El silencio de Dios

Pieter Brueghel el Viejo (Breda, c. 1525 - Bruselas, 9 de septiembre de 1569): «La torre de Babel» (1563), Kunsthistorisches Museum, Viena.



A continuación presento la introducción de Gustave Thibon al libro de Rafael Gambra Ciudad «El silencio de Dios».



«Soror mea, sponsa» (Ct.4:9b)

«Entonces, poniéndose en pie el Sumo Sacerdote, le dijo: «¿Nada respondes a los que te acusan…?» Pero Jesús permaneció en silencio…» (Mt.26:62-63; cfr Mc.14:60-61)[1].

«- Si Dios existiera, no habría permitido al hombre construir un falso paraíso ocultando para siempre el verdadero…
- Tú no sabes hasta dónde puede llegar el silencio de Dios…»
Gustave Thibon: “Vous serez comme des dieux”
Fayard, 1985, 190 pp., ISBN: 978-2213016511



“Este libro es un testimonio. No «al sol que más calienta», sino a los astros que fueron ayer estrellas fijas de nuestro destino y que están hoy desapareciendo de nuestro horizonte. Un testimonio en favor del hombre eterno contra los ídolos que ha segregado nuestra locura y que devoran nuestra propia sustancia. Un grito de alarma profético frente al inmenso suicidio colectivo que nos amenaza y que se reviste eufóricamente de los bellos nombres de progreso, de sentido de la historia, de liberación, de democracia, cuando no de ecumenismo o de «aggiornamento».

Por ello, este libro posee todas las virtudes de la novedad. En un siglo en el que reina el conformismo del absurdo y del desorden, en que el ídolo de la revolución permanente se ha convertido en centro de atracción para los rebaños de esclavos teledirigidos, nada hay más nuevo ni más insólito que predicar el retorno a las fuentes y defender la naturaleza y la tradición.

«Nunca como hoy el genio de una época se ha aplicado a la destrucción minuciosa de su propia Ciudad humana (de sus valores y de su sentido) hasta el extremo paradójico de que el conformismo ambiental se expresa hoy por la actitud revolucionaria, y que la posición insostenible, heroica, ha llegado a ser la conservación y la fidelidad.» (cfr. Cap. I, p. 25)

La «Ciudad de los hombres» que defiende Rafael Gambra estaba hecha de un conjunto de lazos vivos y vividos que, a través de los diferentes niveles de la creación, mantenían al hombre unido a su origen y le orientaban hacia su fin. La casa, la patria, el templo, le protegían contra el aislamiento en el espacio; las costumbres, los ritos, las tradiciones, al hacer gravitar las horas en torno a un eje inmóvil, le elevaban por encima del poder destructor del tiempo.

Hoy estamos presenciando la agonía de esta «Ciudad de los hombres». El liberalismo, al aislar a los individuos, y el estatismo, al reagruparlos en vastos conjuntos artificiales y anónimos, han transformado a la sociedad en un inmenso desierto cuyas ciegas arenas son arrebatadas en los torbellinos del viento de la historia. Y el hombre, víctima de este fenómeno de erosión, no tiene ya morada en el espacio (se ve, a la vez, en prisión y en destierro), ni punto de referencia en un tiempo por el que corre cada vez más deprisa sin saber adónde va.

Las ciudades de antaño, al enlazar al hombre con las realidades visibles e invisibles, le ayudaban a elevarse sobre sí mismo. Hoy día, el ideal que se le propone no es vertical, sino horizontal: está en la carrera misma, en la «huida hacia delante», y no en el crecimiento espiritual. En lugar de intentar reproducir un arquetipo eterno, hay que dejarse arrastrar por un movimiento perpetuo y siempre acelerado. Psicólogos y sociólogos «al día» nos hablan sin cesar de la «mutación radical exigida por los progresos de la técnica y de la socialización». En este punto, los luminosos análisis de Rafel Gambra sobre la aceleración de la historia coinciden con los recientes juicios de una jóven filósofa francesa, Françoise Chauvin:

«[…] los hombres han deseado siempre cambiar; pero en otro tiempo necesitaban ese cambio para acercarse a aquello que no cambia, al paso que hoy quieren cambiar para adaptarse a lo que de continuo cambia… Ya no se trata de ganar altura, sino de llevar la delantera; no de superarse, sino de no dejarse adelantar.»

