El derecho a comulgar
Les contaré un caso que ha ocurrido recientemente en los Estado Unidos. Un senador “católico” – el senador Durbin – vota a favor del aborto. Y va el obispo de su diócesis y hace lo que tiene que hacer un obispo: le prohíbe públicamente al senador que pueda recibir la comunión. El obispo se llama Thomas Paprocki. Desde aquí mi reconocimiento y mi admiración. En los tiempos que corren, lamentablemente, sorprende y causa admiración un obispo que cumple con su misión de obispo… Es triste pero así estamos.
El Canon 915 del Código de Derecho Canónico prohíbe que los “pecadores manifiestos” puedan recibir la Sagrada Comunión y el Canon 916 señala que las personas no deben acercarse a la Sagrada Comunión si se encuentran en un estado de pecado grave (mortal). Así que el obispo Paprocki no hace sino aplicar lo que la Iglesia establece para estos casos.
Si alguien va a comulgar en pecado mortal, no solo no recibe las gracias del sacramento, sino que está cometiendo un sacrilegio. Comulgar no es un derecho. Cuando uno comulga, recibe verdaderamente el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Y en la Primera Carta de San Pablo a los Corintios se deja muy claro que “quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo”.
Nadie tiene “derecho a la comunión”, si no cumple con las debidas disposiciones para ello. Comulgar no es un acto social, no debe ser nunca un paripé. No se debe utilizar para quedar bien con un sector del electorado ni para arañar votos. Es el mismo Señor quien se nos ofrece como verdadera comida para nuestra salvación. Cristo se une a nosotros para transformarnos, para que nuestro corazón vaya siendo cada vez más parecido a su Sagrado Corazón. Es Cristo quien nos santifica y nos salva. La Eucaristía es el Sacramento de nuestra fe. Es un misterio asombroso. La Iglesia vive de la Eucaristía. La Eucaristía es un tesoro inestimable.
“No se puede dar la comunión a una persona no bautizada o que rechace la verdad íntegra de la fe sobre el Misterio eucarístico. Cristo es la verdad y da testimonio de la verdad (cf. Jn 14, 6; 18, 37); el Sacramento de su cuerpo y su sangre no permite ficciones”. Así lo expresa San Juan Pablo II en la Encíclica ECCLESIA DE EUCHARISTIA.
Y también señala Juan Pablo II en esa misma Encíclica:
En los casos de un comportamiento externo grave, abierta y establemente contrario a la norma moral, la Iglesia, en su cuidado pastoral por el buen orden comunitario y por respeto al Sacramento, no puede mostrarse indiferente. A esta situación de manifiesta indisposición moral se refiere la norma del Código de Derecho Canónico que no permite la admisión a la comunión eucarística a los que “obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave”.
Todos estamos llamados a la conversión. En esta cuaresma, todos debemos examinar nuestra conciencia y pasar por el confesionario para pedirle perdón al Señor por nuestros pecados. Negarle la comunión a un político proabortista es un modo de invitarlo a que se convierta, a que vuelva a la comunión eclesial.
¡Cuánto bien haría que nuestros obispos en España hicieran otro tanto…! A ver si alguno sigue el ejemplo del obispo Paprocki. Un político católico debe ser católico las veinticuatro horas del día (igual que un maestro católico o un médico católico, etc.). Pero en nuestro país se ha convertido en un hecho común que los políticos justifiquen que una cosa es la vida pública y su dedicación a la política y otra su fe. Es como si llevaran una doble vida; como si sufrieran un desdoblamiento de personalidad que les permitiera votar a favor del aborto o de toda clase de leyes inicuas que atentan gravemente contra la moral católica durante la semana y, al mismo tiempo, pudieran ir a comulgar sin problema alguno los domingos y fiestas de guardar. La desfachatez de los políticos que llevan una vida completamente al margen de la moral de la Iglesia y luego asisten a las procesiones de Semana Santa o – peor aún – a las del Corpus Christi, me parece un ejercicio de cinismo intolerable. No se deben consentir comuniones sacrílegas. Y los obispos y sacerdotes tienen en este sentido una grave responsabilidad de la que tendrán que dar cuentas ante el Señor. Ser políticamente correcto tendrá sus consecuencias. Es más fácil ir de “progre” y decir lo que el mundo quiere escuchar que ser testigo de la Verdad y predicar la santa doctrina, que resulta tantas veces molesta y desagradable a los oídos de la sociedad apóstata de hoy en día. Pero un obispo no está para caer bien: está para conducir a todas las almas al cielo y para ser verdaderos apóstoles de Jesucristo. Y si no quieren ser verdadero testigos (mártires), que renuncien a su cargo. Uno de los mayores problemas de la Iglesia de hoy es la cobardía y la complacencia con el discurso mundano, cayendo en el buenismo y en el sentimentalismo barato.
