Germinans, año cuarto: lo que nosotros somos

Siempre he experimentado un desesperado amor por la palabra escrita. La historia de Germinans, a las puertas de este cuarto año de aventura, es preciso que la relate yo, a mi manera, como mejor sepa, y con el tono que me es propio.
Esta historia puedo decir que la hemos vivido día a día, como las estaciones de un calvario modesto y personal, como las etapas de un duro viaje en el cual las piedras han desollado a los peregrinos –un viaje que no ha terminado- un rudo viaje en verdad, pero un viaje en el cual los ojos de los caminantes no se han apartado de la estrella, y la estrella nunca ha abandonado a los viajeros.
Y en ese viaje “cada uno da lo que puede”, como dice el adagio popular. Porque existen cien maneras de trabajar por el bien de la Iglesia, cuando uno permanece esencialmente ligado a ella, y a falta de ser “un alma iluminada”, es un alma de buena fe. Es en virtud de estas humildes razones por lo que, por nuestra parte, siempre hemos querido corresponder con nuestros obispos, confiarnos a ellos, explicarles las profundas miserias y los dolores de los cuales nos hacemos eco, en particular de tantos sacerdotes y laicos que sufren – a quienes se les ha pretendido cerrar la boca- y que no tienen más voces que las nuestras para expresarse.

En los apuntes correspondientes al 26 de octubre de 1962, el P. Martín Descalzo anota:
Revisando unos datos sobre la vida del Dr. D. Gregorio Modrego Casaus (para conmemorar los 110 años de su nacimiento en este 2010 y el 75º aniversario de su consagración episcopal en 2011), nos hemos encontrado con un dato muy interesante que da la medida de su gran talla humana: su lema episcopal. Normalmente, las divisas o lemas que figuran en los escudos son indicadores de un ideal, de un programa de vida, de una virtud exigible a quien lo ostenta en su blasón. El del que fuera arzobispo de Barcelona durante largos y decisivos años estaba tomado del Evangelio: “VT VNVM SINT” (Que sean uno), palabras que dirigió Nuestro Señor Jesucristo al Padre Celestial en su oración sacerdotal.
En 2003 los Maristas en España se dividieron en cuatro provincias (Compostela, Ibérica, Mediterránea y l’Hermitage). Cada instituto religioso tiene libertad para organizarse como le convenga y por tanto de segregar Cataluña del resto de España y unirlo a Francia. La provincia de l’Hermitage esta formada por Cataluña, Francia, Suiza, Hungría, Grecia y Argelia. Es decir que solo el territorio español es el que se divide ya que el resto son unidades estatales. Pero cada instituto, como se ha dicho, tiene libertad para organizarse como le de la gana.
El progresismo y el nacionalismo eclesial se están jugando mucho con el nombramiento de Don José Ignacio Munilla como obispo de San Sebastián. Saben que es la pieza clave que va a decidir el futuro de la Iglesia en comunidades como Vascongadas y Cataluña. Si la carta Munilla sale bien, no sólo habrán perdido una batalla, sino que habrán perdido la guerra, desde ese momento las cosas van a cambiar totalmente. Desde Roma ya no se amedrentarán más, y el modelo de obispo condescendiente con los abusos del progresismo y de linea más nacionalista que pastoral habrá pasado a la historia. Después de Don José Ignacio vendrán otros como él y poco a poco va a quedar atrás una etapa oscura de la Iglesia en estos territorios históricos que ha dejado al catolicismo en sus niveles más bajos.