El hombre se encuentra así reducido al más pobre de sus atributos, al más próximo a la nada: el cambio indeterminado, sin principio y sin objeto…

Que este tipo humano así fabricado en el laboratorio del progreso y de la democracia abstracta goce de un nivel material incomparablemente superior al de sus antepasados; que pueda esperar, en un porvenir más o menos próximo, verse libre de la miseria, de la enfermedad y de la guerra, poco importa: habrá perdido esos dos bienes esenciales e irreemplazables para él, que son el arraigo y la continuidad; y, con ellos, la posibilidad misma de ejercer las más altas virtudes del hombre: el amor y la fidelidad.

«¿Cómo ser fiel a un flujo o evolución permanentes? ¿Cómo amar lo abstracto conceptual que no tiene forma o figura humana ni divina?» (cfr. Cap. IX, pp. 136-137)

Aún peor, ni siquiera se acordará del bien perdido: pierde lo esencial sin darse cuenta de que lo ha perdido (cfr. Saint-Exupéry). Asegurado contra todos los riesgos, quedará al mismo tiempo insensibilizado a todas las promesas. Acuden a la memoria los versos de Machado: «soledad de corazón sombrío, de barco sin naufragio y sin estrella…»

Las páginas más emocionantes y más dolorosas de este libro son aquellas en las que el autor analiza los efectos de este proceso de desintegración en el seno de la Iglesia Católica. El progresismo católico corta los puentes (Simón Weil diría los «Metaxu») entre el hombre y Dios, la tierra y el cielo. Una religión que disuelve lo eterno en la historia y que rechaza, como adherencia de un pasado para siempre concluso, prácticas y ritos que son el punto de inserción de lo infinito en el espacio y de lo eterno en el tiempo… tal religión no será más que un vago humanitarismo, sin forma y sin contenido. En ella, la prostitución a los ídolos del siglo se reviste del vocablo halagüeño de «apertura al mundo»; la mescolanza y la confusión se presentan como un progreso hacia la unidad; la deserción se disfraza de «superación». ¿Cómo no evocar las líneas proféticas de Dostoievski?

«… cuando los pueblos comienzan a tener dioses comunes, es signo de muerte para esos pueblos y para sus dioses… Cuando más fuerte es un pueblo, más difiere su Dios de los otros dioses… Cuando muchos pueblos ponen en común sus nociones del bien y del mal, es entonces cuando la distincinón entre el bien y el mal desaparece[2]

Gustave Thibon: “Prólogo”
Rafael Gambra Ciudad: “El silencio de Dios”
Madrid: Ciudadela Libros S.L., 2007, Col. Ciudadela Pensamiento 1,
158 pp., pp. 11-16, ISBN: 978-84-935173-7-3


A este respecto, viene a colación una reflexión de mons. Richard Williamson[3] sobre el arte moderno:


[El] argumento no es que, «dado que Dios existe [y el arte moderno lo rechaza, entonces es que] el arte moderno es pretencioso e ilógico» (cfr. Evelyn Waugh’s «Brideshead Revisited», I, 6). Más bien, el argumento es que, «dado que el arte moderno [rechaza a Dios y] es pretencioso e ilógico, Dios existe.» Hay una gran diferencia entre el descenso desde la causa hasta el efecto y la ascensión desde el efecto hasta la causa.

Si razonamos a partir del hecho de la existencia de Dios hasta llegar al hecho de la fealdad, pongamos por caso, del arte moderno, de la música moderna, de las producciones modernas de ópera, etc., en primer lugar Dios y su existencia no serán probados en sí, y en segundo lugar podría parecer que la religión es como un cepo municipal a nuestra libertad. Si queremos ser libres para escoger el arte que más nos guste ¿es que entonces va a venir un policía municipal -se supone que del Cielo- a poner un cepo a nuestra libertad? ¡No, gracias…!

Por el contrario, si empezamos a partir de nuestras propias experiencias personales con el arte moderno, entonces estamos empezando a partir de aquello que experimentamos directa y libremente. Y si, realmente, esas experiencias no nos resultaran satisfactorias -aunque no tiene por qué ser necesariamente el caso, bien puede serlo- entonces es lógico que empecemos a preguntarnos por qué nos sentimos tan incómodos delante de la obra de artistas modernos universalmente elogiados. Por qué, a pesar de seguir escuchando una vez tras otra los elogios a su obra, seguimos sintiéndonos incómodos ante ella.

