13.01.19

La Opción Pelayo

Que vivimos tiempos oscuros y turbulentos tanto fuera como dentro de la Iglesia resulta incuestionable y evidente. Y ya se ha escrito mucho sobre el tema. Tenemos un enemigo externo – el Pensamiento Único – y un enemigo interno (que hemos venido en denominar como “Modernismo Religioso” o Iglesia del Nuevo Paradigma).

Escribe Rod Dreher en su best seller La Opción Benedictina[1]:

La borrasca lleva décadas formándose, pero la mayoría de los creyentes hemos actuado bajo la quimera de que escamparía. La desarticulación de la familia natural, la pérdida de los valores morales tradicionales y la fragmentación de las comunidades nos preocupaban ciertamente, pero pensábamos que cambiarían las tornas y no pusimos en tela de juicio cómo nos planteábamos nuestra fe. […]

Un nihilismo secular hostil ha triunfado en el gobierno de la nación y la cultura enseña los dientes a los cristianos tradicionales. No paramos de repetirnos a nosotros mismos que estos acontecimientos son la imposición de una élite liberal, pero lo hacemos para autoengañarnos, porque la verdad es difícil de digerir: tienen el consentimiento del pueblo americano, ya sea activo o pasivo.

Durante años, los derechos civiles de los homosexuales han avanzado con paso lento, pero firme, al compás de la socavación de la libertad religiosa de los creyentes que no comulgan con la agenda LGTB. El fallo del caso Obergefell vs Hodges en el Tribunal Supremo de Estados Unidos, que reconocía el matrimonio homosexual como un derecho constitucional, fue el Waterloo del conservadurismo religioso. La Revolución Sexual se alzó con una victoria decisiva y culminó la guerra cultural tal y como la conocíamos desde los sesenta. A raíz del caso Obergefell, la creencia cristiana en la complementariedad sexual en el matrimonio pasó a considerarse un prejuicio abominable, si no punible en muchos casos. Hemos perdido el espacio público.

La situación de los Estados Unidos es perfectamente comparable con la de Europa, donde estamos igual de mal o incluso peor. Sobre el Pensamiento Único, yo mismo he escrito ya mucho y, si quieren leer más sobre el tema, les remito a otros artículos:

Dentro de la Iglesia, el panorama resulta igualmente desolador. Don Dreher aporta una cita demoledora del teólogo anglicano Ephraim Radner: “a los cristianos no nos queda ni un solo lugar seguro en la tierra, ni siquiera nuestras Iglesias lo son. Es una nueva Era”.

Sobre la crisis modernista de la Iglesia Católica también creo haber escrito ya todo lo que tenía que escribir:

Los intentos de diálogo y adaptación de la fe católica a la modernidad nos han conducido a la apostasía clamorosa que hoy podemos constatar. Esos intentos de aggiornamento han pasado, en el plano filosófico, por el Personalismo filosófico de Maritain, Mounier y compañía; y en el ámbito político, el Personalismo se plasma en esa cuadratura del círculo que llamamos “Democracia Cristiana”, que pretende conjugar lo inconjugable: el liberalismo y el cristianismo. Tener a Cristo como Señor de mi vida es incompatible con el principio de autodeterminación (o de libertad negativa) personalista. Proclamar que Cristo es Rey (la Soberanía Social de Cristo) y admitir que el multiculturalismo o el error de las religiones falsas pueden y deben estar a la misma altura que la única religión verdadera es imposible. El único Salvador es Cristo. No hay redención fuera de la Iglesia. Si creemos que todos van al cielo y todas las religiones son igual de buenas, que la moral depende de la libertad de la persona y no de la soberanía de Dios, llegamos al relativismo y al nihilismo actuales; a una apostasía y un desprecio de la moral cristiana que se obstina en imponer una ley moral universal, una ley natural, que el hombre moderno no está dispuesto a acatar de ninguna manera porque se opone a su derecho a autodeterminarse de Dios, a cuestionar la Verdad y a combatir el Bien.

Pero la cuestión es ¿y ahora qué hacemos?

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2.01.19

Sobre la Felicidad

En las fechas navideñas hay expresiones que se repiten hasta la saciedad: “felicidades”, “feliz navidad”, “feliz año”… La palabra “felicidad” es una de las más manoseadas todo el año pero especialmente “en estas fechas tan señaladas". Mucho se ha escrito a lo largo de la historia sobre qué es eso de la felicidad.

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28.12.18

21.12.18

Feliz Navidad

“Dejad que los niños se acerquen a mí; no se lo impidáis”

En Navidad celebramos que Dios se encarna, se hace hombre y nace pobre entre los pobres. Contemplad a ese niño desvalido que nace en Belén. Él es el Amor hecho hombre. El Amor de Dios se encarna en un niño recién nacido.

¿Hay algo más adorable que un niño? ¿Hay algo más hermoso, más maravilloso? Los que somos padres sabemos que no hay felicidad mayor que la que sentimos cuando cogemos en brazos a nuestros hijos recién nacidos por primera vez.

El Amor es la fuerza más poderosa. El Amor es Dios. Nuestro Creador nos ha regalado la vida de nuestros niños por puro amor. Y es ese Amor el único que puede dar sentido a la vida de nuestros hijos. Es el Amor lo único que les puede hacer felices de verdad: a ellos y a todos nosotros.

Por eso, dejad que los niños se acerquen a Cristo: no se lo impidáis. Y “cuidaos de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque os aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial", dice el Señor. Dios es un Padre bueno y nada malo quiere para ellos; al contrario: nuestro Señor quiere que nuestros hijos sean felices, inmensamente felices.

El mundo rechaza a Cristo. Lo rechazó cuando vino al mundo y lo sigue rechazando hoy. Por eso hay tanta corrupción, tanta violencia, tantas mentiras, tantas injusticias.

Convirtámonos todos y dejemos que el Señor trasforme nuestro corazón. Seamos sencillos como los pastores y sabios como los Reyes Magos y adoremos al Niño Jesús: Él sigue vivo en cada sagrario y lo podemos acoger en nuestro corazón cuando celebramos la Santa Misa y comulgamos con fe y en gracia de Dios.

La Navidad es la fiesta de la familia por excelencia. Porque en la familia se nos enseña lo más esencial en la vida: en la familia aprendemos lo que significa amar de manera incondicional y sin esperar nada a cambio. En la familia somos importantes porque simplemente somos hijos, hermanos o padres.

Acojamos a Dios en nuestros hogares y no le cerremos las puertas. Llevemos a nuestros hijos de la mano hacia Él. Adoremos al Niño Jesús en familia. Amémonos y dejemos que Cristo reine en nuestros corazones, en nuestras casas y en el mundo entero.

Feliz Navidad

16.12.18