Todos debemos tratar de mantener, con el auxilio de la gracia de Dios, una coherencia eucarística y vivir conforme a la fe que profesamos. Todos estamos llamados a la conversión. No permitir la comunión de un pecador que mantiene “un comportamiento externo grave, abierta y establemente contrario a la norma moral” no es un acto de discriminación: es un acto de caridad. Y debería ser el propio pecador quien, reconociendo su pecado, se abstuviera de acercarse a comulgar.
Lo vergonzoso es que, a los pocos días de que el obispo Paprocki prohibiera públicamente al senador abortista Durbin que pudiera recibir la Sagrada Comunión, la Universidad de Georgetown, regida por los jesuitas, le ha concedido al mencionado político una distinción “por su ejemplar servicio público”: ¡Ahí es nada!
Aunque bien es cierto que aquí no estamos mejor en absoluto. Es raro el día que la radio o la televisión de la Conferencia Episcopal no se dedique a hacer propaganda descarada de determinados partidos políticos que llevan años traicionando su supuesto “humanismo cristiano”. Y aquí no pasa nada… Apelando al mal menor, se apoya a políticos inmorales, corruptos y mentirosos que viven al margen de los principios de la Iglesia y que votan una y otra vez leyes que repugnan a la sensibilidad de los católicos que tratamos de vivir con cierta coherencia.
A ver si ejemplos como el del obispo Thomas Paprocki cunden entre nuestros prelados y empezamos a poner a cada cual en su sitio. Tal vez entonces las cosas le empiecen a ir mejor a la Iglesia que peregrina en España.
Por cierto, convendría que algunos obispos, antes de abrir la boca, leyeran los manifiestos que sirven para convocar una huelga feminista… No estaría de más. Y mi reconocimiento, una vez más, a Monseñor Reig Pla.
22 comentarios
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Pedro L. Llera
No tengo ni idea pero tal vez algún lector del blog sepa dónde encontrar ese libro.
Palas, ahí tienes el libro: https://www.editorialdidaskalos.org/libro/la-revolucion-sexual-global_70740/
Cuando dice usted que el obispo no ha venido a caer bien... pues algo sí creo que debe caer bien. Eso no quiere decir que tenga que hacerse caso a toda calumnia o que tenga que "venderse barato" dicho obispo... pero creo que en la Iglesia pecamos mucho de jerarcas que no son nada queridos ni considerados. Y esa buena fama "genérica" no es tan difícil de ganar.
No es tan difícil ser un Reig Plà con la capacidad de ganarse a la gente de afuera de un Osoro. (Salvando enormes distancias con los ejemplos, que no son los mejores, pero creo que se me entiende). Solo hay que proponérselo en serio. Y yo creo que muchos no buscan esa buena fama.
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Pedro L. Llera
Un obispo o un laico deberían tener "buena fama" por su amor al prójimo. Cuando amas de verdad a quienes te rodean - sean amigos o enemigo - normalmente "caes bien". Yo no digo que nadie tenga que ser desagradable: al contrario. Debemos amar a todos con ternura entrañable. Y eso se consigue más con tu manera de actuar que con tus palabras. Pero el amor auténtico no renuncia a la verdad. Y a veces, la verdad te puede acarrear enemistades con el mundo. Repito lo dicho: un obispo es ante todo apóstol de Jesucristo. Y ser coherente con ese apostolado no suele ser bien aceptado por el mundo de hoy. La fidelidad a Cristo está por encima del hecho de "caer mejor o peor" al mundo.
El fragor de la discusión no debe nunca ocultar lo que es verdadero, puedo comprender su indignación, pero no puede negar un derecho público de la Iglesia. Un saludo desde Valladolid. Fuente: LA EUCARISTÍA
EN EL ORDENAMIENTO JURÍDICO DE LA IGLESIA. vatican.va
«Los fieles tienen derecho a recibir de los Pastores sagrados la ayuda de los bienes espirituales de la Iglesia, principalmente la palabra de Dios y los sacramentos» (CIC, can. 213; CCEO, can. 16). A este derecho fundamental de todos los fieles, clérigos y laicos, que es un derecho público derivado de la misma condición de «persona in Ecclesia Christi» (cfr. CIC, can. 96), corresponde un deber de la Jerarquía –obligación de justicia, no sólo de caridad–, que el can. 843 formula así: «Los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el derecho recibirlos» (§ 1; cfr. CCEO, can. 381, § 2)
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Pedro L. Llera
Entienda lo del derecho en el contexto que comento en mi artículo. Es un derecho de los católicos que "estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el derecho recibirlos". No es un derecho de quienes no lo estén. Yo también cito el código de derecho canónico...
