Un caso particular del “sentir de Barcelona"
En la diócesis de Barcelona hemos llegado a la cúspide del esperpento. Antes, toda España nos miraba con admiración por nuestro carácter emprendedor, como el ariete que abría la Península a la europeidad. Ahora somos el hazmerreír del catolicismo peninsular, pura ridiculez. Un catolicismo enfermo en una sociedad de las más enfermas de nuestro continente. Una laicado de lo mas casposo, una juventud agonizante en el materialismo y el hedonismo mas esterilizante. Hay algunas personas y muy pocas instituciones que salen del rebaño, cierto, pero nunca saldrán en la foto. Su labor de hormiga puede pasarnos a menudo desapercibida. Salvo estas minorías, los comedores de alfalfa lo copan todo, todo lo que vive del presupuesto. Nuestra Iglesia diocesana, de tan inculturada a nuestro Principado, se ha acomodado al turulliano “sentir de Barcelona”. Una Iglesia, que salvo voces ahogadas, actúa de incensario de la gran mamarrachada en que se esta convirtiendo nuestra sociedad catalana que “tendrá que arrepentirse no tanto de las odiosas palabras y de las acciones de la mala gente como del clamoroso silencio de la buena gente” (Martin Luther King, Cartas desde la prisión de Birmingham-Alabama).
En Madrid, nuestro adversario (en el sentido más positivo y cordial del término) nos pasa la mano por la cara. En un solo minuto de debate del programa El Gato al agua de Intereconomía (TV) hay más ejercicio intelectual e intercambio de ideas que en todo un año de dogmática TV3. Uno podrá estar más o menos de acuerdo con algunos posicionamientos, pero la libertad y la consistencia de muchos de los argumentos utilizados son de una potencia que colapsan nuestro cerebrito catalán, atrofiado y reducido por la tribu de jíbaros que puebla nuestro sistema educativo, político y mediático. Contrasten la mediocre blogosfera cristiana catalana alrededor del periodistículo.
Jordi Llisterri con la del resto del país.
¡Qué és la pálida, casa incolora, Agencia de notícias Flama, del antiguo director general de la Generalitat Agustí Gallart i Teixidó (CDC-firma 1.237) al lado de una Infocatólica, Religión en Libertad o de la reciente Religión confidencial!
¿Donde está, en el mundo intelectual católico catalán, alguien que se parezca a un Juan Manuel de Prada?. En el mismo sentido, San Pablo-CEU de Madrid barre a la Universidad Ramon Llull, gran comedora de “borda” (estéril) producción para el diálogo entre Fe y contemporaneidad.
Enric Juliana, el pedidor de obispos dúctiles y lo más parecido en tierra nuestra a un vaticanólogo, cuando va de ídem, toca de oídas casi todas las partituras. Ya nadie se acuerda del último teólogo catalán invitado a algún simposio a una universidad católica romana. Radio Estel se receta ya por el Institut Català de la Salut como genérico contra el insomnio. Popular TV ya se podría y le convendría parecerse mas a KTO-TV , cierto, pero al menos algo se mueve. ¿Sirve la Facultad de Periodismo de la Ramon Llull para algo más que dar de comer a los amiguitos de Aymar?
Comparen Alfa y Omega con Cataluña Cristiana o el progresáurico mensual Foc Nou. La San Dámaso al lado de nuestra vacía y desgraciadamente irrelevante Facultat de Teologia de Catalunya. Libros libres , Ediciones Encuentro, Ciudadela Libros con la cada vez mas hermafrodita y suelta Editorial Claret.
Dadle al pájaro Oriol buen alpiste y con vosotros no tendrá nunca despiste
Estamos atrofiados por el baboseo del círculo cerrado de nuestro progresismo que con nuestra bandera cuatribarrada tapa las vergüenzas de su inconsistencia. En los cómics de Zipe Zape hay más neuronas que en todo esta amalgama de impresentables que se dan bombo los unos a los otros para hacerse el importante, que se abrogan sin permiso la representación de Cataluña. Retahíla de nulidades que atacan con el arma de la acusación de antipatriotismo a quien ose cuestionarlos. Vaya chollo han encontrado.
En Germinans no damos abasto en comentar lo patético del comportamiento de la mayoría de eclesiásticos y seglares autoproclamados intelectuales (y que no pisan la vida parroquial del día a día ni que los maten). El último serial por entregas de este vodevil de la pedantería nos lo está ofreciendo el dúo Oriol Domingo y Antoni Matabosch, pagando la broma, el conde de Godó.
Uno, Matabosch necesita que la Fundació Joan Maragall salga en los medios. Para ello “compra” a Oriol con su presencia. Como aquellas marcas de coches que invitan, antes de la presentación de los últimos modelos, a una comilona, de marisco y filete a los periodistas especializados en automovilismo. ¡Y a ver quien hace luego una crítica mala! A lo mejor uno no vuelve a tocar langosta. ¿Qué seria de la Fundació Joan Maragall si La Vanguardia no le cubriera los actos?
Esto es un toma y daca. Tú me cubres el acto, yo te doy nombre como periodista. Tú me invitas de conferenciante, yo hablo de tu libro. La componenda entre Domingo y Matabosch. Un acto es importante porque lo cubre La Vanguardia. Un periodista es importante porque lo invitan de conferenciante. Pura retribución en especie. ¿Qué seria de Domingo si las instituciones eclesiales nacioalprogresistas barcelonesas no le sentaran en la primera fila o directamente en el estrado?
Es igual que las adelgazadas publicaciones y el supuesto diálogo con el mundo de la cultura de la Fundació Joan Maragall no valgan un pito, ni interpele a nadie. Es igual que Oriol Domingo se pase por el arco del triunfo la pluralidad diocesana, en su així anar fent, in saecula saeculorum, Amen!
Quinto Sertorius Crescens