Ted Kennedy o los estragos del Catolicismo a la carta
Cómo teólogos modernistas desviaron la carrera de un político católico.
El pasado 25 de agosto, murió Edward Moore Kennedy, más conocido por su diminutivo Ted, a sólo dos semanas del fallecimiento de su hermana Eunice Kennedy Shriver. De esta manera, ha vuelto a saltar a la actualidad el clan más famoso de los Estados Unidos, al cual siempre se lo ha considerado lo más cercano a una familia real que tiene ese país. Lástima que, como sucede con gran parte de las antiguas dinastías europeas, la irlando-americana de los Kennedy haya perdido la consciencia de sus obligaciones históricas y morales, cuyo cumplimiento fue en otro tiempo su timbre de gloria y la razón de su encumbramiento. ¿Cómo es posible que los que llegaron a ser hijos predilectos de la Iglesia se hayan convertido en promotores de causas contrarias a las enseñanzas del magisterio católico? El propio senador Kennedy, que fuera en la primera época de su vida un firme defensor de la vida desde el instante mismo de la concepción terminó sus días apoyando la opción que en los Estados Unidos se llama “pro-choice”, es decir la que defiende la completa libertad de la mujer para controlar su fertilidad y decidir la continuación o la interrupción de su embarazo (lo cual implica el aborto libre). Desgraciadamente, la tercera generación Kennedy sigue sus pasos: el gobernador de California Arnold Schwarzenegger, marido de Maria Owings Shriver (hija de Eunice Kennedy Shriver), es también un abanderado de la opción “pro-choice”, y Caroline Kennedy Schlossberg, hija del asesinado presidente Kennedy, ambiciona el puesto de senadora por Nueva York, dejado vacante por Hillary Clinton, defendiendo, entre otras cosas, el aborto y los “matrimonios” homosexuales.

El año pasado inicié una serie de anécdotas de verano, basadas en mis suplencias sacerdotales en parroquias progresistas de nuestra diócesis. Debido a la buena acogida de aquellos artículos he decidido volver a la carga aunque sea con un poco de retraso, como consecuencia de mis últimas estancias en el extranjero.
En mi último artículo les comentaba que casi la mitad de los párrocos de la archidiócesis de Barcelona son mayores de 65 años. Concretamente en 91 de las 208 parroquias.
Más musulmanes practicantes que católicos practicantes
Abierta la cuestión sucesoria en la sede celsonense, tal como Oriolt refería en su artículo de este mes de agosto, y habiendo encontrado este tema eco entre los lectores de “La Cigüeña de la torre”, que se hizo eco del artículo, así como también algunos comentarios circunstanciales referidos a Mons. Vicente Enrique y Tarancón en un breve post del mismo Fernández de la Cigoña, dando la noticia del fallecimiento de Don Joaquin Ruiz-Giménez, he decidido redactar este artículo en el intento de evidenciar como el ejercicio del ministerio episcopal de Don Vicente Enrique durante los casi 19 años que pastoreó la diócesis de Solsona (1945-1964) fue de tan alto calibre y dignidad, de tal altura de miras y de tal dedicación y entrega, que cómo él mismo refería al final de su vida “constituyó el más hermoso y fecundo periodo de su ministerio episcopal”. Nunca como en Solsona, aquel sacerdote diocesano de Tortosa, inteligente e ingenioso, sensible y paterno, que compactaba una erudita formación teológica con una honda espiritualidad sacerdotal, sería lo que ha de ser un obispo católico: un gran Pastor del pueblo a él encomendado. 




