La cizaña y el trigo crecen juntos y se pueden llegar a confundir, pero no son lo mismo. Parecen iguales a simple vista pero no son lo mismo: no son hermanos. El trigo da buenos frutos. La cizaña da frutos venenosos. Y no seré yo quién juzgue ni mucho menos quien condene a nadie. Eso es competencia exclusiva de Dios. Pero el trigo es trigo y la cizaña, cizaña. Y si no distinguimos una cosa de la otra podemos envenenarnos.
Todos somos pecadores y todos estamos llamados a ser santos porque el Señor quiere que todos nos salvemos. Líbreme Dios de rezar como el fariseo:
10. «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano.
11. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano.
12. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.”
13. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!”
14. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»
Lc 18, 10-14
Señor, ten compasión de mí porque soy un pecador.
5 He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
6 He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
7 Purifícame con hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco que la nieve.
8 Hazme oír gozo y alegría,
Y se recrearán los huesos que has abatido.
9 Esconde tu rostro de mis pecados,
Y borra todas mis maldades.
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
11 No me eches de delante de ti,
Y no quites de mí tu santo Espíritu.
Salmo 51
Por el pecado original, tenemos todos la naturaleza herida por la concupiscencia. Tiendo a hacer el mal que no quiero y a no hacer el bien que quiero. Nada bueno se puede esperar de mí si no es por la gracia de Dios. Pero yo quiero ser santo. Quiero cumplir los Mandamientos de la Ley de Dios. Me agarro a la Cruz y trato de cargar con ella cada día. Yo he sido llamado, soy amado por Dios Padre y guardado por Jesucristo. Como bautizado, soy miembro del Cuerpo Místico de Cristo. Soy de Cristo. Y quiero ser solo suyo y vivir y morir en gracia de Dios para que pueda alcanzar las promesas de Nuestro Señor. Y ya ese querer es obra de la gracia de Dios. Y si el Señor puso en mí ese querer, también por su Providencia me dará los medios necesarios para alcanzar la meta hacia la que corro: crea en mí, Señor, un corazón limpio. Purifícame y quedaré limpio.
Pero ahora me veo en la obligación de exhortaros a combatir por la fe que se ha transmitido a los santos de una vez para siempre. Dejemos las cosas claras. El que obra el bien es de Dios; el que obra el mal no ha visto a Dios. Todo el que no permanece en la doctrina de Cristo, no posee a Dios. El que permanece en la doctrina, ese posee al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros y no es portador de esta doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis, pues el que le saluda se hace solidario de sus malas obras.
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