No me saque una expresión del contexto, por favor. Creo que dejo claro cuáles son las condiciones para poder recibir la comunión. Pero, en cualquier caso, introduzco el matiz que señala.
En el mismo documento que usted cita, se lee lo siguiente:
"Y, sin embargo, la norma es clara en la determinación de los tres requisitos para que el ministro del Sacramento niegue la Comunión: que se trate de pecado grave, que sea pecado manifiesto en el fuero externo –no oculto– y que el fiel persevere obstinadamente en ese estado.
Entre los que se encuentran en esta situación irregular están incluidos: a) las llamadas «uniones libres»; b) los que contraen sólo matrimonio civil y c) los divorciados que se vuelven a casar civilmente".
Me suena que sobre este aspecto en concreto se ha escrito algo en los últimos tiempos y que hay, no sé por qué, cierta polémica sobre este tema de la comunión de los divorciados vueltos a casar civilmente... Yo no quería hablar de este tema, pero ya que sale... Me imagino que un político abortista también se encuentra en una situación digamos que "irregular"....
Y así termina el documento del cardenal Herranz:
Años antes de que, siguiendo la constante tradición de la Iglesia, el Concilio Vaticano II calificase el augusto Sacramento de la Eucaristía «fuente y cumbre de la vida cristiana»[38], un conocido Santo español, San Josemaría Escrivá, dedicaba una de sus más conocidas homilías a este misterio de amor que él calificó como «centro y raíz de la vida espiritual del cristiano»[39]. Personalmente recuerdo muy bien, por haber convivido con él veintidós años, la profunda piedad doctrinal y la amorosa ternura y delicadeza de su intensa vida eucarística. El Espíritu Santo lo llevó siempre a descubrir en ella, simultáneamente, el místico manantial de su vida contemplativa y el amoroso impulso de su prodigiosa vibración apostólica. Por eso lo hemos visto también sufrir mucho, muchísimo –en tremendo dolor de amor– cuando veía que la Eucaristía era maltratada –que era nuevamente maltratado Cristo–, no sólo por abusos e improvisaciones anárquicas en la celebración del Santo Sacrificio, sino también por la administración o la recepción de la sagrada Comunión sin las debidas disposiciones exigidas por la doctrina moral y las leyes de la Iglesia.
Ese mismo espíritu de alma enamorada de Cristo aletea en la hermosa Carta Encíclica del Siervo de Dios Juan Pablo II Ecclesia de Eucharistia. Por eso, me parece que el mejor modo de terminar estas modestas consideraciones, será citar un pasaje de la Encíclica que dice así:
« La Iglesia ha dado normas que se orientan a favorecer la participación frecuente y fructuosa de los fieles en la Mesa eucarística y, al mismo tiempo, a determinar las condiciones objetivas en las que no debe administrar la comunión. El esmero en procurar una fiel observancia de dichas normas se convierte en expresión efectiva de amor hacia la Eucaristía y hacia la Iglesia »[40].
Pero claro, si para los ciudadanos católicos divorciarse es una tentación, con no caer en ella bastante tienen, sus vecinos no católicos no tienen por qué acatar el contenido sobrenatural que ellos le quieran añadir a la institución civil y prerreligiosa del matrimonio (expresado en los términos en que ellos lo ven). Aparte de que a ver cómo explicaríamos ser el único país del mundo civilizado donde a la gente se le permite como mucho separarse y, de encontrar nueva pareja, que esta sea "sin papeles" porque la "buena" es la primera.
Los diputados católicos tuvieron que comportarse como funcionarios electos que eran, de la misma manera que por ejemplo cualquier funcionario del Registro Civil está obligado por su sueldo (y el pan de sus hijos) a tomar nota de un matrimonio del mismo sexo, independientemente de sus convicciones religiosas y de los actos en desagravio que luego quiera llevar a cabo.
También el Rey, por cierto, no eligió nacer rey, como tampoco seguramente pueda tener mucha más opción religiosa que la católica, aunque sea por historia. Su trabajo es prácticamente firmar, no dar testimonios, ¡ni desde luego "abdicar por un día"! (pero ni uno más).
Hoy estamos como tenemos que estar, salvo por la metedura de pata de las autonomías, que incluso todavía podría tener remotamente arreglo.