¿Por qué? Pues porque el arte moderno es feo. ¿Qué tiene de malo la fealdad? La falta de belleza. Y así, si continúo ascendiendo a través de la belleza de, pongamos por caso, unos paisajes o unos retratos femeninos, hacia la belleza en la naturaleza, y hacia una armonía de las partes que existe en toda la creación, entonces resultará que, a partir de nuestra experiencia personal, nuestros pensamientos habrán realizado un considerable ascenso hacia el Creador.

Dios ya no nos parecerá un policía municipal poniéndole el cepo a nuestra libertad. Al contrario, lejos de limitarla, veremos que nos permite el ejercicio del libre albedrío hasta el extremo de permitirnos diseminar la fealdad y construir un mundo sumido en el caos, quizá esperando que la fealdad se torne tan horrible que nos obligue a dirigir nuestros pensamientos hacia la Verdad y la Bondad [y el caos de nuestras vidas nos obligue a recapacitar sobre el por qué de nuestros actos].

La religión ya no nos parecerá un cepo externo a nuestra libertad interna, sino una ayuda para liberar todo aquello que tenemos bueno de todo aquello malo que lo aprisiona. A menos que nos ciegue la soberbia, tendremos que admitir que no todo lo que tenemos dentro nuestro está armónicamente organizado.

La Gracia sobrenatural ya no nos parecerá un policía que sujeta nuestra naturaleza para forzarla a actuar contra nuestro libre albedrío. Al contrario, ahora la veremos como una gran amiga que, de acuerdo con nuestro libre albedrío, liberará aquello mejor de nosotros de aquello peor de nosotros mismos o, por lo menos, nos ayudará a que luchemos para conseguirlo.


Ambos textos se complementan. El de Rafael Gambra Ciudad describe el silencio de Dios y sus causas externas. El de mons. Richard Williamson, FSSPX, describe sus causas internas.

He escogido el texto de mons. Williamson porque estoy de acuerdo con el argumento que utiliza. No se trata tanto de que los cristianos creamos en Dios y, por eso, el cepo de nuestra Fe nos convierta en esclavos (cfr. Simone Weil) obligándonos a pensar de una determinada forma. Se trata, más bien, de que, al querer vivir de una determinada manera, fundada en el amor, la verdad, la belleza, y el orden, Dios sale a nuestro encuentro. Y lo hace porque el terreno para que crezcan las semillas de Sus palabras, nuestro corazón, ya está preparado para recibirlas.

Pero si no queremos vivir nuestras vidas fundándolas en el amor, la verdad, la belleza y el orden, entonces Dios no saldrá a nuestro encuentro. Dado que nuestros corazones no querrán acoger Sus palabras, no seremos dignos de ellas. Por eso, como ante el Sumo Sacerdote, se producirá el terrible silencio de Dios. El silencio de una condena.


“No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos.” (Mt.7:6)




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[1] El silencio de Jesús ha sido registrado por todos los evangelistas (Mt.27:12-14; Mc.15:4-5; Lc.23:9; Jn.19:9). En este caso, tal y como indica Orígenes, el Sumo Sacerdote, igual que Satanás ya había hecho antes, le pregunta al Salvador dos veces si realmente Él es «el Mesías, el Hijo de Dios». Pero Jesús no le responde porque, como indican Orígenes, Teófilo de Antioquía, San Beda, San Ambrosio y San Jerónimo, es indigno de Sus palabras

cfr. Saint Thomas of Aquinas: «Catena Aurea», edited by blessed John Henry Newman, Vol. I - Part. III, pp. 925 y 938; Vol. II, pp. 302 y 310; y Vol. III- Part. II, p. 741, NY: Preserving Christian Publications, 2009, ISBN: 978-0-9802084-6-7

[2] Indudablemente, precisamente eso, y no otra cosa, es lo que parece buscar el profesor don José Antonio Marina Torres en su libro «Por qué soy cristiano», Madrid: Anagrama, 2005, Col. Argumentos n. 338, 154 pp., ISBN: 978-84-339-6233-1.

