Et dixerunt ad invicem: Manhu? (Se dijeron entre ellos: ¿pero esto que es?)
Mientras en nuestra Santa Iglesia Catedral Basílica, nuestro n.s.b.a. Cardenal Arzobispo presidía la toma de posesión de los nuevos cuatro canónigos, de la cual daremos cumplida cuenta en el artículo que mañana publicará Oriolt con reportaje fotográfico incluido, algo de realmente emocionante y trascendente sucedía a muchos centenares de kilómetros.
Un joven sacerdote hijo de Barcelona, tras buena parte de su tiempo de formación y la ordenación presbiteral en una diminuta y lejana diócesis extranjera, con apenas 250.000 almas pero 28 seminaristas mayores, cantaba su primera Misa Solemne en la forma extraordinaria del único rito romano, en un hermoso santuario mariano.
Lo había hecho en la ordinaria hacía pocos días, en la Parroquia a la que ha servido pastoralmente en estos dos últimos cursos. Esta es la corriente en la que viven muchos sacerdotes jóvenes y muchas diócesis en el momento actual: han comprendido que en la Iglesia no sólo tenemos un desbarajuste pastoral (como creen algunos) o una crisis filosófico-teológica en muchos sacerdotes que lleva al desánimo, al desencanto o incluso a la pérdida de la fe. En la Iglesia se vive no únicamente una crisis de ascesis o de espiritualidad como afirman los sacerdotes de la Sociedad de la Santa Cruz ( y San Pablo?) véase, Opus Dei. En la Iglesia Católica actual todas estas crisis están unidas por el hilo conductor de una crisis litúrgica de enorme calado, como bien nos ha querido explicar y precisar Dom Gregori Maria con su inestimable contributo científico. Lo han comprendido en Inglaterra ( lo comprendieron ya en la década de los setenta al obtener de Roma la llamada “dispensa inglesa” en lo que al Misal de Pablo VI se refiere. Lo han comprendido en Francia donde una importantísima porción de laicos, religiosos y sacerdotes, de una u otra manera, han sabido decir “hasta aquí hemos llegado". Lo están viviendo maravillosamente alemanes, suizos y holandeses, y aunque parezca incomprensible, también aunque lentamente los italianos. Y es que en todos estos países, incluso en Italia por muy asombroso que parezca, la fe en la Eucaristía, que se concreta en su celebración pero también en la vida de piedad, se ha visto disminuir sensiblemente entre el conjunto del pueblo cristiano.
Mossén Exilio, vamos a llamarlo así, vivirá si Dios quiere, una gran revolución (no sé si pacífica) en la Iglesia del futuro. Revolución silenciosa pero no silente, protagonizada por el privilegiado pontificado de Benedicto XVI. Tendrá la muñeca rota pero sabe tomar el pulso de la Iglesia y conducirla lenta pero eficazmente hacia la necesitada renovación en la línea de la continuidad con la Tradición.
En nuestro país, que vive una etapa de ceguera y cobardía social y eclesial inexplicable, el reino de los mediocres impera como manda la llamada cómoda vía media de estos obispos “conservadorines” , “te quiero pero no me toques", “opusinos satisfechos amigos de la mammona” “tápame las vergüenzas” y “que le voy a hacer si soy gallina". Y no hay más. Cinco repartos como los declarados vagones de la vieja Renfe. Cinco eran cinco.
Suerte que lo que nos llega ´por detrás, al menos desde el resto de Occidente es diferente. A ver si esta España ciega, inculta y retrógrada se da cuenta de una vez.
Necesitamos un laicado y unos sacerdotes que no se busquen a sí mismos, que estén despojados de cualquier otra ambición que no sea la gloria de Dios y el bien e la Iglesia. Que detesten el carrerismo trepa. Que sepan sacrificar su vida y darla por alguna causa noble y justa. Y sólo es boquilla. Y es que nuestra causa es la más noble y justa: es la causa del Evangelio.
Cuando no existe este espíritu de oblación, sacrificio e inmolación, y esto se vive en comunión con el Cristo que incruentamente se ofrece de en cada Misa, los sacerdotes empiezan a perder su identidad y con ella, la ilusión por su sacerdocio, el brillo en la mirada que tenían el día que cantaron Misa junto a sus padres, sus amigos y condiscípulos. Como Mn. Exilio, que en exilio no está porque se ha ordenado con los altos ideales de no servirse a sí mismo, sino de servir a la Iglesia que lo ha engendrado a la fe y al sacerdocio.
Ad multos annos, pater! Y un memento por Germinans y especialmente por el presbiterio de Barcelona y por las vocaciones y nuestro tristísimo Seminario (con el Cardenal Arzobispo haz lo que quieras. “In ogni modo non atacca!” como dijo Juan XXIII tras las oraciones por la muerte de un cardenal de triste reputación. (De todas maneras no servirá de mucho).
Prepararemos tu regreso, como el de todos los que marcharon y aún tendrán que marchar Y con vuestro regreso un día, la esperanza de la Iglesia que no puede morir ni morirá y que un día reverdecerá. A pesar de los malvados que nos gobiernan.
“Venite benedicte, ite maledicte” tendremos el gozo de escuchar. Y no será que Dios no les brindó oportunidades para convertirse. Dios actuando y ellos reuniéndose para darse beneficios y dignidades. Será entonces cuando la legión de los ángeles y los santos que ahora nos contempla, se admirará y hará manifiesta su admiración por las obras del Dios.
Entonces será el “Te Deum” definitivo…
Prudentius de Bárcino