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2.06.08

Lérida, ¿cismática? (III)

“No son las riquezas las que nos preservan de los mil temores que ensombrecen nuestra vida, sino la aflicción…No es la miseria lo que verdaderamente causa la aflicción, sino la avaricia.” (Epícteto)

Lérida es experta en pleitos patrimoniales y en desobecer a la Santa Sede. El asunto de los 113 bienes de las parroquias aragonesas que se niega a devolver no es el primero, ni será el último; hay muchos más bienes propiedad de pequeñas y humildes comunidades cristianas aragonesas en manos del Obispado ilerdense y de alguna otra institución catalana. Era lo poco que les quedaba de valor tras sucesivos despojos padecidos desde tiempo atrás, y que habían dejado en depósito, aconsejados por la propia Iglesia, en la entonces cabeza de su diócesis, Lérida.

Es inevitable recordar a David, que disponiendo de abundantes bienes y de mujeres, arrebató a Urías la única que tenía.

El caso de Mons Ciuraneta no es el primero. Su predecesor en la sede ilerdense, Pedro Antón Serra (1621 a 1632), expolió las reliquias de San Valero de su sepulcro en la catedral de la entonces diócesis de Roda de Isábena (Huesca). El saqueador Obispo Antón, conminado reiteradamente por las autoridades de Roma para que devolviese los restos del Santo, desobedeció. Fue procesado, excomulgado y suspendido a divinis.

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26.05.08

Lérida, ¿cismática? (II)

“Dios es uno, Cristo es uno, una es la Iglesia y una la sede fundada sobre Pedro por la palabra del Señor. Nosotros los Obispos que gobernamos la Iglesia, debemos sostener y apoyar esta unidad, para mostrar que el episcopado en sí mismo es uno e indiviso…, la armoniosa unión de los pastores, quienes se apoyan mutuamente.” (San Cipriano)

Varios comunicantes me han hecho llegar sus quejas de las informaciones sesgadas y manipuladoras suministradas por los medios de comunicación en Cataluña, sobre la desobediencia del Obispo Ciuraneta al Vaticano, así como su inquietud por la posibilidad de que la sede ilerdense esté contaminada de cisma y las consecuencias que ello pueda conllevar.

Mis opiniones en esta Sección de Germinans germinabit son personales, en el ejercicio del derecho fundamental de libertad de expresión, reconocido en la Constitución Española. No reflejan una línea editorial de este portal que generosamente me acoge, en igualdad de condiciones respecto a opiniones contrarias, como las de un sacerdote ilerdense, en una carta publicada en la Sección “Cartas al Directorio", aunque no aporte un solo hecho en que fundamentarlas, refugiándose en generalidades y lugares comunes. Concuerdo con este sacerdote en que gravísimos problemas afectan a todas las diócesis catalanas; no es justo limitar a Barcelona la exposición a la benéfica acción de la luz, disipadora de tinieblas. Todos hemos de contribuir a que Cataluña entera sea católica, apostólica y romana.

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19.05.08

Lérida, ¿cismática? (I)

“Al igual que un niño introduce su mano en un frasco de dulces de abertura estrecha, y tantas coge, de tal modo que luego le es imposible sacarla, viéndose precisado, entre lágrimas, a soltar la mayor parte para conseguirlo. Tú eres ese niño; deseas mucho y no puedes obtenerlo; desea menos, modera tu ambición y verás colmados tus deseos” (Epícteto)

Con temor y temblor inicio mi modesta colaboración con “Germinans germinabit", en la sección “Décima hora", que expresa la esperanza de saber que para el Señor, los trabajadores de la hora décima de la parábola de los viñadores, son recompensados con la misma generosidad que los de la primera hora. Y alude a la sentencia latina “decima hora amicos plures quam prima invenit”; esto es, se encuentran más amigos en la última hora que en la primera.

El tema que me propongo desarrollar en posteriores columnas, a las que la presente sirve de preámbulo, es el de los conflictos a que ha dado lugar y los que, previsiblemente se avecinan como consecuencia del comportamiento de Mons. Ciuraneta, obispo emérito de Lérida, renuente a dar cumplimiento a los requerimientos de los organismos competentes del Vaticano, en orden a la devolución de unos bienes que retenía en su poder a las parroquias aragonesas que son sus propietarias legítimas. Una situación de rebeldía que le puso materialmente en situación de cisma, cuya declaración formal habría conllevado su excomunión. Situación de la que existe algún precedente, que le fue evitada aceptándole la renuncia por enfermedad, lo que contrasta flagrantemente con el comportamiento de la Santa Sede para con fray José Gómez, quien a pesar de estar gravísimamente enfermo, fue obligado a continuar como Obispo de Lugo hasta su fallecimiento.

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