Marina afirma que «Dios» es un símbolo dotado de potentísimas posibilidades creativas, teóricas y prácticas, producto de la inteligencia creadora del ser humano. No niega que pueda ser algo más. Pero no se ocupa de ese hipotético «algo más», ni en éste ni en ninguno de sus libros. Lo más terrible del asunto es que, con toda seguridad, Marina ya cononocía ese texto de Dostoievski antes de redactar su libro. Aún es más, es posible que, precisamente por conocerlo, lo redactara afirmando que:

“Pues bien, si la inteligencia desplegara su actividad creadora, su brillante capacidad de bondad, enérgica y bella, fértil en existencia, ¿qué aparecería? Pues aparecería lo que en términos evangélicos se llama Reino de Dios.” (cfr. p. 140)

Gnosis pura y dura. Ni Plotino lo hubiera explicado mejor. Por eso, un poco más adelante el profesor habla de «la inteligencia que inventó a Dios» (cfr. p. 144).

Ése es el «Dios» universal en el que Marina cree: el que uno mismo se construye para su uso y disfrute propio. Se trata de la versión posmoderna del Becerro de Oro (Éx.32:1-8), del Pecado contra el Espíritu Santo (Mc.3:29; Mt.12:32; Lc 12:10). Se trata del nuevo eje que está desquiciando unas sociedades que nunca podrán ser poscristianas por la sencilla razón de que Cristo nunca pasará (Mt.28:20), aunque sea rechazado por algunos, olvidado por otros, y desfigurado por casi todos los que deberíamos presentarlo tal cual nos fue presentado.

De todo eso nos están hablando Rafael Gambra Ciudad y Gustave Thibbon: de la apostasía, de sus bonitas palabras y de la amarga realidad de sus frutos.

[3] Comentario Eleison CLXXVIII, correspondiente al domingo 11 de diciembre de 2010.

Al escoger la causa de los males de la Iglesia, Rafael Gambra Ciudad acertó más que mons. Williamson. La causa de esos males no reside tanto en el Concilio Vaticano II cuanto en el «progresismo» teológico. Progresismo teológico denunciado por San Pío X en su «Pascendi Dominici Gregis» y por el venerable Pío XII en su «Humani Generis».

Progresismo teológico que, so capa conciliar, ha realizado cosas que el Concilio Vaticano II jamás quiso, como la abrogación práctica de la misa gregoriana, y la eliminación práctica del latín de la liturgia. Cosas como el desarrollo de una catequesis y una pastoral que, al difuminar la doctrina del pecado mortal individual, han demostrado ser extraordinariamente efectivas para lograr la apostasía de las sociedades en su conjunto y de los ciudadanos individuales que las componen en particular.

(En el Catecismo infantil aprobado por la Conferencia Episcopal Española, «Jesús es el Señor», no se hace la distinción entre pecado mortal y pecado venial hasta la p. 112. Y eso sólo al responder a la pregunta «¿Que consecuencias tiene el pecado?» respondiendo, simple y lacónicamente, que «ROMPE o DEBILITA nuestra relación con Dios». NO me quejo de mala doctrina sino de la pastoral que deja la decisión de profundizar en una distinción tan sumamente importante al simple arbitrio del catequista de turno)

18 comentarios

  
Miguel Serrano Cabeza
A causa de mi endémica escasez de tiempo, a partir de este post no voy a poder seguir respondiendo a todos y cada uno de los comentarios.

Evidentemente, los leeré con mucho interés y atención. Y, si puedo, hasta es posible que comente alguno.

No querría que nadie se sintiera ofendido por no haber respondido a sus comentarios. Mis respuestas -si es que las hubiera- dependerán más del tiempo de que pueda disponer que de cualquier otro motivo.
18/12/10 12:42 AM
  
Martin Ellingham
"El silencio de Dios" es uno de los mejores, sino el mejor, libros de Rafael Gambra. Felicitaciones por recordarlo.

Saludos.
18/12/10 12:51 AM
  
Daniel Iglesias
Estimado Miguel:

En tu nota 3, escribes:

"Al escoger la causa de los males de la Iglesia, Rafael Gambra Ciudad acertó más que mons. Williamson. La causa de esos males no reside tanto en el Concilio Vaticano II cuanto en el «progresismo» teológico."

Creo que esto no está bien expresado y que en cambio habría que decir lo siguiente:

La causa de los males de la Iglesia (o al menos de gran parte de ellos) no está en el Concilio Vaticano II, sino en el "progresismo" teológico.

El Magisterio de la Iglesia no considera culpable (ni poco ni mucho) al último Concilio de los males de la Iglesia, sino que lo acepta como un gran don del Espíritu Santo para nuestro tiempo.
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Nadie niega la existencia de ambigüedades intolerables en los textos conciliares, que han permitido la existencia de hermenéuticas que rompen con el Magisterio y la Tradición. Tampoco niega nadie el dicho: "en tiempo de desolación nunca hacer mudanza".