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Pedro L. Llera
Me sorprende que usted, que no es católico (como se desprende de sus comentarios), se empeñe en ser lector asiduo de un portal católico y de un bloguero como yo... Pues nada... A ver si se convierte, que estamos en tiempo propicio para ello. Arregle sus asuntos con el Señor, que nadie sabe el día ni la hora en que va a tener que rendir cuentas en su presencia. Está a tiempo.
Lo digo porque como Guillermo FP piensa mucho clero.
Guillermo FP: Filipinas, el único país católico de Asia - evangelizado por el brazo de Dios, la gloriosa España, martillo de herejes luz de Trento espada de Roma, brazo de Dios para evangelizar medio mundo - no tiene ley del divorció, el divorcio va contra la ley natural también. España capital Manila, hasta nueva orden. La sociedad está para ayudar a todos sus miembros, especialmente a los más débiles y necesitados, no para dejar a su desgraciada suerte a los guillermos fp.
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Pedro L. Llera
Un político católico debe comportarse y votar siempre como católico. No se trata de imponer nada a nadie, sino de ser coherente con lo que uno cree, con la fe que uno profesa.
Pueden acercarse a comulgar todos aquellos que lo "deseen". Que dolor sentí en ese momento. Dichas palabras fueron como el puñetazo de un boxeador. Si acaso un 10-20% nos quedamos sin comulgar. Según parece, éramos pocos los pecadores.
Nadie ni el más alto sacerdote, como ya testimoniara Francisco, tiene derecho a juzgar a otro.
Sólo Dios sabe y sólo su Hijo juzga.
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Pedro L. Llera
Pues no tiene usted razón. Creo que las citas y lo expuesto en mi artículo lo deja claro.
Por mis comentarios "no católicos" pierda usted cuidado. Yo por ahora pienso seguir católico, y si algunas cosas no llego a creer del todo desde luego una de ellas es que raramente va a venir nadie a "desbautizarme". Además, yo todavía no he proclamado que "la Virgen haría huelga pasado mañana" (y yo creo que eso lo ha dicho un católico, ¡espero!)
Sepa así mismo que llevo la Cuaresma con toda (o bastante, mejor dicho) la dedicación y provecho que desde pequeño me enseñaron. Deje usted en mis manos mis asuntos con el Señor, y ni que decir tiene que en las del Señor los suyos conmigo.
Le agradezco sus palabras y por favor no tome las mías como hostilidad ninguna. Es bueno y enriquecedor que intercambiemos nuestros puntos de vista. Provechosa y santa Cuaresma para usted también.
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Oscar, es solamente cuestión de tiempo que Filipinas deje al Vaticano como único país del mundo que no contempla el divorcio. Y no tanto por "modernizarse" como sencillamente por cuestión práctica. Gran parte de la población está adoptando una clase de comportamientos de familia (precisamente para sortear la posibilidad de que "algo falle", como de hecho muchas veces falla, y se puede arreglar con madurez) que tarde o temprano llevarán al legislador a tomar la decisión de pies en la tierra que van a tener que tomar.
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Pedro L. Llera
Un político no debe legislar o votar contra nadie: debe votar en conciencia. Y si su conciencia está rectamente formada, no debe votar a favor de nada que vaya contra sus principios. Eso tendría una solución fácil si nuestras democracias dejaran libertad de voto a los diputados y no estuvieran sujetos a lo que ordena el partido. Eso ocurre en Estados Unidos, por ejemplo, donde no es raro que un republicano vote contra un presidente republicano o un demócrata vote con los republicanos si lo ve oportuno. Pero aquí esa libertad no existe. También se solucionaría si se respetara la conciencia de cada diputado: pero eso tampoco suele ser habitual porque los diputados se deben a la disciplina de su grupo parlamentario y punto.
Si esa libertad existiera, un político católico no debería nunca votar contra los principios morales de la Iglesia, que son sus propios principios morales. Como no existe tal libertad, ante una cuestión de conciencia, el católico debe poner sus principios por encima de sus intereses políticos o económicos. Y en consecuencia, debería dimitir de su cargo o dejar la política: algún caso ha habido, aunque pocos. Para un creyente nada es más importante que la vida eterna. Y yo no me jugaría mi salvación a cambio de un plato de lentejas. Vale más dedicarse a otra cosa y vivir en paz con Dios y con tu conciencia que transgredir los Mandamientos.
Gobernar "para todos" entiendo que es buscar el bien común. Y el bien común es cumplir la voluntad de Dios. El pecado, aunque aparentemente ofrezca la libertad, siempre esclaviza y mata. La felicidad es vivir en gracia de Dios. No hay otra felicidad y si la hay, es falsa.
