Militia Fidei
Empezamos, hace ya muchos años, por desechar el concepto de “pecado”. Lo que antes era pecado, ahora ya no lo es. Así que no hay que confesarse. No hay necesidad. No hacen falta confesores ni confesionarios. Y empezamos con celebraciones comunitarias del sacramento de la reconciliación con absoluciones generales una vez o dos al año: por cuaresma, en adviento… Y poco más. Se han abolido los mandamientos de un plumazo. Dios es tan bueno y tan misericordioso que, ¡cómo va a condenar a nadie! Dios lo perdona todo y sin necesidad de pedirle perdón. O en todo caso, yo le pido perdón directamente a Dios sin necesidad de pasar vergüenza delante de un sacerdote en un confesionario y listo. Triunfa Lutero cuatro siglos después de Trento.
Si no hay pecado y Dios perdona a todos siempre, obviamente, ya no tiene sentido hablar del Infierno o del Purgatorio. Y por supuesto, el concepto del “santo temor de Dios”, ¿qué sentido tiene? Ninguno. Ni tiene sentido tampoco hablar de sacrificio o de redención. Cristo no murió para pagar con su sangre el precio de nuestra salvación. Su muerte fue en balde. Cristo murió por causas políticas y religiosas, como ha ocurrido y ocurre con tantos represaliados políticos a lo largo de la historia hasta hoy.
Y si no hace falta confesarse ni el pecado existe en la práctica, tampoco necesitamos la gracia de Dios. Todos nos vamos al cielo directamente. Sólo hay que ir a los funerales para comprobar lo rápido que es ahora el proceso de canonización de los difuntos.
Y como no hay necesidad de confesarse y ya no importa eso de estar “en gracia de Dios”, todo el mundo va a comulgar sin ningún problema: como el que va a que le den un caramelo en el kiosco, pero gratis.
Y es que otro concepto que ha desaparecido es el de la “transubstanciación”. La misa es un conjunto de símbolos y la fracción del pan se ha convertido en una metáfora de la solidaridad. Todos comemos el mismo pan que se reparte equitativamente entre todos. La comunión deja de ser el culmen de la experiencia mística para volverse símbolo de la fraternidad universal, de la solidaridad, de la igualdad… El Jesús histórico, líder revolucionario contra los poderosos y contra las autoridades religiosas de su tiempo, incomprendido y ajusticiado como preso político, sería un antecedente de los líderes socialistas modernos, un “Che Guevara” no violento que vivió hace dos mil años. Pero nada tendría que ver ese Jesús histórico con el Cristo de la fe: un invento de la Iglesia Primitiva y de San Pablo, una construcción histórica que ahora hay que deconstruir para llegar al auténtico Jesús de Nazaret. La Resurrección también es una metáfora. Cristo sigue vivo en los corazones de sus seguidores como Lenin sigue vivo en el corazón del revolucionario leninista. Pero Cristo murió, fue enterrado y punto. Lo del Cristo de la fe fue una ficción muy posterior. Y la presencia de Cristo en el pan y el vino, por supuesto, no es algo real, sino otra metáfora más, otro símbolo… (estoy ya de metáforas y de símbolos hasta los…).
Resumen: No existe el pecado. En el caso de que existiera, Dios es tan bueno que lo perdona todo sin necesidad de confesarse con un sacerdote. Todos vamos al cielo por la vía rápida nada más morirnos. No necesitamos la gracia de Dios para nada. Y comulgar es un acto cultural, tradicional, con más significado político que religioso. Y así todo se desacraliza. Nada hay de sagrado en todo esto. Ni siquiera Cristo es sagrado. Y la misa no tiene nada de sacrificio y sí mucho de símbolo de fraternidad, más masónica que cristiana.
En este contexto, ¿por qué no iban a comulgar los divorciados que se han vuelto a casar por lo civil? ¿Qué hay de malo en el adulterio? El hombre es así. El amor para toda la vida es un ideal imposible de alcanzar y lo normal es tener varias parejas simultáneas o sucesivas a lo largo de la vida. Una cosa, claro está, es el ideal del matrimonio y otra, muy distinta, son las familias reales. Lo ideal sigue siendo la doctrina de siempre. Pero ahora ese ideal de matrimonio resulta inalcanzable. Y como la gracia del sacramento del matrimonio no existe y también es otra metáfora de lo bueno que es Dios, pero algo totalmente inoperante… Pues estamos jodidos… La doctrina no se cambia, claro… Pero queda ahí guardadita en el catecismo. Una cosa son las doctrinas y otra la pastoral, que debe interpretar y adaptar la doctrina a la realidad de todos los días. Con lo cual, cambiamos la doctrina por la vía de los hechos consumados. Y punto. Y los que se quejan son tradicionalistas rancios que no entienden de primaveras eclesiales; rigoristas ultras, fariseos sin misericordia.
Estoy más que harto de blasfemias, de comuniones sacrílegas, de liturgias adulteradas; de sacerdotes, obispos y hasta algunos cardenales que sueltan herejías a diario y se quedan tan anchos. Y nadie dice nada. Y a mí la santa ira me arde en las entrañas. Y el celo del Señor me obliga a coger el látigo para escribir estas líneas.
Estamos en guerra: en guerra contra Satanás. En estos tiempos necesitamos guerreros narnianos, guerreros tolkianos. Necesitamos una fe militante, militar, combativa, viril. Ya está bien de esa fe buenista, amanerada, flojita, pacifista. La fe de guitarrita y cantos ñoños no nos vale para estos tiempos recios. Lo repito: estamos en guerra. Y lo que nos hace falta es la fe de los cruzados que dieron su vida en la Reconquista; la fe de las órdenes militares que luchaban por defender a la Iglesia y a la cristiandad de quienes querían acabar con nuestra civilización.
