El cardenal Sistach y los sacerdotes jóvenes de Barcelona

Decir que el cardenal Carles se preocupaba mucho del clero joven y que nuestro actual cardenal Sistach no se preocupa nada es una afirmación que algunos considerarán partidista, poco objetiva, propia de alguien que escribe en Germinans Germinabit. Pero esta es una auténtica verdad que puede ser perfectamente demostrable.

El actual obispo de Solsona, monseñor Jaume Trasserra, no es santo de mi devoción pero reconozco que él también ha cuidado mucho a su clero joven, por tanto no me importa reconocer un hecho real aunque sea de alguien que no me caiga especialmente simpático. En el caso del obispo Trasserra probablemente es porque no ha tenido más remedio, el clero solsonense con una cierta edad está completamente marcado por la forma de hacer del obispo Deig Clotet, Don Jaume no les ha caído simpático desde un principio porque era completamente distinto a su antecesor, así que viendo que jamás conseguiría su afecto se ha centrado en el clero joven que aún no estaba maleado por su antecesor y que siempre agradece los mimos de su pastor.

Don Ricardo ya se ganó en Tortosa la fama de cuidar las nuevas generaciones y no sólo los recientemente ordenados sino incluso los seminaristas, a los que conocía personalmente y se llevaba de excursión, una de sus grandes pasiones. Cuentan en Tortosa que cuando Don Ricardo se fue a Barcelona y apareció Don Lluís, los seminaristas comentaban cosas como esta: “A Don Ricardo lo veíamos hasta en la sopa y a éste no le vemos nunca”, para expresar el cambio radical que habían observado con el cambio de obispo.

En Barcelona ha pasado una cosa similar. Don Ricardo continuaba llevándose de excursión a los seminaristas sobre todo en verano a las montañas del Pirineo Aragonés (algo impensable en su sucesor que tiene nula sensibilidad hacia la naturaleza, además de hacia otras cosas). A los sacerdotes jóvenes los reunía periódicamente en unos encuentros que realizaba en una casa de espiritualidad de Tiana, allí les dejaba hablar, escuchaba sus inquietudes, sus problemas, incluso sus críticas hacia la forma de llevar la pastoral por parte de otros presbíteros. También organizaba ejercicios espirituales para el clero joven en los que él mismo era el predicador. Esta forma de actuar de Don Ricardo creó muchos recelos por parte de una parte del clero, los intocables a los que nunca se podía criticar bajo pena del ostracismo más absoluto, y en cambio ahora esas críticas eran públicas y delante del propio obispo. Algo así como un primer “Germinans germinabit” en el que se podía hablar con libertad y decir las cosas claras. Los obispos auxiliares eran los primeros en criticar esa actitud de Don Ricardo y enviaban camuflados a sus peones a los encuentros del clero joven con Don Ricardo para que tomaran nota de todo lo que allí sucedía y luego los mismos obispos conspiradores se encargaban de difundir entre el clero el gran mal que hacía Don Ricardo dejando que “el clero joven se soliviantara contra sus generaciones precedentes”.

Luego vino n.s.b.a cardenal Sistach, al principio ni se le pasó por la cabeza reunir al clero joven hasta que alguien se encargó de recordarle que era su obligación como obispo hacerlo. Tarde y mal lo empezó a hacer. Mal porque se notaba que lo hacía sin ganas, sin motivación, porque tocaba, porque no tenía más remedio. La estructura de estos encuentros cambió radicalmente, en vez de ser un foro donde el obispo escuchara a sus jóvenes sacerdotes se convirtió en un pesado encuentro en que los curas jóvenes iban a escuchar una insoportable charla de alguna “vaca sagrada” amiga de Sistach, después de la cual no había posibilidad de comentarios o intervenciones, es decir: VER, OIR y CALLAR

No es muy difícil pronosticar que este tipo de encuentros estaba destinado al fracaso, los sacerdotes jóvenes salían de ellos completamente desmotivados y sin ganas de volver a perder el tiempo. Quizá al cardenal Sistach ya le va bien, si vienen tan pocos tendrá la excusa perfecta para suprimirlos y así una actividad menos. Me cuentan que en el último encuentro fueron sólo 4 o 5 sacerdotes, que más se puede esperar.

Antoninus Pius

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