la sensación de haber llegado algo tarde a casa y a través de territorios lóbregos y pantanosos. Ahora estoy feliz de poder abrevar en las aguas claras de este manantial que es Cristo. Creo urgente además dar a conocer el pensamientos de tantos que han hecho de su fe y de su respuesta a Cristo el centro sobre el que ha gravitado su vida. Usted mismo nos acaba de dar un listado que no es exhaustivo. Y me permito recomendar unas lecturas que son absolutamente imprescindibles: los textos de los Antiguos Padres de la Iglesia, griegos, latinos y orientales. Para mí están siendo un descubrimiento de una importancia fundamental, un gozo muy grande y una inesperada felicidad; y pienso que, si los leyéramos con atención, habríamos andado mucho y estaríamos conjurando gran parte de los problemas que se nos presentan.
¿De qué te sirve discutir cosas sublimes
a propósito de la Trinidad de Dios
si no eres humilde y desagradas a la misma Trinidad?
Verdaderamente,
las palabras hermosas no hacen santos ni justos
en cambio la vida correcta hace al hombre amable a Dios.
Prefiero sentir el arrepentimiento que me lleve a la conversión
en vez de poderlo definir.
Si conocieras las Escrituras de memoria
y te supieras todas las frases célebres de los filósofos
¿de qué te aprovecharía todo eso si no amas y agradas a Dios?
Vanidad de vanidades, todo es vanidad
sino amar y servir sólo a Dios.
Lo que no implica que la lectura no sea una cosa estupenda e incluso necesaria para poder dar razón de nuestra esperanza. Es el Espíritu Santo quien nos da las palabras, pero también nosotros tenemos que colaborar en la medida de nuestras posibilidades. Además, estamos llamados a posibilitar una cultura más receptiva al mensaje de Cristo, de manera que, digo yo, algo habrá que leer. Eso sí, la típica tentación de la lectura es la peor, la de la soberbia y el engreimiento, así que hay que pedir constantemente ayuda al Señor y nunca bajar la guardia.
Tiene razón. Sin embargo, precisamente ése texto que cita es el único que hace que me retuerza un poco.
Siendo cierto lo que dice, y siendo mis muchas miserias una de las razones -no precisamente la menor- por las que no es un texto de mi devoción, no es menos cierto que esa candidez seráfica de la que hace gala el p. Ayala en este caso es uno de los problemas más graves de los buenos católicos.
Sí. Sí que nos odian. Sí que odian la religión.
Nos odian y odian la religión porque, para colmar sus ambiciones, tienen que justificar sus actos. Y, al revés que los cristianos, cuyas obras quedan justificadas por la acción de la fe-caridad que las impregna, son las obras de aquellos que nos odian las que crean, alimentan y justifican su fe-odio.
Hasta tal punto eso es así, que llega un momento en el que esa fe-odio suplanta al egoísmo del que nace. Y lo suplanta en la creación, planificación, ejecución y perfeccionamiento del proyecto anticristiano de vida del individuo, que acaba siendo tan o más anticristiano que el propio Diocleciano.
Por eso los cristianos siempre vivimos en orden de batalla. Porque estamos en un permanente estado de guerra contra los que nos atacan: el Demonio, el mundo y la carne.
_anarico_
Perdona. No te había entendido.
Yo hablaba del camino intelectual. Tú hablabas del camino espiritual, que también engloba el intelectual.
Sin sencillez espiritual, no hay progreso en la fe. Y, sin progreso en la fe, el camino intelectual está condenado al fracaso. Por eso los doctores de la Iglesia siempre son santos. Primero santos. Luego doctores.
De esa sencillez espiritual procede la mejor de las honduras intelectuales. Y no hay espiritualidad más sencilla, más directa ni más pura que la contemplación. Ni hondura intelectual más próxima a Dios que la sencillez.
Desde el s. VI con San Isidoro hasta el XVI con Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, pasando por San Fernando III en el s. XIII, durante mil años España fue solar de santos.
Y aún lo sigue siendo.
¡Qué razón tienes! ¡Qué despistando iba!
Desde que he leído tu comentario rezo mirando, contemplado.
_Foix_
Estoy totalmente de acuerdo.
Es urgente dar a conocer el pensamiento de tantos que han hecho de su fe y de su respuesta a Cristo el centro sobre el que ha gravitado su vida. Por eso he confeccionado esa lista de autores interesantes.