No niego el valor doctrinal de Concilio Vaticano II. Evidentemente, ese valor doctrinal no procede de los hombres sino del Espíritu Santo y, como tal, es un don de Dios que sólo ha traído bienes a la Iglesia.

Sin embargo, la conjunción de catequesis poco explícitas, y la enseñanza y aplicación de hermenéuticas que han roto con el Magisterio y la Tradición en tiempos de aflicción, han tenido una consecuencia terrible: el silencio de Dios.

Escribo lo que escribo, tal y como lo escribo, porque no niego la validez doctrinal del Concilio Vaticano II, como tampoco niego la veracidad del magisterio de Benedicto XVI hoy, ni el de San Ignacio de Loyola en sus «Ejercicios Espirituales» ayer.

18/12/10 12:49 PM
  
Nonplacet
Hace mucho que leí el magnífico libro de Gambra, pero si no recuerdo mal, venía a decir que esas ambigüedades que aparecen en el Concilio son más bien la eclosión de un problema previo. Como el chaparrón final de una crisis larvada que no había sido superada.
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Así es.
18/12/10 2:52 PM
  
Isaac García Expósito
Miguel, gracias por traernos el libro de Gambra, libro con un estilo muy peculiar, moderno - ¿por qué los antimodernistas son los más modernos? -.

Y las citas del Principito, ¡y dicen que es para niños!

18/12/10 4:34 PM
  
susi
Propongo sustituir el "Mis respuestas-si es que las hubiera- " por "hubiere". Para las pocas oportunidades que hay de usar este tiempo, creo que queda clavado.

De acuerdo en lo de la falta de belleza en el arte, de acuerdo en que se nos quiere desanclar de la tradición y de acuerdo en que El Principito no es para niños.
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Había escrito "hubiere". Sin embargo, dado lo raro de su uso (y el gran volumen de comentarios habidos en el post anterior), he preferido abstenerme para evitar que alguien pudiera sobreentender la existencia de algún atisbo de ironía por mi parte.
18/12/10 10:18 PM
  
rastri
«- Si Dios existiera, no habría permitido al hombre construir un falso paraíso ocultando para siempre el verdadero…

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Quien haya dicho algo así tiene mucho que aprender de Dios y su Creación.

- Sea: El infinito Dios que es Luz y Vida, libre y responsablemente crea su infinita Creación, libre y responsable ella, de ser consecuente con el amor de su Creador.

Y en la medida que ésta, su Creación, es consecuentemente agradecida con su Creador, ella, vive en Paraiso. Y en la medida que no lo es: pierde su Paraiso.

Y aquí entender el Paraiso que fue; Y será Terrenal del hombre resucitado. Y el otro que es definitiva morada celestial.

19/12/10 12:14 AM
  
vicente de valencia
Si Dios es un producto del ser humano, apaga y vámonos!
19/12/10 10:09 PM
  
susi
Crearé una asociación llamada "Salvemos al futuro de subjuntivo". ¿Alguien se anima?

Si hubiere quorum, sería muy feliz.
20/12/10 3:45 PM
  
Martin Ellingham
Susi:

Si alguno quisiere registrarse, que le sea de utilidad :)

http://www.facebook.com/group.php?gid=19925646276

Saludos.

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Gracias por la sugerencia. Ya me he unido al grupo.
20/12/10 9:48 PM
  
susi
Martin: muchas gracias por el enlace. De momento, como soy "antifeisbuc", pues lo dejo "asín".

Meditando esto que encontré ayer enlazado aquí a la derecha por el autor del blog

http://statveritas.com.ar/Espiritualidad/Los%20Doce%20Grados.htm
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Son los doce grados del silencio, escritos por sor Amada de Jesús, Madre Priora del monasterio de San Ildefonso de Madrid (monjas trinitarias).

http://www.ejepeatonal.com/article319.html
21/12/10 4:24 PM
  
susi
Esta venerable Madre dice unas cosas muy interesantes. Lo difícil es aplicarselas a uno mismo. Con la gracia de Dios, se irán haciendo.
21/12/10 10:35 PM
  
Daniel Iglesias
Estimado Miguel:

Dices que "nadie niega la existencia de ambigüedades intolerables en los textos conciliares". Eso no es verdad. Por ejemplo, yo la niego.