Permítame decirle que la idea que tiene usted de un político católico no se diferencia de la que tiene un político musulmán, que impone la "sharia" a todos los ciudadanos. Si un político católico quiere comportarse siempre como católico, lo que no puede hacer es aprobar leyes que vayan más allá de la moral natural. El caso que le he puesto del divorcio es un claro ejemplo. Si un católico no es capaz de actuar así, no puede dedicarse a la política.
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Pedro L. Llera
Pues no. No tiene nada que ver con la Sharia. Los Mandamientos de la Ley de Dios se resumen en dos: amará a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Y cuando quieres al prójimo como a ti mismo, no buscas nunca nada malo para él (o para ella): buscas siempre lo mejor para todos. Es lo que la doctrina católica llama el "bien común".
Hay un Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia que puede leer en Internet o comprar en cualquier librería religiosa. Y un político católico debería aplicar esa Doctrina Social en su acción política. Lo que no puedes hacer, seas político o maestro (como en es mi caso) es predicar una cosa y practicar lo contrario, porque entonces eres un hipócrita. Era lo que hacían los fariseos a los que el Señor criticaba. Eso no es aceptable.
Va contra los principios de un católico (y de muchos no católicos, ateos y agnósticos incluso) la legalización del aborto, y no puede votar a favor de que otros lo hagan porque lo considera muerte en todos los casos. Pero no va contra los principios de un católico el permitir a una parte de la sociedad que tenga el concepto que le venga en gana acerca del emparejamiento de las personas, y su correspondiente disolución llegado el caso. Porque de otra manera terminamos obligando a todo quisque a, por ejemplo, tener que "santificar" obligatoriamente el domingo (caso de Polonia, que ya veremos por dónde le terminan saliendo esos extremos con el tiempo, ya lo veremos, esos "decretos universales" nunca le han salido gratis a la Iglesia).
No es mala idea el dejar libertad de voto y de conciencia a los diputados (el país aquel donde luego es libre la posesión de rifles no es el mejor ejemplo en muchos casos), pero no es ese el funcionamiento del sistema generalizado en Europa. Sí en cambio existe toda la posibilidad de que un partido concreto (confesional incluso) quiera libre y autónomamente funcionar de esa manera. Allá luego su cohesión interna y su confianza en su gente. ¡Que son políticos! al fin y al cabo, no se nos olvide, y el poder es el poder...
A la gestión de la cosa pública alguien tiene que dedicarse, las cosas como son. Por eso tiene sus contraprestaciones, como es lógico, y por eso jamás han faltado ni faltarán candidatos a montarse al carro. ¿Por qué sin embargo nadie quiere ser presidente de su comunidad, eh? Sin embargo, vivir con la permanente amenaza de "estarse jugando la salvación eterna"... pues qué quiere que le diga, ¿se puede emprender absolutamente nada en esta vida, con esa mentalidad? Y no ya dedicarse a la política, traer hijos incluso. ¿Me quiero arriesgar a traer hijos que no estoy seguro de que se puedan salvar? Así no se puede, perdone que le diga. No es explicación. Ni para la política ni para nada realmente.
"Gobernar "para todos" entiendo que es buscar el bien común. Y el bien común es cumplir la voluntad de Dios". Desde luego, pero para usted y para mí. El que viva, y actúe, sin el menor atisbo de voluntad de Dios por ninguna parte, puede perfectamente llegar a ser el mejor gobernante de las últimas décadas. El bien común, cuando es bien común, también está muy bien, ¿eh?
"La felicidad es vivir en gracia de Dios. No hay otra felicidad y si la hay, es falsa". Pues lo mismo le digo, para usted y para mí. Hay mucha gente para la que aquí se acaba todo, el día que se acabe, y sin embargo (o tal vez por eso) se pegan una vida que vaya, vaya... ¡de "falsa" no precisamente nada!
Los políticos que legislan y votan leyes contrarias al orden divino deberían ser excomulgados por sentencia automática, sin mayor advertencia. Mantenerlos solapadamente como miembros de la Iglesia destruye a ésta desde dentro y arrastra a otros fieles con los malos ejemplos no castigados.
¿Hay alguna "hermenéutica de la continuidad" que pueda arreglar esto? Yo creo que no, creo que la ruptura con la tradición bimilenaria de la Iglesia es en este punto evidente e indiscutible.
Ya la curia vaticana de posguerra se mostraba hostil a la confesionalidad católica de España, y luego Paulo VI, para que no queden dudas, dejaría bien en claro su desapego por Franco.
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