El Camino
La libertad es el don que Dios nos da para alcanzar nuestro fin último, que es lo que todo ser humano desea: la felicidad. Somos libres para ser felices. Y la felicidad consiste en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por Dios. La felicidad es vivir en caridad; o lo que es lo mismo, en gracia de Dios. La libertad es para la caridad, para el amor a Dios y al prójimo por Dios.
Y lo que tenemos prohibido por Dios es ser infelices, desgraciados y esclavos de los vicios y del pecado. Los demonios dicen que la felicidad consiste en pecar, en blasfemar, en fornicar, en ser adúltero y corrupto. Pero ese camino no conduce a la felicidad, sino a la oscuridad, al vacío, a la muerte… Quien, en lugar de vivir cumpliendo el mandamiento del Amor, vive buscando su propio placer carnal; quien, en lugar de someterse a Dios, se somete a sus vicios, se convierte en enemigo de Dios y en siervo de Satanás. Los desfiles de los soberbios enemigos de Dios no conducen a la felicidad: conducen a la náusea.
La libertad verdadera es la voluntad sometida a Dios. La libertad consiste en someterse a Dios, en ser siervos de Dios. Libre es el hombre humilde que reconoce su pequeñez de criatura y da gloria a su Creador y Señor mediante la virtud infusa de la caridad: como María, la llena de gracia. El hombre soberbio, en cambio, se rebela contra el Creador y quiere ser él mismo un dios, creador de sí mismo, separado del único Dios verdadero. El soberbio es quien se niega a servir a Dios y, ofuscado su entendimiento por la falsa felicidad de los placeres del cuerpo, por los honores del mundo y por el ansia de riqueza, de notoriedad o de poder, se aparta de Dios, creyendo que su Creador limita sus posibilidades de felicidad; o simplemente, creyendo que el hombre se crea a sí mismo y es fin de sí mismo y que Dios no existe. Pero al final, acaba en una fría mazmorra lleno de grilletes y ataduras en medio de la oscuridad del pecado: sin esperanza, sin amor; solo en medio de una oscuridad tenebrosa. Al final, el hombre soberbio se avergüenza ante Dios y se esconde para que Dios no lo vea.
Esta vida es como el Camino de Santiago, permítanme la alegoría barata. Podemos ir a Santiago por muchos caminos diferentes y de muchas maneras distintas: a pie, a caballo, en bicicleta o en coche. Pero el fin siempre será la tumba del apóstol. Así es la libertad humana: podemos caminar hacia nuestro fin, que es Dios mismo, de muchas maneras y por distintos caminos. Pero el fin no lo podemos elegir. El fin siempre es el Fin: es Aquel que es Principio y Fin de todo.
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que, cuando morimos,
descansamos.
Pero conviene tener buen tino para andar esta jornada sin errar. Porque si ciframos nuestra felicidad en el pecado, si pensamos que la felicidad consiste en hacer lo que nos atrae, lo que nos gusta, lo que supone un placer inmediato y terrenal; si pensamos que seremos más felices sin Dios y al margen de sus mandamientos; si creemos que hay otra felicidad distinta de la Caridad; entonces nos perdemos en la vida y acabamos en el abismo y en la oscuridad del pecado. Y por ese camino, nuestra vida se convierte en un verdadero infierno y nosotros, en unos infelices y unos desgraciados.
Así que busquemos cumplir la voluntad de Dios, que es el Amor y la Felicidad verdadera. Y al final del camino, entremos por el pórtico de la gloria. No nos vayamos a equivocar y acabemos, en medio de las nieblas y de la oscuridad del pecado, despeñándonos por los acantilados de las costas de la muerte. Cuando nos equivocamos de camino haciendo un mal uso de nuestro albedrío, los resultados son nefastos. El error no es una opción: es la muerte.
En conclusión, todo en esta vida ha de ser elegido en tanto en cuanto nos conduce a nuestro fin. Y todo lo que conduce a nuestra perdición, rechacémoslo.
«El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son creadas para el hombre y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es creado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayuden para su fin, y tanto debe privarse de ellas, cuanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos, de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos creados» (Ejercicios, nº 23).
Para conducirnos a la vida eterna contamos con la ayuda del mejor Sistema de Posicionamiento Global (GPS) que existe: el auxilio de la gracia.
1 comentario
En su día para hacer la primera comunión aprendí que estamos en esta vida para conocer y amar a Dios y verlo en la otra.
Se recuerda a D.Jorge Manrique por las Coplas por la muerte de su padre, en el punto V de sus coplas.
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