Las ambigüedades existentes en esos textos no son intolerables (sostener lo contrario equivale a sostener que los textos conciliares mismos, tal como son, son intolerables), sino compatibles con una correcta hermenéutica teológica.

Todo texto doctrinal contiene algún grado de ambigüedad y requiere alguna interpretación. En los textos del Vaticano II esto puede haberse dado quizás en mayor grado que en otros textos del Magisterio, pero no en un grado "intolerable", que haría "intolerables" los textos mismos por su ambigüedad.
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1.- Eres tú quien deduce que de la afirmación de la existencia de ambigüedades intolerables se colige que los textos conciliares son intolerables.

Creo que las ambigüedades son intolerables en tanto en cuanto que facilitan que interpretaciones intolerables se generalicen. Por eso creo que hacen falta clarificaciones explícitas. Nada más. Los demás es tu opinión.

2.- Si las ambigüedades de las que hablas fueran tolerables, el Papa no habría dado instrucciones para eliminarlas: eso es la hermenéutica de continuidad.

3.- No es nada difícil de entender: Los textos conciliares no son intolerables. Las ambigüedades que el papa quiere eliminar, sí. Y esas ambigüedades se pueden eliminar con una introductoria "Nota previa", como la que Pablo VI escribió para la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium:

http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19641121_lumen-gentium_sp.html

(Constitución dogmática con el valor y el alcance establecido en las "Notificaciones" hechas por el excelentísimo secretario general del concilio en la congregación general 123, del día 16 de noviembre de 1964, incluidas en el vínculo arriba indicado, justo antes de la "Nota previa")
22/12/10 10:29 AM
  
Martin Ellingham
La ambigüedad de un texto magisterial bien puede subsanarse mediante otro texto posterior, que sirva de interpretación autorizada, tal como se hizo con el "subsistit in".

Y si fuera algo más grave que la ambigüedad, como es el caso del error, que es lógicamente posible en un documento magisterial falible, siempre es posible que el Magisterio rectifique el error. Hay ejemplos en la historia de la Iglesia. Para no citar siempre los mismos, un caso interesante es el de Juan XXII.

Saludos.

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Así es.
22/12/10 4:43 PM
  
antonio grande
Para saber bien en qué consiste el silencio de dios hay que leer a San Juan de la Cruz. Dios calla a las almas por muchas razones. Todas para bien del alma. Y el alma tiene que entender que no tiene que vivir jamás en pecado mortal. Entonces el alma se incapacita para escuchar a Dios. Eso se dice silencio de Dios. Pero es el alma pecadora la que tiene la culpa.
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El rechazo del hombre a Dios imposibilita toda comunicación de Dios con el hombre. Dios no echa en saco roto sus palabras, no echa perlas a los cerdos. Simplemente, calla.

En Su silencio está nuestra sentencia.
24/12/10 11:21 AM
Estimado Miguel:

El Papa Pablo VI hizo algunas correcciones a los textos conciliares durante su proceso de elaboración (por ejemplo a la Dei Verbum) y una corrección después de aprobados por el Concilio (la nota explicativa previa de la Lumen Gentium). Después de eso aprobó los documentos tal como estaban, porque no consideró que contuvieran ninguna otra "ambigüedad intolerable". Y así aprobados quedaron y están vigentes.

Cualquier otro pronunciamiento posterior del Magisterio sobre los mismos temas (por ejemplo, el documento de la CDF sobre la eclesiología) no se debe a que el Concilio en sí mismo contenga "ambigüedades intolerables", sino a la conveniencia de refutar interpretaciones equivocadas.

La interpretación católica del Vaticano II no es algo sobreañadido a un mal texto que de por sí contiene "ambigüedades intolerables", sino que es su interpretación correcta y auténtica según las reglas habituales de la hermenéutica teológica.

Calcedonia no volvió a expedirse sobre la Encarnación porque Éfeso contuviera "ambigüedades intolerables", sino porque así se desarrolla el movimiento que hace tender la doctrina católica hacia la verdad completa.

¡Feliz Navidad!
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De la misma forma que una acto nulo no anula la legalidad de un procedimiento administrativo, una ambigüedad intolerable no convierte en intolerable el documento en el que aparece sino que requiere una aclaración.

Es la parte más radical de la FSSPX la que afirma que son precisamente esas ambigüedades intolerables las que convierten en intolerables los documentos conciliares en los que aparecen.

