Tiempo de héroes y de santos
JAMÁS ADORARÉ A LA PACHAMAMA
Ayer, 4 de octubre, festividad de San Francisco de Asis, se celebró un acto en los jardines del Vaticano para encomendar al “Poverello” el sínodo de la Amazonia que comienza mañana domingo. Lo único que salvo es el Padre Nuestro que reza el Santo Padre al final del acto. Lo demás, en términos generales, es una mamarrachada que da vergüenza ajena.
Yo solo les recuerdo algunos puntos del Catecismo:
2083 Jesús resumió los deberes del hombre para con Dios en estas palabras: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22, 37; cf Lc 10, 27: “…y con todas tus fuerzas”). Estas palabras siguen inmediatamente a la llamada solemne: “Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor” (Dt 6, 4).
Dios nos amó primero. El amor del Dios Único es recordado en la primera de las “diez palabras”. Los mandamientos explicitan a continuación la respuesta de amor que el hombre está llamado a dar a su Dios.
ARTÍCULO 1
EL PRIMER MANDAMIENTO
«Yo, el Señor, soy tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí. No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto» (Ex 20, 2-5).
«Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, sólo a él darás culto» (Mt 4, 10).
2086 «El primero de los preceptos abarca la fe, la esperanza y la caridad. En efecto, quien dice Dios, dice un ser constante, inmutable, siempre el mismo, fiel, perfectamente justo. De ahí se sigue que nosotros debemos necesariamente aceptar sus Palabras y tener en Él una fe y una confianza completas. Él es todopoderoso, clemente, infinitamente inclinado a hacer el bien. ¿Quién podría no poner en él todas sus esperanzas? ¿Y quién podrá no amarlo contemplando todos los tesoros de bondad y de ternura que ha derramado en nosotros? De ahí esa fórmula que Dios emplea en la Sagrada Escritura tanto al comienzo como al final de sus preceptos: “Yo soy el Señor”» (Catecismo Romano, 3, 2, 4).
2087 Nuestra vida moral tiene su fuente en la fe en Dios que nos revela su amor. San Pablo habla de la “obediencia de la fe” (Rm 1, 5; 16, 26) como de la primera obligación. Hace ver en el “desconocimiento de Dios” el principio y la explicación de todas las desviaciones morales (cf Rm 1, 18-32). Nuestro deber para con Dios es creer en Él y dar testimonio de Él.
2088 El primer mandamiento nos pide que alimentemos y guardemos con prudencia y vigilancia nuestra fe y que rechacemos todo lo que se opone a ella. Hay diversas maneras de pecar contra la fe:
La duda voluntaria respecto a la fe descuida o rechaza tener por verdadero lo que Dios ha revelado y la Iglesia propone creer. La duda involuntaria designa la vacilación en creer, la dificultad de superar las objeciones con respecto a la fe o también la ansiedad suscitada por la oscuridad de esta. Si la duda se fomenta deliberadamente, puede conducir a la ceguera del espíritu.
2089 La incredulidad es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle asentimiento. “Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos” (CIC can. 751).
2096 La adoración es el primer acto de la virtud de la religión. Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso. “Adorarás al Señor tu Dios y sólo a Él darás culto” (Lc 4, 8), dice Jesús citando el Deuteronomio (6, 13).
2097 Adorar a Dios es reconocer, con respeto y sumisión absolutos, la “nada de la criatura”, que sólo existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magníficat, confesando con gratitud que Él ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo (cf Lc 1, 46-49). La adoración del Dios único libera al hombre del repliegue sobre sí mismo, de la esclavitud del pecado y de la idolatría del mundo.
III. “No habrá para ti otros dioses delante de mí”
2110 El primer mandamiento prohíbe honrar a dioses distintos del Único Señor que se ha revelado a su pueblo. Proscribe la superstición y la irreligión. La superstición representa en cierta manera una perversión, por exceso, de la religión. La irreligión es un vicio opuesto por defecto a la virtud de la religión.
La superstición
2111 La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición (cf Mt 23, 16-22).
La idolatría
2112 El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al hombre no creer en otros dioses que el Dios verdadero. Y no venerar otras divinidades que al único Dios. La Escritura recuerda constantemente este rechazo de los “ídolos […] oro y plata, obra de las manos de los hombres”, que “tienen boca y no hablan, ojos y no ven”. Estos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: “Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza” (Sal 115, 4-5.8; cf. Is 44, 9-20; Jr 10, 1-16; Dn 14, 1-30; Ba 6; Sb 13, 1-15,19). Dios, por el contrario, es el “Dios vivo” (Jos 3, 10; Sal 42, 3, etc.), que da vida e interviene en la historia.
2113 La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo (que también). Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. “No podéis servir a Dios y al dinero”, dice Jesús (Mt 6, 24). Numerosos mártires han muerto por no adorar a “la Bestia” (cf Ap 13-14), negándose incluso a simular su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina (cf Gál 5, 20; Ef 5, 5).
2114 La vida humana se unifica en la adoración del Dios Único. El mandamiento de adorar al único Señor da unidad al hombre y lo salva de una dispersión infinita. La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. El idólatra es el que “aplica a cualquier cosa, en lugar de a Dios, la indestructible noción de Dios” (Orígenes, Contra Celsum, 2, 40).