Quizá no estuviera del todo de más reconstruir un canon de pensadores conservadores y creyentes al que se pudiera acudir en busca de formación, ejemplo e ideas. Es un trabajo laborioso porque se trata de autores meticulosamente silenciados.
Es importante que volvamos a descubrir las patrologías griega y latina. Rezando como si leyéramos. Leyendo como si rezáramos. Pero ya sea rezando, ya sea leyendo, siempre mirando, contemplando con los ojos de la fe, como bien me ha hecho ver anarico.
Tampoco estaría de más volver a descubrir las intensidad y el alcance de la cultura cristiana anterior a la aparición del Islam. Así descubriríamos el alcance de la destrucción. La inmensidad de lo perdido.
_Apolinar_
¡Cuánto tiempo hace que no leo a Kempis!
¡Ahora mismo me lo pongo en el bolsillo de la chaqueta para ver si, con un poco de suerte, puedo empezar a leerlo otra vez!
Dices que estamos llamados a posibilitar una cultura más receptiva al mensaje de Cristo, de manera que, digo yo, algo habrá que leer. Eso sí, la típica tentación de la lectura es la peor, la de la soberbia y el engreimiento, así que hay que pedir constantemente ayuda al Señor y nunca bajar la guardia.
Amen.
Éso es lo que yo le quería decir a anarico. Pero tú lo has dicho mucho mejor. Con más sencillez pero no con menos hondura.
A ver si aprendo de una vez.
_A_todos_
Es difícil expresar la alegría que siento por poder leer y dirigirme a unos comentaristas como vosotros.
Os doy las gracias a todos.
Y se las doy a Dios por haber podido aprender, una vez más, las cosas que Él me quiere enseñar -y que yo espero que quiera seguir enseñándome- a través vuestro, si así os place.
¡Feliz Navidad!
Me parece muy importante puntualizar, que yo no me he referido en ningún momento, "siempre mirando, contemplando con los ojos de la fe, como bien me ha hecho ver anarico."como dices. Es más sencillo todavía lo que digo. Digo MIRANDO CON LOS OJOS DE LA CARA. Es muy sencillo, el amor carnal es de lo más parecido al Amor a Dios. Por supuestísimo que de otra manera, pero digamos que , para empezar, la mecánica es la misma. Repasa un poquito. ¿Qué hace un enamorado, muy enamorado, cuando no está con su amada? Lo primero, es que siempre y a todas horas, la tiene en la mollera, y en algunos momentos incluso parece que la viera cerca claramente, e incluso se la escapan algunas palabras como si la tuviera muy cerca, ¿verdad? Pues así, de la misma manera, La diferencia está en el objeto del amor. Alguién dijo en un blog de estos, que hay diferencia entre amor a Dios y amar a tu vecina; pero desde el punto de vista "técnico" no hay ninguna.
Evidentemente nunca vamos a ver al Padre Eterno, pero sí que podemos amar sus manifectaciones como eternidad, infinta bondad, etc.
En principio, la religión consiste, en principio, básicamente en estos ejercicios, ejercicios de amor a Dios.
Siempre que tengo oportunidad recomiendo a los grandes maestros que todos sabéis: S. Juan de Ávila, y sus contemporáneos que todos sabéis, y S. Francisco de Sales que no puede faltar nunca.
En otra ocasión aclararé mi punto de vista sobre sobre lo espiritual, lo intelectual, lo emocional y lo sensitivo; que por lo que me dices, no lo he debido dejar ni medio claro; pues creo que lo entiendo de otra manera muy distinta de la que me asignas.
¡FELIZ NAVIDAD!
Me temo que el problema es mío por no saber entenderte.
Hemos de amar a Dios por encima de todas las cosas y con todo nuestro ser. Con el cuerpo y con el alma. Con la voluntad, la memoria y el entendimiento.
La oración es una acto de amor a Dios que hemos de renovar constantemente.
Como dice Prudentius de Bárcino, de http://www.germinansgerminabit.org en el artículo de fecha 17.12.08:
Los católicos, eso si, tenemos el mejor producto que ofrecer al mundo: Jesucristo y el don de la fe en Él que cambia la faz del universo, cambiando el corazón de cada de cada hombre. Pero no lo sabemos presentar porque no estamos enamorados de Él.
Si he vuelto a entenderte mal, rectifícame.
Creo que todos estaríamos encantandos de que nos expusieras tu punto de vista sobre lo espiritual, lo intelectual, lo emocional y lo sensitivo.