Hecha la aclaración, la ambigüedad intolerable desaparece. Pero el documento no ha cambiado. Ni era intolerable antes, ni lo es después.

Feliz Navidad.
24/12/10 3:49 PM
  
Martin Ellingham
Yo tenía por buena la opinión en virtud de la cual un texto magisterial infalible, aunque carece de error, no está inmune de imperfecciones en su formulación, ni está exento de ambigüedades. Por lo que me parecía razonable pensar que un texto magisterial no infalible (Vaticano II), tiene por lo general una redacción menos cuidada, y por consiguiente, no sólo es falible, sino que además hay mayores posibilidades de imperfecta formulación o de ambigüedad.

Pero ahora contamos con una hermenéutica "omnipotente", capaz de superar los límites de los textos mismos. Es una suerte de reescritura con efecto retroactivo; que permite cumplir con el imperativo voluntarista de no reconocer ni la menor sombra de imperfección en el texto interpretado.

En cuanto al famoso "subsistit in", la ambigüedad está en el texto mismo, tal como se advirtió en los debates conciliares en los diferentes modos presentados. Y el caos de interpretaciones posteriores no fue más que la confirmación fáctica, de lo que varios advirtieron de manera profética, durante el desarrollo del sínodo.

Curioso argumento el de la "conspiración de los peritos": unos textos perfectísimos, fueron elaborados en base al asesoramiento de peritos malvados y heretodoxos, designados por los padres conciliares; sin embargo, los textos lograron inmunizarse a la mala influencia de los peritos heterodoxos, y a la negligencia de los padres en la elección de los peritos; terminado el Concilio, los mismos peritos malvados y heterodoxos, se empeñaron en interpretar torcidamente los textos aprobados, creando un para-concilio, pero recibieron el nihil obstat para la publicación de sus comentarios, de parte de los mismos obispos que antes habían sido padres conciliares, ocuparon cátedras en universidades pontificias, seminarios y casas de formación. ¡Malvados peritos bajados de un OVNI!

Santa Navidad.

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Estoy de acuerdo.

Hay una hermenéutica de ruptura con la Tradición y el Magisterio, y una hermenéutica continuidad con la Tradición y el Magisterio. Pero, además, hay una hermenéutica de justificación de la literalidad de los textos por encima de los textos mismos cuyo "imperativo voluntarista" parece como si fuera el de "no reconocer ni la menor sombra de imperfección en el texto interpretado".

Parece como si los textos conciliares hubieran de recibir el mismo tratamiento que el Corán que, no es que albergue las enseñanzas del profeta, es que contiene las mismísimas palabras de Alá y, por tanto, hasta la última letra son perfectas en su formulación literal.

Es curioso que no se quiera tratar los textos conciliares con la misma flexibilidad con la que se trata los textos neotestamentarios, de los que tantas veces leemos cosas como que "aquí el apóstol, debería haber escrito tal o cual otra cosa pero no la escribió porque es muy probable que no supiera o que no se le ocurriera decir esto o lo otro, o porque es posible que su amanuense no entendiera las implicaciones de lo que le decía el propio apóstol, o porque quizá algún copista del s. IV transliteró una letra, o puede que el traductor no captara adecuadamente el significado de una expresión que quizá le resultara confusa", o lo que sea.

http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=12924

También es curioso que esta hermenéutica de la justificación de la perfección literal absoluta de los textos conciliares, en todas y cada una de sus maravillosas y tan sumamente necesarias ambigüedades, hermane tanto a los defensores de la hermenéutica de ruptura como a los defensores de la hermenéutica de continuidad.

El objetivo de los primeros, a partir de las ambigüedades, es predicar su heterodoxia como la única ortodoxia posible. El objetivo de los segundos, cuando defienden la total y plena perfección literal de los textos, parece como si fuera el justificar la perfección de todo acto de gobierno, no Magisterial, de la Iglesia.

Esa actitud me recuerda la aquel hombre que aparece en la portada del disco de Supertramp, "Crisis? What crisis?" (1975).

Crisis? What crisis?
24/12/10 8:11 PM
  
Martin Ellingham
Perfil del sujeto:
- François Houtart (Bruselas, 1925)
- Perito del Vaticano II, asistió al Card. Leo Jozef Suenens.
- Profesor de la Universidad de Lovaina.
- Conocido marxista, nieto del conde Henry Carton de Wiart (1869-1951).
- Asesor de CELAM III y IV, muy ligado a Fidel Castro y la Revolución Sandinista.
- Recomendado al Nobel de la paz.

