Inminentes nombramientos en la Curia y el Cabildo
El fallecimiento del Dr. Jaume Riera Rius, Pro-Vicario General de la Archidiócesis, a los 82 años de edad y tras un largo proceso de enfermedad nos llena de tristeza por la perdida de un gran sacerdote y un gran canonista que supo servir a la Iglesia con generosidad y altura de miras allí donde su largo ministerio le reclamó.
El largo proceso cancerígeno que le condujo a una lenta necrosis dermatológica no ha sido en ningún momento obstáculo para que se mantuviera hasta los últimos días siempre al servicio de nuestra Archidiócesis.
Hombre de gran formación académica y de talante liberal y sagaz siempre hizo gala de una gran humanidad que se tradujo en su disponibilidad y espíritu de acogida hacia todos los sacerdotes, abierto al consejo y a la confidencia personal pero no abandonando jamás la profunda hilaridad y el fino tono de sarcasmo incluso ante las situaciones más complicadas que él sabía ponderar con equilibrio y realismo, adornándolas con los más variopintos ejemplos, la mayoría referidos a su prolongado ministerio como estrecho colaborador de Mons. Tulio Botero, Arzobispo de Medellín.
Su pérdida abre grandes interrogantes en la Curia barcelonesa pues el delicadísimo cargo que con tantos aciertos y prudencia ejerció el Dr. Riera ahora puede caer en manos de un hombre falto de escrúpulos y lleno de ambición: el vicario episcopal Joan Galtés Pujol, párroco de San Gregorio Taumaturgo, uno de los personajes más controvertidos del gobierno de Sistach y a la vez el más fiel peón curial donde éste se ha apoyado en los últimos tiempos, preparándolo desde lejos para sustituir a Riera en la Pro-Vicaría General.
El nombramiento de la más que controvertida figura de Mn. Galtés abriría en la Diócesis un proceso de degradación que conduciría a una profunda crisis de confianza entre el clero que al final llevaría a la total descomposición de la ya exigua red de relaciones humanas interpersonales que aún sustentan y mantienen al presbiterio barcelonés, sin distinción de su adscripción ideológica. El Cardenal Martínez Sistach tiene ante él la fácil y cómoda figura de un sumiso y ambicioso Galtés, que no será manifiestamente contestado pero que hará que ese cargo curial quedé reducido a funciones puramente administrativas, o la ardua pero necesaria búsqueda de una figura de consenso como Pro-Vicario General que inspire simpatía general y vaya consolidando y armonizando el tejido de las relaciones humanas que serán siempre la base de la construcción del presbiterio diocesano. Ese fue el gran acierto del Dr. Riera.
No lo va a tener fácil nuestro n.s.b.a. Cardenal si además ese nombramiento va aderezado del nombramiento del Rector del Seminario, Mn. José Maria Turull como canónigo del Cabildo Catedralicio, al parecer junto a tres miembros más, entre ellos el Canciller-Secretario Mn. Gordo.
Una astracanada de tal calibre, según malas lenguas ideada por el canónigo Arenas en agradecimiento a los servicios prestados pero también asegurándose así sus apartamentos privados en el Seminario, creará entre el clero el sentimiento de estar viviendo un final de mandato cuya deriva nos va perfilando una multitud de grotescos planos que van a oscurecer aún más la historia de este pontificado tiñéndola de ese marcado y ridículo nepotismo que nos ha acompañado durante estos cinco últimos años. Especialmente si consideramos la comatosa situación del Seminario diocesano donde el comedor y en capilla, con la presencia de la exigua y constante cifra de 14 seminaristas, son el termómetro más clarificador del desastre vocacional al que nos ha conducido el binomio Sistach-Turull.
El nombramiento del “canónigo Turull” dejará al descubierto las vergüenzas de la izquierda progresista eclesial que siempre lo ha arropado y que demostraría no creer en si misma y en sus principios ideológicos.
Sistach, creyendo dar un premio de consolación al excandidato episcopal Turull, no podrá hacer más flaco favor al progresismo eclesial. Se ridiculizará a sí mismo y ridiculizará a las filas progresistas que lo han apoyado durante todo el pontificado. No existirá mejor caricatura de ellos mismos.
Si Dios no lo remedia, tendremos a Turull cantando el “gori-gori” durante 40 años sentando sus posaderas en las misericordias del Coro gótico, pero a la vez un día tendrá que ser el espectador mudo de unos cambios que ya se intuyen y que no dejarán ni un solo día de ser la más cruel acusación de su nefasto rectorado.
Desde aquí queremos agradecer a nuestro n.s.b.a. Cardenal que con estos más que probables nombramientos nos vaya a proporcionar tanta enjundia para alimentar nuestra desenfadada página. Con esto nos demuestra que nos quiere afectuosamente y que ya no desea la tan auspiciada desaparición de este medio informativo y la defenestración de nuestras humildes personas, al contrario parece que reclame a grandes gritos la supervivencia de Germinans. Sin duda para mostrarse necesariamente como “mártir” del compás de nuestras críticas y punto de equilibrio ponderado entre dos facciones enfrentadas.
Pero al fin y al cabo, sosteniéndonos, que es lo que importa.
Prudentius de Bárcino