Un nuevo estudio litúrgico a partir de Septiembre
Al familiarizarnos a fondo con la historia del rito romano con ocasión de la publicación cada sábado por espacio de 13 meses de “El fiador: historia de un colapso”, muchos lectores y seguidores habituales han agradecido que se haya podido facilitar una visión de conjunto en la que también se incluyera la evolución del Movimiento Litúrgico hasta nuestros días.
El trabajo de este año ha sido un intento de seguir a través de las edades, la evolución de la liturgia eucarística, considerándola siempre en su totalidad, y descubrir por qué y cuándo se ha ido agregando o modificando el rito en su conjunto. No obstante existe la posibilidad de explicar la misa según el orden de sus diversas partes; y dentro de las mismas, el de las distintas ceremonias y oraciones, indicando siempre los datos históricos que explican el sentido que se les iba dando cuando se las introducía o se las modificaba.
Creo que es este pues el momento de realizar ese cometido y de hacerlo después de tener una visión general de toda la historia del rito para poner así de manifiesto la estructuración perfectamente orgánica, comparable al crecimiento de un árbol. En efecto, siglos sucesivos y diferentes han contribuido a la formación de las oraciones y ceremonias de la misa romana. En torno a un núcleo fundamental –la institución de la última cena- se han ido formando, siglo tras siglo, multitud de estratos, comparables a los anillos, que se forman al compás de los años en el tronco de los árboles. Son, lo mismo que en el árbol, consecuencia de un crecimiento orgánico y a la vez defensa del tesoro que se esconde en su interior.
Tras muchos decenios de intensos estudios de las fuentes litúrgicas, hoy aparece cada vez más claro que la misa romana presenta una perfecta simetría en su estructura. Yo desearía explicitarla de manera detallada sin que nadie crea que se trata de un juego más o menos brillante de conceptos. Es demasiado serio el asunto que nos va a ocupar y demasiado triste la experiencia después de leer tantas explicaciones catequéticas (véanse diversas publicaciones C.P.L) de la Misa y ver luego su concreta aplicación en las celebraciones reales. Abrumados por esa realidad experimentamos a veces una gran confusión de ideas. Por eso es imprescindible salvar la visión de conjunto, como único medio de conseguir una mayor inteligencia del alcance de los pormenores de la Misa.
A este objetivo me voy a consagrar a partir de este momento, poniendo mi empeño e ilusión en un trabajo lo más preciso y riguroso al que dedicaré parte de este verano, y que Dios mediante será publicado a partir del mes de septiembre.
Os dejo a todos un pensamiento gratificante que leo en las informaciones que me acaban de llegar de Roma y que me resultan reveladoras de la personalidad litúrgica del Santo Padre Benedicto XVI. El Santo Padre que con motivo de su acceso al solio pontificio e inicio de su ministerio pastoral reintrodujo el “homophorion” (el largo palio griego con cruces encarnadas, con extremos pendientes de manera asimétrica) vista la incomodidad del mismo y tras cuatro años de prueba, ha preferido volver al utilizado hasta hace poco… ¡Qué humildad intelectual y que rigor el del Santo Padre! ¡Si todos hiciéramos igual con nuestros “geniales inventos” y manías litúrgicas después de desastrosas experiencias…!
Amigos, a todos un buen verano y un mejor reinició de curso…
Dom Gregori María
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