Hechos:
- Admitió haber abusado de su sobrino de 8 años, dos veces, en 1970.

Cfr. http://rorate-caeli.blogspot.com/2010/12/surprise-belgian-marxist-gaudium-et.html

Saludos.
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Los hechos han sido reconocidos.

"François Houtart, de 85 años, admitió al periódico belga que él es el «canónigo A», acusado por una de las 475 denuncias presentadas este año ante una comisión creada por la Iglesia belga para tratar casos de eclesiásticos pedófilos."

http://www.google.com/hostednews/afp/article/ALeqM5jAAHagIGDYncIQ9ZDN23c-Ii5ySw?docId=CNG.a31437a224948be33b41be5db6c5c3aa.4a1

"Mon père décédé cette année avait le même âge que A et c’était son ami. Il le vénérait comme un grand homme, jusqu’à cette nuit où A reçu chez mes parents s’est introduit par deux fois dans la chambre de mon frère pour le violer. Avant la troisième fois, mon frère est allé le dire à ses parents qui l’ont gardé dans leur chambre"

http://www.lesoir.be/actualite/belgique/2010-12-29/le-temoignage-qui-accable-le-chanoine-houtart-811226.php


Ahora entiendo por qué, a diferencia de tantos otros clérigos de izquierdas, no quiso usar el escándalo de la pederastia para atacar a la jerarquía de la Iglesia.

http://www.correodelorinoco.gob.ve/comunicacion-cultura/pedofilia-celibato-ysacerdocio/

El perfil es evidente: Lovaina, perito del card. Suenens, teología de la liberación, revolución sandinista y nominación para el Nóbel de la Paz. Lo que no es tan evidente es cómo nadie con semejante perfil ha podido tener tanto influjo en la Iglesia durante los últimos cincuenta años.

A este respecto, Ricardo de la Cierva tiene sus propias ideas:

"... en 1983, un jesuita muy importante, el padre José María Martín Patino, que ha sido el vicario político del Cardenal Tarancón durante muchos años y que por tanto tiene una influencia enorme en la Iglesia española, pronuncia una conferencia a la cual yo asisto en el Club Siglo XXI de Madrid, seis años antes de la caída del Muro (pero todavía no había caído), dio una conferencia en la que dice con toda claridad que la Iglesia española "tuvo una influencia directa en la Transición desde el franquismo autoritario hasta la democracia burguesa (yo no he formado parte de esa democracia burguesa, y yo no lo concebí nunca como una democracia burguesa, sino como una democracia, sin más), y esa misma Iglesia tiene que capitanear la segunda transición desde la democracia burguesa hacia la democracia socialista". ¿Cuál es la democracia socialista? La de los países del Este, es decir España se va a convertir en una república popular, eso lo dice un señor que tuvo una influencia enorme en la Iglesia española, porque controlaba la actividad política del Cardenal Tarancón, que a su vez era presidente de la Conferencia Episcopal, y una persona de influencia enorme en la Iglesia española.

[El padre Arrupe]... estaba convencido de la victoria final del comunismo en el mundo, pero él solo no, también algunos papas. Juan XXIII y Pablo VI llegaron a estar convencidos de que el comunismo se iba a imponer y entonces con muy buena intención dijeron "bueno, pues que no nos coja a nosotros de vacío, vamos a preparar el terreno para un mundo comunista". Y ¿cómo puede la Iglesia convivir con un mundo comunista?. Ellos no tuvieron la fe que tuvo Pío XII y que después tuvo Juan Pablo II, pero entre Pío XII y Juan Pablo II hay un "vacío de poder" con el intervalo brevísimo de Juan Pablo I, que estaba muy en contra de todo aquello como es natural, pero que vivió 30 días de Papa nada más. Entonces con esa condición intentaron hacer convivir a la Iglesia con el comunismo."

http://www.diarioya.es/content/los-masones-pueden-negar-que-son-masones-y-yo-creo-que-zp-es-mas%C3%B3n-aunque-%C3%A9l-lo-niegue


Por su parte, el general de la KGB Mihail Ion Pacepa aporta datos muy interesantes.
http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=12437

Quizá, después de todo, no sea tan incomprensible el que alguien con semejante perfil haya podido tener tanto influjo en la Iglesia durante los últimos cincuenta años.
29/12/10 10:39 PM

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