Gracias por sacarme de mi error.
¡Feliz Navidad!
Dices: "Hemos de amar a Dios por encima de todas las cosas y con todo nuestro ser. Con el cuerpo y con el alma. Con la voluntad, la memoria y el entendimiento."
En ésto estamos todos de acuerdo, nos lo dicen todos los días en todas las iglesias, Pero... ¿Qué hay dentro de estas palabras, como se ama a Dios? ESTA ES LA CUESTIÓN. Ya creo que estas palabras las decimos todos los días; pero tien poco más efecto que el "ruido de latas" que decía nuestra Santa.
Necesitamos con urgencia APRENDER a amar a Dios. Y el que quiere aprender, tiene que empezar por buscarse un maestro. Nosotros los españoles hemos tenido la fortuna de que aquí en Nuestra Patria han nacido los mejores maestros, genios de los más grandes, y los tenemos a mano para que nos enseñen. Y vuelvo a repetirme, S. Juan de Ávila, y su AUDI FILIA, es de lo mejor. Me apena, mucho muchísimo ver cada día como los sacerdotes españoles han olvidado a su Santo Patrón sin haberlo aprendido primero, lo cual bien mirado, es el origen de la gran tragedia que padecemos.
Miguel, me cuesta mucho escribir, pues he llegado a las tecnología muy tarde, y escribo letra a letra, lo cual condiciona mucho mi participación en el blog; pero seguiré participando y, cada día iremos intercambiando puntos de vista y, si es posible, enriqueciendonos todos mutuamente.
¡FELIZ NAVIDAD!
Te agradezco sobremanera tu esfuerzo.
Escribió un célebre comentario al salmo XLIV Audi filia, et vide para una señora convertida por él en Écija, Sancha Carrillo, hija de los señores de Guadalcázar, que fue publicado en Alcalá furtivamente en 1556 y más amplia y autorizadamente en Madrid, en 1557. Esta obra puede considerarse un verdadero compendio de ascética y el rey Felipe II la tenía en tanta estima que pidió no faltara nunca en El Escorial; asimismo, el Cardenal Astorga, arzobispo de Toledo, dijo de esta obra que con ella "había convertido más almas que letras tiene". Este opúsculo marcó positivamente la ulterior literatura ascética y le prestigió; de suerte que no hay en todo el siglo XVI autor de vida espiritual tan consultado como Juan de Ávila
http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_de_Ávila
Voy a ver si consigo el opúsculo de san Juan de Ávila.
Te voy a ser sincero. (No es que no lo sea siempre, es que voy a abrirte mi corazón.)
A pesar de todos los esfuerzos, es muy probable que mi vida interior esté en una situación todavía más incipiente que tu mecanografía.
Si son escasas las personas con conocimientos de calidad, más aún lo son las poseedoras de conocimientos sanos de la fe. Pero son incomparablmente más escasas las poseedoras de conocimientos de verdadera espiritualidad.
Tú eres una de ellas. Tu participación, no sólo en éste si no en cualquier blog de Religión en Libertad, es todo un don de Dios.
Muchas gracias por tu esfuerzo.
¡Feliz Navidad!
Aunque lo importante llega al final, en Marcos 16, 7 cuando el joven que está sentado en el sepulcro vacío les pide a las mujeres que les digan (a ellos, a esos discípulos traidores que tanto le habían fallado y andaban escondidos como ratas) que vayan a Galilea porque allí Jesús (resucitado de entre los muertos) les está esperando. Y esto es lo importante: Jesús cuenta con todos, le hayan fallado o no, porque es Él quien elige.
Feliz Navidad a todos, con afecto, y desde la certidumbre de el Verbo se ha hecho carne, para nuestro bien, para que nada se pierda.
Lo que ciertamente nos llena de esperanza es el saber que, pese a nuestra ruina y nuestra vida desmadejada, Cristo sigue estando ahí, esperándonos.
Todo el Antiguo Testamento, todas las traiciones del pueblo de Israel a Dios, todas las faltas de fe de sus profetas, desde Moisés a Jonás; todo el Nuevo Testamento, todas las traiciones y todas las faltas de fe de los apóstoles son testimonio de la paciencia infinita de Dios hacia aquellos a los que Él ama, porque es Él quien elige.
Lo único que podemos hacer, en nuestra ínfima pequeñez, es corresponderle en la medida de nuestra capacidad amándolo cada día más.
¡Feliz Navidad!
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