"Amoris Laetitia"
Tengo que hacerles una confesión: mi mujer no me lee. Mi hijo mayor sospecho que, más que leer lo que escribo, espía de vez en cuando mi blog para comprobar con cierto temor las burradas políticamente incorrectas que puedo llegar a poner negro sobre blanco: más que nada por si me vuelven a despedir del trabajo por ultracatólico y nos volvemos a ver en el paro. Mi hija mayor - a sus dieciséis años - ha vaticinado que cuando estalle la revolución seré el primero en caer fusilado por las cosas que digo y escribo: por no ser del montón y no saber estarme calladito como todo el mundo. “No quieras ser un general: sé un simple peón”, me dice… Pero ella sabe que no sé ser de otra manera. Y la pequeña de la casa todavía es inocente y no se entera, aunque algo debe de sospechar ya después de tantas mudanzas, cambios de colegio, etc.
Vuelvo al principio: mi mujer no me lee. Y no lo hace porque, después de veintitrés años casados, me conoce mejor que yo mismo. Sabe lo que pienso, lo que creo, lo que me preocupa, lo que me indigna, lo que me alegra, lo que me quita el sueño, lo que me hace sonreír y lo que me enfurece. Y eso solo con mirarme. Porque mi mujer es más parte de mí que yo mismo. Sabe cosas de mí que tal vez yo ni sospeche. No necesita leerme. Sabe lo que puedo escribir antes de que yo llegue a presumirlo. Porque ella y yo no somos dos: somos uno. Sus ojos son los míos y ambos miramos el mundo juntos. Nada mío le es ajeno. Nada suyo deja de ser mío. Dios nos unió un día: ella es el mejor regalo que el Señor puso en mi vida. A mis hijos los quiero más que a mí vida. Pero ella es mi propia vida. Ella es la vida que Dios me dio para que juntos aprendiéramos a amarnos hasta la muerte. Para que nos quisiéramos a muerte para vivir en plenitud. Necesito una eternidad para quererla como ella se merece. Necesito que el Señor nos haga santos por su gracia, solo para poder llegar a compartir una eternidad con ella. Porque el cielo está donde está Dios y yo lo veo en sus ojos cada día.
Efectivamente, el amor no es cosa de dos; es cosa de tres: ella, yo y Dios. Él nos amó desde siempre para que nosotros fuéramos capaces de amarnos. Él nos regala el amor que nos tenemos como esposos y padres: Él es el Amor que nos une para siempre. El Señor nos ha regalado - nos ha prestado, más bien - la vida de tres hijos maravillosos. Nos los ha confiado para que nuestro amor se esparza, se desparrame y fructifique en ellos, educándolos, protegiéndolos, cuidándolos (y a veces soportándolos con paciencia y a veces hasta sin ella).
¡Hemos pasado tanto juntos! Cuántas penalidades, cuántos malos ratos… Pero también ¡Cuántas alegrías y cuántos buenos momentos! No podemos decir que nos hayamos aburrido juntos estos últimos veintitrés años: ¡No! Gijón, La Felguera, Madrid, Murcia, Puerto Real. Paro, sufrimiento, trabajos apasionantes, desengaños, ilusiones… y amigos en todas partes, que son nuestro tesoro. Amigos en Gijón, en Langreo, en Madrid, en Murcia. Ahora, en Puerto Real. Son los regalos que Dios nos va haciendo. El amor no sabe de encierros y se abre paso hacia esas personas maravillosas que el Señor va poniendo en tu vida y a los que siempre llevaremos en el corazón, estemos donde estemos. Ir por la vida repartiendo amor y recibiéndolo de tanta gente buena que va poniendo en nuestro camino… Nunca hemos tenido un duro. Sólo somos ricos en amor. Allí donde hemos vivido nos hemos enriquecido con el amor que hemos recibido de tantos amigos que nos han querido y nos quieren. ¿Qué más riqueza queremos? Nos hemos dejado traer y llevar por Dios allí donde Él ha querido. Nunca nos ha dejado de su mano. Por muchas penalidades que tuviéramos que pasar, Él siempre ha estado y está ahí. Algunos piensan que estamos locos por andar de un lado para otro, por haber abandonado seguridades aparentes para lanzarnos a lo desconocido… Pero nosotros nunca hemos ido a lo desconocido: sabemos en Quién hemos puesta nuestra confianza. Nuestra locura es la locura del amor de Dios. Sabemos que nada pasa por casualidad: por buena o por mala suerte. Y sabemos que cuando el Señor nos manda alguna penalidad, siempre es para regalarnos algo mejor. No nos arrepentimos de nada ni tenemos nada de lo que vanagloriarnos: estamos en sus manos, que son las mejores y hacemos lo que tenemos que hacer que es lo que Él nos va pidiendo. “Ahora a Puerto Real”: Pues a Puerto Real. Tenemos todo lo que necesitamos. Nada nos falta: nos tenemos el uno al otro. Tenemos el amor que nos une y tenemos el amor de Dios. Eso nos basta.