2117 Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo —aunque sea para procurar la salud—, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legítima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo.
Yo no adoro ni voy a adorar mientra viva a la Pachamama. La Pachamama es un ídolo. Ese “símbolo” que representa a la “Madre Tierra", a la “Madre Naturaleza", me da asco. La Pachamama no habla. No hay una voz de la Tierra, como si fuera una especie de dios pagano al que hubiera que rendir culto. Los católicos no rendimos culto de latría más que a nuestro Señor Jesucristo. Sólo ante el nombre de Jesús nos arrodillamos. Sólo adoro a Cristo. Y a nada más. A nadie más. Lo de la Pachamama es otra mamarrachada propia de neopaganos descerebrados.
NUESTRA IGLESIA, ¿REFORMADA O DEFORMADA?
También ayer, en un hotel de Roma, se reunió un panel donde estuvieron representados laicos relevantes del ámbito de los medios de comunicación católicos y de la defensa de la vida:
- Michael Matt: la desaparición de los misioneros tradicionales y las órdenes religiosas
- John-Henry Westen: el Papa Francisco ha “dañado gravemente la fe", debe ser llamado
- Michael Voris: el Sínodo del Amazonas reemplazará a la Iglesia Universal con la ‘Iglesia Globalista
- Roberto de Mattei: la reinterpretación de la doctrina de la Iglesia
- Marco Tosatti: Pluralidad de religiones, ¿querida por Dios?
- Taylor Marshall: Infiltración para destruir la Iglesia desde adentro
- Jeanne Smits: propuestas para identificar el ministerio ordenado para mujeres
- José Antonio Ureta: redefinición del sacerdocio
Life Site News da un amplio resumen de las intervenciones de estas personalidades.
Michael Matt señala:
“Este es un momento aterrador. Si este sínodo va según lo predicho por varios cardenales, esta es la noticia más importante en la historia del mundo con la excepción de la crucifixión de Dios. Nada sería más importante que ver a la Esposa de Cristo izando la bandera de la rendición. Si esto llega a suceder, este puede ser un momento transcendental de la historia y grandes personas van a defender a la Iglesia: héroes y santos“.
Lamento y echo de menos en ese acto de Roma las voces de los hijos de Dios que hablamos en español. Decía el emperador Carlos I: «Hablo en italiano con los embajadores; en francés, con las mujeres; en alemán con los soldados; en inglés con los caballos y en español con Dios». Dios habla en español (también) y algunos de los más grandes santos de la historia de la Iglesia hablaban nuestro idioma: san Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, San Francisco Javier, San Francisco de Borja, San Juan de Ávila, San Juan de la Cruz… Y tantos y tantos santos como han dado a la Iglesia España y las Españas de América.
En cualquier caso, la Iglesia va a ser defendida por los santos y por los héroes que Dios ha llamado y escogido desde toda la eternidad para ser sus testigos en este momento de la historia. Dios es el Señor de la Historia. Es el Señor del Universo. No perdáis nunca la confianza en el Señor. Él tiene siempre la última palabra, incluso si tenemos que afrontar el martirio. La muerte no es el final de nada, sino el principio de la vida eterna para quienes mueren dando testimonio de la Verdad que es Cristo.
Algunos empiezan por pisotear el sexto mandamiento y acaban por quebrantar el primero. Y no les cae la cara de vergüenza… Pero muchos estamos dispuesto a entregar nuestra vida por la defensa de la verdadera fe de la Iglesia. Que el Señor nos cuente entre sus elegidos.
En tus manos, Señor, pongo mi propia vida. Tú me la diste; a ti, Señor. la torno. Acepta mi oblación por la Iglesia, por los obispos, por los cardenales y por el Papa, para que sean santos, protejan a su rebaño y confirmen a los fieles en la fe verdadera.
Caen pequeños fragmentos del techo de la Basílica de San Pedro
Y también ayer, durante la ceremonio presidida por el Santo Padre de consagración episcopal de cuatro presbíteros, el sector de la izquierda del altar principal tuvo que ser evacuado y precintado por la caída de pequeños fragmentos del techo.
Yo no saco ninguna conclusión ni establezco relación alguna de causa/efecto. Me limito a contar los hechos que otros medios de comunicación han publicado: por ejemplo, el Diario Clarín.
Escuchen la Palabra de Dios. Esta es la primera lectura de la misa de hoy, domingo, 6 de octubre. Díganme si no resulta realmente providencial:
Libro de Habacuc 1,2-3.2,2-4.
¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que Tú escuches, clamaré hacia ti: “¡Violencia!", sin que Tú salves? ¿Por qué me haces ver la iniquidad y te quedas mirando la opresión? No veo más que saqueo y violencia, hay contiendas y aumenta la discordia.
El Señor me respondió y dijo: Escribe la visión, grábala sobre unas tablas para que se la pueda leer de corrido. Porque la visión aguarda el momento fijado, ansía llegar a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque vendrá seguramente, y no tardará. El que no tiene el alma recta, sucumbirá, pero el justo vivirá por su fidelidad.
Ven, Señor, no tardes.