Necesitamos hombres y mujeres con una fe martirial; hombres y mujeres dispuestos a dar la vida combatiendo al Maligno y a sus secuaces. Hay que salvar a los pecadores, pero hay que combatir el pecado con todas nuestras fuerzas. No hay lugar para la neutralidad, para la mesura, para el diálogo y la negociación. Hay asuntos que no son negociables: la verdad es la Verdad y la mentira, mentira. Resumamos algunas de esas verdades que debemos defender a muerte:
1.- Los Mandamientos no han sido derogados.
2.- Cuando no cumplimos los Mandamientos, pecamos contra Dios y contra los hermanos.
3.- Para recuperar la gracia de Dios, es imprescindible confesarnos con un sacerdote: examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia.
4.- Cristo está realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. La Santa Misa es el Sacramento de nuestra Fe. Comulgando nos unimos realmente a Cristo para que Él nos transforme y nos dé un corazón nuevo semejante al suyo. Y para comulgar debemos estar en gracia de Dios.
5.- Debemos vivir con coherencia eucarística. Debemos ser auténticos y vivir como verdaderos discípulos y apóstoles del Señor. Y ello por la gracia de Dios. Todo es gracia. Todos los aspectos de nuestra vida - la familia, el trabajo, las relaciones, el voto - deben estar en consonancia con la fe que decimos profesar. Nos alimentamos de Cristo para vivir desde la caridad, desde el amor a cuantos nos rodean. No debemos aspirar a menos que a ser santos por la gracia de Dios.
No hay más Dios que Jesucristo. Nuestra fe es la única verdadera. Cristo es nuestro único Rey, el único Rey del Universo. Y yo soy su siervo. Y me siento orgulloso de ser católico. Ya está bien de esconderse. Ya está bien de avergonzarse del Señor. Ya está bien de complejos. Nuestra fe es la fe de los santos y de los mártires que ofrecieron su sangre al Señor. No debemos tener miedo. Defendamos nuestra fe, nuestras tradiciones, nuestra cultura, nuestra civilización. Es hora de combatir. Y estas son nuestras armas: la oración, el santo rosario, le penitencia, el ayuno, la adoración al Santísimo y la Santa Misa. Cristo es el Señor, es Omnipotente. La Virgen María es nuestra defensora, nuestra protectora: no hay nada que temer.
15 comentarios
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Pedro L. Llera
Corregido el error. Gracias por corregir al que yerra...
Dios siempre, SIEMPRE, se reserva un remanente fiel. Pero ojo, ese remanente no va por ahí presumiendo de fidelidad y pureza. Simplemente vive por gracia fiel y santamente. Y cuando llega la hora, puede ser macabeo, cristero o simple cordero degollado.
Triste es la hora en que los enemigos de fuera han unido sus fuerzas con los enemigos de dentro. Pero si la Roma imperial no pagaba traidores, tanto menos pagará la Babilonia modernista, que acosa la fe entregada de una vez y para siempre a los santos.
No prevalecerán.
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Pedro L. Llera
¿He pecado de orgullo presumiendo de fidelidad? Si es así, le pido perdón al Señor y a vosotros. Toda la gloria para Dios, Nuestro Señor.
Saludos cordiales.
El mal de este mundo no se percibe suficientemente sino cuando se lo exagera. En lo Absoluto no hay exageraciones.; y tampoco en el Arte, que es la búsqueda del Absoluto. El artista que no considera más que al objecto mismo, no lo ve. Y lo mismo le ocurre al moralista, al filósofo y hasta al historiador. Quizás a este último especialmente. Para decir algo de valor, tanto como para dar la impresión de la Belleza, es indispensable la exageración aparente, o sea, llevar la vista más allá del objeto; así se llega a la misma exactitud, sin exageración real ninguna, lo que puede ser demostrado por los Profetas, todos ellos acusados de exageración.
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Lo tremendo del post de Pedro Luis... es que no exagera.
¿He pecado de orgullo presumiendo de fidelidad?
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LF:
Ni mucho menos. Una cosa es llamar a ser fieles, cosa que haces, y otra presumir de serlo, cosa que no haces.
Bien sabemos quienes por gracia anhelamos andar en gracia que la fidelidad es un regalo que recibimos y demasiadas veces rechazamos, a pesar de lo cual el Señor, en su infinita misericordia, nos vuelve a ofrecer el agua viva que empapa nuestras almas resecas por nuestros pecados.
Sí. Y en eso se resume todo.
Jesucristo no es "mi salvador personal" como dicen los herejes, ni un tipo guay, como dicen los jerarcas católico-romanos.
No hay más Dios que Jesucristo.
¡ Qué lección, insuperable profesor, fidelísimo cristiano, padre de familia ejemplar, mártir ya,en tantas ocasiones de tu vida, por tu actitud clara y valiente y tu profundo asco al modernismo buenista ! Necesitamos oír todas las cosas que nos recuerdas y que hemos recibido de la auténtica Iglesia de Cristo, profanada por los buenistas cretinizados ( o satanizados )de hoy. Yo también estoy hasta. . . lo que no tengo de todos estos falsos apóstoles, que se autodenominan con desfachatez sacerdotes y jerarcas católicos.Que Dios se apiade a tiempo de nuestros hijos y nietos a quienes hace mucho que están intentando sacrificar en el satánico altar de los que osan denominarse Colegios católicos. Que Dios te siga llenando de su gracia.
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Pedro L. Llera
Amelia: no me beatifiques todavía, que soy un miserable pecador.
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