Cristo nos ha enseñado a no hacer planes de futuro. Seguiremos yendo a donde Él nos mande y tratando de responder con un sí a lo que Él nos vaya pidiendo. Lo que Él quiera, donde Él quiera, cuando Él quiera y hasta que Él quiera. Nos tenemos el uno al otro. Tenemos unos hijos maravillosos: cada uno a su manera. Tenemos el cariño de tantos amigos que tenemos repartidos por el mundo. El cariño de tantos padres de los colegios de La Felguera, de Murcia que ya son amigos… Y ahora, aquí, en Cádiz… Y el amor de tantos alumnos y antiguos alumnos a los que llevamos los dos en el corazón. Porque el amor no se gasta: cuanto más amor repartes, más eres capaz de amar.
Pero con este artículo sólo quería decirte que te quiero con toda mi alma, María José. Quiero mucho a mucha gente. Pero solo tú eres tú. Hace unos días me reprochaste que ya no te escribía poemas. Y no es porque no quiera. Pero no sé escribir poesías tan bonitas como las que tú te merecerías. No tengo talento para expresar con versos lo que siento por ti. Cualquier palabra me parece insuficiente y torpe para decirte lo mucho que te quiero. Me gustaría ser un poeta como Salinas o Machado para que en mis versos pudiera caber lo que te amo. Pero no sé. Mi poema eres tú. Déjame decirte con besos y silencios; con miradas y caricias… lo que mis palabras no saben decir. Mi verso más hermoso son tus ojos y yo no sé escribirlos.
Mi mujer no me lee… Tal vez este artículo sí lo lea… Pero esto no es un artículo más; es una declaración de amor a ella, a ti, a mi esposa.
18 comentarios
Yo también te quiero y no entiendo mi vida sin ti.
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Pedro L. Llera
Bueno... Esta vez sí que me has leído... jejejeje
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Pedro L. Llera
Muchísimas gracias por tus palabras, Amelia. Tú también eres un regalo de Dios para mí.
Gracias por este pequeño y hermoso testimonio vivo del amor del matrimonio cristiano. Con sus tropiezos y sus alzamientos, con sus errores, con sus imperfecciones. Porque su fuerza reside en el Señor ante el que os jurasteis respeto y amor eternos, no en la pequeñez de sus miembros humanos.
No es para unos pocos escogidos (¡que desagradable y calvinista suena eso!). Es para todos los que quieren acogerse al Espíritu Santo, y dejar obrar maravillas en su debilidad.
No es un ideal: es una realidad del amor de Dios en nuestras vidas. Si le dejamos actuar...
pero hay un pequeño detalle, hay parejas por todo el mundo que no viven este mismo paraíso, por mas que uno de ellos haya querido e intentado no se pudo, para ellos debe haber una esperanza, lo digo en mi ignorancia, porque casos hay por montones.
Me ha emocionado tu declaración querido Pedro Luis.
Sólo quiero manifestar un deseo: que el papa peronista pueda leerte y se convierta.
Es lo que le pido al Señor.
CONSTANTINO.
Hay veces, en que uno tiene tentación de pasar envidia...
Después de la envidia de una fe en Dios cómo la de Santa Teresa de Jesús, un amor entre esposos así, a los que venimos de matrimonios fracasados nos produce la envidia del niño que se muere de hambre mientras ve a otros comiéndose una bandeja de pasteles.
Y llegamos a sentirnos menospreciados e incluso maltratados por Dios cómo los obreros de la primera jornada.
Felcdades a los dos y a esos maravillosos hijos.
No soy yo la persona adecuada para consolarte, o tal vez si de una manera que sin duda, será bastante torpe. A ver:
-Por lo que dices; tal vez hayas fracasado; pero lo has intentado. Otros, nunca estábamos disponibles para ser contratados.
-También pienso que si recibiste el sacramento, Ese sacramento, como todos, tendrá sus efectos, aunque no sepamos apreciarlos. El Señor es muy Señor y sabe hacer las cosas.
- No olvides, que los primeros contratados -de la parábola- sabían por cuanto lo hacían; asi que, deberías repensar lo de "menospreciados" y "maltratados". Me da que es una idea que nos han ido metiendo sindicalistas y demás. Si me permites, te sugiero el vídeo de Profesor Huerta de Soto (menos de 7 minutos), que tal vez no venga al caso, o sí: www.youtube.com/watch?v=iwIstZyRkgk
Paz y bien.
El vídeo enlazado se titula: "LA ALEGRÍA EN EL TRABAJO"
Dices que otros nunca estábais disponibles para ser contratados. Eso es una opción. Teníais algo más importante en ese momento para vosotros que el de ser contratados.
Sí, recibí el sacramento, aunque tengo muchas dudas de que ese sacramento sea válido. No he pedido la nulidad porque no la he precisado.
Los primeros contratados en la jornada sabían, pero yo no. De ahí el sentirme estafada.
El Señor es muy Señor y sabe hacer las cosas, pero yo no entiendo muchas de ellas por más que trato de entenderlas.
Y no solo te permito, sino que te doy las gracias.
Paz y bien.
(Lo he puesto alguna vez, pero es que me encanta:) "María, nunca reclamó nada, nunca insistió en las preguntas. Aceptaba las respuestas que le resolvían sólo en parte los misterios".
Últimamente, en EUK Mamie, han emitido vídeos, de personas que dan testimonio, sobre los beneficios del Rosario (que consideraban aburrido -yo también lo consideraba, pero- ...)
Ánimo
Gracias José Ignacio.
Cuando la felicidad de otra persona es tu felicidad, entonces eso es Amor.
Que el Señor le bendiga y le guarde junto a su esposa, hijos, familiares y amigos.
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