Reinaré en España
Se cumplen ahora los cuarenta años de la aprobación de la Constitución Española en vigor. La transición a la democracia tras el fallecimiento de Franco tuvo la virtud de hacer borrón y cuenta nueva. Hubo un ejercicio de perdón y de olvido de los crímenes atroces del pasado – en uno y otro bando – para construir una democracia en la que cupiéramos todos los españoles, independientemente de nuestra ideología o de nuestra religión. Todos somos españoles por encima de todo y queremos vivir juntos por el bien de España que es el bien de nuestros hijos. Todos queremos una sociedad libre y justa en la que todos podamos vivir en paz, criar a nuestros hijos y tener un trabajo digno que nos permita vivir decentemente, sin abusos, sin explotaciones, sin desigualdades sangrantes que claman al cielo.
Yo soy católico. Mi único Señor es Jesucristo. Mi única aspiración es la santidad. Y la única insignia que llevo en la solapa es el Corazón de Jesús. Estoy absolutamente en contra del divorcio, del aborto, de las leyes de ingeniería social que atentan manifiestamente contra la familia (lo que ahora llaman despectivamente la “familia tradicional”). Estoy absolutamente en contra de las leyes que se aprueban contra Dios y que contribuyen a esta cultura de la muerte que tantas vidas está destruyendo. Los miles de abortos que se han llevado a cabo en España en estos cuarenta años justifican por sí solos mi manifiesto disgusto con los resultados de esta Constitución: por sus frutos los conoceréis.