Lérida no se merece esto
La diócesis de Lérida se halla permanentemente hipotecada por el conflicto de los bienes con la diócesis de Barbastro-Monzón. Es injusto. No por el hecho en sí del litigio, que ya ha sido resuelto por Roma, sino por la absoluta parálisis que ha provocado en el día a día de la diócesis. El pasado 8 de Marzo se cumplió un año de la aceptación por la Santa Sede de la renuncia del Obispo Ciuraneta. Desde entonces, Lérida sigue vacante y nadie sabe si la Administración apostólica del Obispo Salinas va a dilatarse mucho más. Circulan últimamente rumores de que el Nuncio se ha sacudido la galbana y, al fin, va a haber nuevo Obispo. No lo sé. Esta inquietante y pasmosa lentitud me tiene perplejo. Lo que es irrebatible es que, con la excusa del litigio, se ha dejado a Lérida en segundo plano. Desmedido totalmente. Lérida es capital de provincia, ciudad universitaria, con más feligreses que sus diócesis vecinas de Solsona, Urgel y Barbastro-Monzón y con similar población a la colindante diócesis de Tortosa. Los católicos ilerdenses no se merecen este desprecio. Cierto es que, cuando se produjo la segregación de las parroquias aragonesas, quedó Lérida con una figura geométrica bastante rara, pero no empequeñeció mucho en número de fieles. Le representó una merma de alrededor de un 20%.
Es urgente que la provean de un nuevo Pastor. El conflicto con Barbastro no debe impedir que consideremos y valoremos la importancia de Lérida para la renovación de la iglesia catalana. Y debemos olvidar el tema de los bienes. Tan hermanos en la fe somos los de Barbastro, como los de Lérida, independientemente de donde estén las piezas de arte. Sí Roma ha dicho que son de Barbastro, allí han de estar y aquí paz y después gloria. Los catalanes y los aragoneses estamos en la misma iglesia y bajo los mismos tribunales. Y sí ahora se inmiscuye la jurisdicción civil, el administrador apostólico o el nuevo obispo (sí lo hay) deberá seguir los dictados romanos y punto.
Pero esto no ha de seguir siendo un impasse. No debemos seguir castigando a nuestros hermanos ilerdenses.
Contemplemos a Vic o a Terrassa. ¿No se hallaban en estado de permanente abulia? La sola presencia de un obispo joven, con personalidad, con ganas de trabajas las está convirtiendo en unas diócesis dinámicas, con una asombrosa-e impensada-capacidad de iniciativa. Se ha dejado atrás la apatía que sigue reinando en las demás diócesis catalanas. Se han emancipado de la rutina de los últimos cuatro decenios y están realizando una admirable renovación. Más que una renovación, una subversión del atávico orden eclesial políticamente correcto. Renovación insólita en la Cataluña actual.
¿Por qué no ha de ser posible en Lérida? ¿Por qué Lérida no ha de formar un triunvirato con las diócesis egarense y ausetana? ¿Por qué no puede beneficiarse de su impulso y de su energía?
Se necesita un excelente nombramiento, pero se necesita a la vez olvidarnos del conflicto con Barbastro-Monzón. Olvidarse en Cataluña y olvidarse en Aragón. Cosas más importantes hay en juego. Es nuestro desafío.
Oriolt
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